PUEBLA DE LA SIERRA.
Esta pequeña población (99 habitantes, INE 2023) está situada a 1.163 m de altitud en el Valle de la Puebla, al pie de la sierra del Lobosillo que forma parte de la Sierra del Rincón, ubicada entre las sierras de Ayllón y Guadarrama, en la Sierra Norte de la Comunidad de Madrid. La singularidad de su territorio y su naturaleza, sus excepcionales ecosistemas, llevaron a que fuera declarada Reserva de la Biosfera, englobando a seis pueblos, entre ellos Puebla de la Sierra. Toda la zona tiene clima de montaña y una elevada pluviosidad, unos 700 mm al año. El municipio está rodeado por la sierra del Lobosillo excepto en el sur, donde el valle se abre hacia el embalse del Atazar. La salida del valle por el norte se hace a través del puerto de la Puebla, a 1.636 m de altitud.La población de la zona, Comarca de Buitrago, se comenzó de forma estable en el siglo XII por razones defensivas. A finales del siglo XIII pertenecía a un arcediano madrileño que la recibió de Sancho IV, dentro de la Villa y Tierra y con señorío jurisdiccional. Entonces se llamaba Puebla de la Mujer Muerta (forma de mujer yacente las montañas). Se convirtió en villa a finales del siglo XV gracias al marqués de Santillana, para compensar su aislamiento, reuniéndose el concejo en la iglesia. Con una economía basada en la agricultura y la ganadería, alcanzó en la segunda mitad del siglo XVIII su mayor población, 313 habitantes. Con el fin del Antiguo Régimen y la abolición de los señoríos se subastaron las tierras, permaneciendo la mayor parte en manos de los vecinos. La población había ido descendiendo de forma imparable y en 1941 se cambió el nombre antiguo por el actual.
En un magnífico día otoñal nos animamos a visitarlo, recorriendo la zona desde el desvío de La Cabrera, por El Berrueco, embalse del Villar (1873, Canal de Isabel II), Robledillo de la Jara, Mirador del Mallorquín y Mirador de los Buitres (ausentes). Es una carretera de montaña, muy estrecha y curvilínea, pero perfectamente asfaltada, con pequeños aparcamientos para ver los profundos valles de esta zona tan fragosa, con grandes crestas rocosas y bosques de pinos de repoblación.Esta dehesa boyal se extiende por 336 hectáreas (5,8% de la superficie del término), dividida en dos por el arroyo de la Puebla y ocupa una estratégica posición por su proximidad al casco urbano y su localización intermedia respecto a los terrenos comunales más alejados. Se compone principalmente de robles melojos (Quercus pirenaica) y desde la Edad Media han perdurado las formas de aprovechamiento hasta el siglo XX en monte hueco, es decir, con árboles sujetos a podas periódicas. Con la generalización de la ganadería ovina trashumante durante la Edad Media, y los conflictos a que dio lugar, aparecieron estos espacios forestales característicos, las dehesas (del latín defensa, defendida, acotada), lugar protegido de la entrada del ganado, estante o trashumante, que se alimentaba en los pastos comunales. Gran parte de las dehesas se dedicaban al ganado de labor (dehesas boyales) y fueron perdiendo su función por la sustitución de la tracción animal. Desde las normas más antiguas se aprecia la preocupación por el mantenimiento del bosque y su aprovechamiento. Tras la desaparición del Antiguo Régimen la regulación varió, dividiéndose la dehesa en zonas por las veredas y caminos. Se aprovechó la leña, respetando algunos de los robles y los rebrotes, y se usó para el ganado. Esta utilización ocasionó el agotamiento más rápido de las reservas hídricas y la erosión, disminuyendo la calidad del suelo, transformándose el bosque por el incremento de la superficie de las especies más tolerantes como el rebollo. En vaguadas y barrancos, donde mejor se ha conservado el suelo, predominan los robles y fresnos de avanzada edad y el sotobosque de brezo blanco. En el resto de la dehesa la vegetación predominante es el matorral.
