Alemania
En Caixafórum Madrid se presenta esta exposición sobre un periodo muy importante en la historia de Alemania. El periodo de la Alemania de entreguerras y, específicamente, el de la República de Weimar (1919-1933) representa un capítulo fundamental de la historia europea y mundial, con el que acaba una época y comienza otra. Durante catorce años se sacuden los fundamentos de la vieja Europa, “el mundo de ayer” (Stefan Zweig). La República de Weimar fue una democracia real, una opción renovadora que se abrió a una creatividad desbordante en todos los ámbitos. Su origen y final fueron trágicos, marcados por dos guerras mundiales y el terror totalitario del nazismo; sin embargo, sigue siendo un referente y un ejemplo.Una nueva Alemania. La República de Weimar.
Debe su nombre a que la Constitución se redactó en Weimar, la ciudad de Goethe y Schiller, epicentro de la ilustración alemana del siglo XVIII. Representa un nuevo comienzo para la Alemania derrotada y la voluntad de construir una sociedad basada en los ideales humanistas de democracia, libertad e igualdad. Su breve historia es compleja y convulsa, reflejando las dos Alemanias que confrontan, la de la arrogancia militar y la ilustrada, cosmopolita y transformadora.
Cuerpos en cuestión.
La guerra modificó visiblemente la demografía: el 19% de la población masculina desapareció y muchos de los supervivientes sufrían secuelas, lesiones físicas y psicológicas. Los heridos, que recordaban el horror, convivían con otros que representaban nuevos ideales de belleza y fortaleza, un nuevo símbolo. El arte se hizo eco de esta situación y planteó nuevas representaciones del cuerpo, siendo la escultura la que más conectó con las diversas realidades.
Georg Kolbe (1877-1947), Piloto cayendo / Ícaro, 1919, bronce.
Escultura conmemorativa del soldado caído Carl Heinrich Hertz. Las alas de Ícaro lo identifican como piloto. La obra representa el cuerpo vulnerable y la muerte, pero también la esperanza, reflejada en la sonrisa de la cara del joven. El movimiento de la caída, como de un bailarín, y la extraordinaria torsión del cuerpo consiguen ensalzar la fragilidad humana en un ideal de belleza.
El individuo y la masa.
La política se convirtió por primera vez en un fenómeno de masas. Todas las facciones utilizaron la movilización como arma, anulando la capacidad de decisión del individuo. La movilización de las masas tensionó la libertad de los individuos y al propio Gobierno democrático (Revolución de Noviembre, contrarrevolución nazi). Esta tensión se expresó especialmente en el nuevo arte de consumo, la fotografía y el cine, que reflejan la tendencia psicológica colectiva dominante de sucumbir voluntariamente a un tirano, a su poder hipnótico. “Metrópolis”, 1927, de Fritz Lang, revela la tendencia del individuo a disolverse en la masa siguiendo a un líder. “A la estetización de la política que propugna el fascismo, el comunismo responde con la politización del arte” (Walter Benjamin, La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica, 1936).
Años dorados. Tiempos oscuros.
El cambio social no se puede alcanzar por las crisis económicas. Debido a los estragos de la guerra y al abandono del patrón oro, la República de Weimar comenzó con una hiperinflación sin precedentes desde 1919 hasta 1923, con las consecuencias de violencia política y conflictos sociales. El contraste entre pobreza y opulencia convivía con una vertiginosa vida nocturna. El 1923 se consiguió reformar el sistema económico y recuperar el equilibrio social y político, y comenzaron los “dorados años veinte”, de 1924 a 1929, época de tolerancia y creatividad, sobre todo en las grandes ciudades. El crac de la Bolsa de Nueva York de 1929 fue la última crisis para la República.
Nuevos roles de género.
La nueva mujer trabajadora, liberada sexualmente y con derechos laborales y de sufragio (hito histórico de Weimar), se emancipó con la guerra al trabajar en la industria y adquirir independencia económica. El descenso de población masculina creó un contexto de oportunidades. El nuevo contexto social hizo aflorar grupos que desafiaban las normas tradicionales, con los clubs nocturnos y cabarés como espacios de encuentro. No obstante, la libertad de expresión no se reflejó en igualdad social.
Karl Hubbuch (1891-1979), Doble retrato de Hilde II, 1929, óleo sobre tabla.
Sus obras de retratos y escenas cotidianas son muy críticas con el orden social y económico de los años veinte. Aquí aparece su esposa Hilde Isai, fotógrafa formada en la Bauhaus, como una mujer emancipada y de carácter enérgico, ofreciendo facetas de su personalidad, tímida y provocativa.
Arte y técnica.
Conviven nuevos estilos pictóricos con diferentes objetivos: el expresionismo y el radicalismo dadá rechazan el realismo como respuesta a un mundo en ruinas por la guerra y la inflación; el constructivismo, de influencia rusa, ofrece propuestas utópicas y un lenguaje formal abstracto, y la nueva objetividad es un regreso al realismo y la sobriedad. La escuela Bauhaus de arte y diseño pone en cuestión el concepto tradicional de la obra de arte autónoma para fusionarla con la técnica y crear un objeto nuevo que tiene utilidad práctica.