La siguiente parada, ya muy cerca del pueblo, es en el Área Recreativa Parque de los Avellanos. Es una zona acondicionada para el público a la orilla del río de la Puebla. Un pequeño caz, que tomaba el agua corriente arriba, nos lleva hasta el Molino de Abajo. Hubo otro, el de Arriba, que no se conserva. Los dos datan del siglo XVIII y todavía estaban en activo en 1957, perteneciendo a dos familias del pueblo que se transmitían el oficio por herencia. Prestó servicio también a pueblos de la comarca y a otros más lejanos, especialmente durante la Guerra Civil y los años de la posguerra. El molino de Abajo está rehabilitado y consiste en un edificio de dos plantas más un estanque o depósito a un nivel superior, abastecido por el caz de modo que se garantizaba el funcionamiento independientemente del caudal del río, quedando el molino también a salvo de las crecidas. El agua descendía del depósito por una tubería y accionaba unas ruedas horizontales en la planta baja que movían la maquinaria situada en la planta superior. La construcción es la característica de la zona, con muros de sillarejo de gneis, dinteles y jambas de madera, pisos de viguería de madera y tablazón y cubierta de teja árabe a cuatro aguas sobre estructura de madera apoyada en los muros, saliendo el agua por un arco de lajas de piedra muy primitivo y volviendo al río.Antes de llegar al pueblo pueden verse a la derecha unos tinados para el ganado, construcciones mimetizadas en el paisaje al estar edificadas con los materiales del terreno.
Por fin aparecemos por el pueblo para recorrer sus calles y sus rutas andariegas. Se puede estacionar bien pasado el pueblo, al lado del frontón. Andando, de regreso al pueblo, está, en un rincón, el lavadero, construcción de los años 70 que toma el agua de la misma fuente de la que se surtía el consumo doméstico.
Al lado del Ayuntamiento, en plaza, está la iglesia parroquial de la Purísima, del siglo XVII, con tres naves y una gran espadaña en la cabecera.
Todo el pueblo está muy rehabilitado, dando una muy buena sensación estética y práctica, aunque hayan quedado pocos elementos antiguos. El esquisto y el gneis del tosco sillarejo brillan a la luz clara de la mañana de Puebla.
Desde el mismo pueblo salen otras rutas interesantes que merecen ser paseadas, como la de “Los robles centenarios” (iniciada en un gran nogal, arroyo de la Cuesta, álamos y sauces, majestuosos robles, estanque del Cerradillo, jara pringosa y brezo, 3 km, balizas con flecha verde, dificultad baja) o la de “Los linares” (2,6 km, huertos, bosque de ribera, enlace con la ruta de los robles).
Nogal del Pradillo. Catalogado como árbol singular por su tamaño e importancia cultural.
El nogal era un árbol muy apreciado en todos los pueblos de la Sierra Norte. Es una especie que fue introducida desde antiguo por sus frutos, de gran valor nutritivo, y por su madera, de excelente calidad. No era apreciado por su sombra debido a una sustancia repelente que se encuentra en sus hojas. De ahí el refrán “la sombra del nogal trae mucho mal”. Los nogales se plantaban pare recoger su fruto y cuando eran ya viejos y no daban suficiente se plantaba otro a su lado. En cuanto se veía que el pequeño nogal conseguía agarrar se talaba el antiguo para vender la madera, muy cotizada en ebanistería y empleada para contrachapados, revestimientos, culatas de rifle y como macera maciza en muebles de lujo.
Otra ruta, corta -1.300 m.-, pero muy entretenida, es la que nos ha traído hoy aquí. En la pared del Ayuntamiento (Calle Mayor) hay un mapa con el recorrido del Itinerario Escultórico “Valle de los Sueños”, que puede escanearse, aunque en Turismo nos han dado uno desplegable. La ruta, creada por el alcalaíno Federico Eguía en 2005, se compone de 116 obras, realizadas por otros tantos artistas, que van incrementándose en bienales sucesivas. Estas obras se distribuyen por zonas del pueblo y por la carretera hacia Prádena, enmarcadas en el paisaje y la vegetación. Más alejada está la Silla gigante de Meira, de más de cinco metros de altura, colocada a 1.500 m de altitud.
Unos carteles anuncian los paisajes culturales y aprovechamientos sostenibles en la Reserva de la Biosfera Sierra del Rincón: La Hiruela (Frutales. Cultivar biodiversidad como estrategia de supervivencia), Montejo de la Sierra (Construcción con piedra en seco), Horcajuelo de la Sierra (La trashumancia y la lana), Madarcos (“Aguas que movieron piedras”: los molinos), Prádena del Rincón (La reguera y las huertas serranas) y la dehesa boyal de Puebla de la Sierra.
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