Ludwig Mies van der Rohe (1886-1969) y Lilly Reich (1885-1947), sillón Weissenhof, 1927-1929, acero y caña de junco.
Lovis Corinth (1858-1925), Desfile de modelos, 1921, óleo sobre lienzo.
Se formó en la tradición realista alemana de finales de siglo y evolucionó hacia el impresionismo. En los años de guerra y posguerra se enmarcó en el expresionismo y, durante la República de Weimar, trabajó aislado de los círculos más politizados e innovadores -especialmente de los dadaístas-, de quienes recibió muchas críticas. No obstante, su obra acabó siendo catalogada por los nazis como arte degenerado.
Johannes Itten (1888-1967), Grupo de casas en primavera, 1916, óleo sobre lienzo
Itten, pintor expresionista suizo, entendió el arte como expresión de una vivencia interior que afecta a las personas tanto psicológica como espiritualmente. Lo consiguió por medio de formas y colores dispuestos en ritmos abstractos y contrastes, como en este cuadro. Profundizó en esta concepción del arte con un método pedagógico que llevó a cabo como profesor en la Bauhaus de Weimar, a partir de 1919.
Christian Schad (1894-1982), Retrato del Dr. Haustein, 1928, óleo sobre lienzo.
De 1925 a 1930 pintó algunas de las obras más representativas de la nueva objetividad. Sus retratos de personas modernas tienen detalles enigmáticos -como el de la misteriosa sombra de una mujer fumando que está detrás del doctor- y reflejan el glamur de la vida libre y erótica de los dorados años veinte.
La incertidumbre como principio.
Durante estos años de tambalean los fundamentos de la ciencia determinista que confía en desvelar el comportamiento de la naturaleza y del mundo por medio de la física y de las matemáticas. Esta ciencia se ve cuestionada por la física cuántica que atribuye una naturaleza probabilística a la realidad. Se abre la puerta a una interpretación de la realidad basada en la incertidumbre, con consecuencias muy profundas en todos los ámbitos del conocimiento.
Para averiguar qué es el ser humano se disponen dos módulos en los que se introduce una bola, que representa al ser humano. Observando sus recorridos puede deducirse cuál representa al ser humano como ser racional o cuál encarna la imposibilidad de definirlo.
El primer módulo representa la filosofía neokantiana según la cual el ser humano es, ante todo, un ser racional. La bola llega a un lugar concreto, a la certeza de que puede construir el mundo a través de la razón.
El segundo módulo representa la filosofía existencialista de Martin Heidegger, según la cual el ser humano no es más que su existencia en cuestionamiento constante. La bola siempre se pierde, no llega a encontrar nada que lo defina con certeza. Cualquier definición es ilusoria.
En la ciudad suiza de Davos se celebró, en 1929, un curso universitario dedicado al tema “¿Qué es el ser humano?” que reunió a dos grandes filósofos del siglo XX, Ernst Cassirer y Martin Heidegger, defensores de perspectivas contrapuestas. Era un reflejo de las profundas tensiones que desgarraban Alemania entre la razón y la irracionalidad, la esperanza y la angustia, la certeza y la incertidumbre.
El fin del sueño democrático.
El 30 de enero de 1933, Hitler fue nombrado canciller de la República de Weimar y, dos meses después, el Partido Nacionalsocialista, las SA, las Juventudes Hitlerianas y los estudiantes afines organizaron la “Acción contra el espíritu antialemán”. Como parte de ella, estudiantes y profesores de varias universidades, reunidos en Berlín, lanzaron a la hoguera las obras de autores considerados como no alemanes. Esta escenificación del control del arte y la cultura para linearlos con la ideología nazi formó parte de la ocupación violenta del poder y del inicio de una época de censura, terror y persecución de judíos, marxistas, pacifistas y opositores políticos. Simbolizó el final de la República de Weimar y el comienzo de la barbarie del totalitarismo.
Francisco de Goya y Lucientes (1746-1828), El sueño de la razón produce monstruos, 1799, aguafuerte y aguatinta, serie Los caprichos.Hay dos interpretaciones posibles según cómo se entienda “sueño”, si como “dormir” o como “soñar”. En el primer caso, la razón dormida despierta a los monstruos de la irracionalidad; en el segundo, el delirio, el sueño de la razón llevada al extremo se convierte en irracionalidad. Ambas interpretaciones nos remiten al despertar de los monstruos del nazismo.
El mundo de hoy. Un presente incierto.
Revisar el pasado es útil para observar el presente con mayor profundidad. Pasado un siglo de la República de Weimar todavía resuenan algunas de las tensiones vividas entonces. El nuestro es un periodo de transición hacia un mundo nuevo que cuestiona conceptos e instituciones tradicionales. Se han producido avances sociales y tecnológicos y se han conseguido nuevas libertades, pero también afloran incertidumbre, malestar y miedo. El reto es aprender a lidiar con la incertidumbre, generadora de oportunidades y de angustia, por medio de la reflexión, la escucha y el debate.
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