A orillas del Henares.
5.POBLACIÓN (I, Comunicaciones).
A los ríos se les conoce por algún apelativo alusivo a sus características propias o circundantes. Así, por ejemplo, el Guadiana sería el río sin cuna; el Duero, el río de los vinos; el Miño, el río de lobos y meigas; el Duratón, rebelde; el Orinoco, errático; el Amazonas, el río océano; el Somne, la lucha por el territorio; etc. El Henares es el río camino. El Henares junto con el Jalón ha sido ruta comercial y militar desde siempre, uniendo la Meseta Meridional y el Valle del Ebro a través del Sistema Ibérico, cordón serrano que las separa.
En la región central de España han sido siempre los corredores fluviales y los collados de las montañas altas y medias los elementos físicos favorecedores de los trazados. El valle del Henares es un indicativo de este factor determinante. El Henares y el Jalón, cursos contrarios -opuestos-, con un cómodo paso en Sierra Ministra. El ferrocarril y la carretera comparten el valle en el mismo trazado por el que pasaba la calzada romana.En la Edad Moderna ya se habla de mejoras en las
infraestructuras de comunicación y hay noticias en el siglo XVII de
construcción de pontones, de reparación de puentes, etc. En el siglo XVIII
siguen las noticias en este sentido, como la reedificación, en 1774, del puente
de Guadalajara. Pasada la mitad del siglo XVIII se comentaba el estado de la
red viaria indicando que existía un camino de ruedas desde Madrid a Zaragoza
por Alcalá, Guadalajara, Alcolea, etc. Desde Alcalá salía un ramal hasta
Almazán. Caminos de herradura salían hacia Atienza, Jadraque, etc.
A lo largo del tiempo, una queja general ha sido el pésimo estado de las carreteras que pasaban por Sigüenza. Felipe el Hermoso anduvo por tierras de Guadalajara en el otoño de 1502: “Salieron de Jadraque y comieron en el pueblo de Baides, y se alojaron en Sigüenza a cinco leguas de muy mal camino...”. Robert Bargrave, en 1654, se quejó del camino, pero vio Sigüenza como “una ciudad pequeña, pero ordenada y sana, con elegantes y armoniosos edificios; tiene calles anchas y está rodeada de unas fuertes murallas”. Antonio Ponz dio a la imprenta en 1788 un libro (Viaje de España en que se da noticia de las cosas más apreciables y dignas de saberse que hay en ella) en el que dice que llegó a Sigüenza procedente de Hita, pero a la altura de Membrillera su paciencia se agota y relata que “los caminos son malísimos y muy pedregosos, que siendo carretera para Pamplona es gran defecto … la mayor parte del camino de Sigüenza a Medinaceli es cosa indigna”.
A pesar de las dificultades, Madoz en su diccionario dice que “correos y diligencias llegan todos los días de Madrid y Zaragoza, y el de Soria los lunes, miércoles y sábados” hasta Lodares y Medinaceli.
Modernamente, el eje Henares-Jalón constituyó el trazado tanto del ferrocarril como de la carretera. En el reinado de Isabel II comenzó el trazado de las vías férreas. Después de algún intento fallido, en 1855 se estableció, por la Ley General de Reinoso, las concesiones mediante subastas. En concreto, la subasta de la línea Madrid-Zaragoza se fijó en febrero de 1856. En los medios financieros existía un gran interés por esta obra a la que consideraban el comienzo de una gran arteria que traspasase los Pirineos. Se presentaron cinco propuestas: la de los Rothschild a través de su Sociedad Española Mercantil e Industrial, la de los Pereire por mediación de su Crédito Mobiliario Español, la de don José de Salamanca, ministro y banquero, la de los Sres. Campos y Mateo, de los ferrocarriles de Valencia, y la del grupo del Gran Central, la Compañía Francesa de los Caminos de Hierro. Todas las ofertas eran parecidas y la diferencia estribaba en el importe de las subvenciones solicitadas al Estado.
Mientras duraron las obras hubo un servicio combinado de ferrocarril y diligencia que enlazaba, lógicamente, con otras rutas y que fue usada, por ejemplo, por el poeta Gustavo Adolfo Bécquer cuando se dirigía a Noviercas, provincia de Soria, de donde era su mujer.
En un librito de Emilio Valverde y Álvarez (Plano y guía del viajero en Alcalá de Henares, Guadalajara y Sigüenza, 1885, reeditado en 1988) se explica que el tren salía de Madrid a las 7 horas y llegaba a Alcalá a las 8,15, a Guadalajara a las 9 y a Sigüenza a las 12,30. Los precios eran: a Alcalá, 4, 3 y 2 pesetas en 1ª, 2ª y 3ª respectivamente; a Guadalajara, 6,50, 5 y 3 pesetas; a Sigüenza, 16, 12,50 y 8 pesetas. Tras un comienzo titubeante, aumentó el tráfico de viajeros y mercancías, especialmente en dirección a un Madrid en plena expansión. Pero la importancia como eje de comunicación no significó el despegue económico de estas tierras pobres, dedicadas casi exclusivamente a explotaciones agrícolas y ganaderas, y en claro proceso de regresión tanto económica como demográfica.
La velocidad ferroviaria pasó de 34 km/h en 1876 a 50 en
1920, momento en el que las medias francesa e inglesa eran de 80 y 90,
respectivamente. No obstante, el avance era claro. Washington Irving cuenta que,
en febrero de 1826, es decir, antes de la construcción del ferrocarril, cuando
se viajaba en diligencia, tardó cuatro días desde Bayona a Madrid, parando cada
noche a dormir en una posada, y esa era la ruta más utilizada.
El ferrocarril Madrid-Barcelona, con dirección SO-NE, siguiendo el curso del río Henares, tenía estaciones o apeaderos en Torrejón de Ardoz, Alcalá de Henares, Azuqueca de Henares, Guadalajara, Fontanar, Yunquera de Henares, Humanes de Mohernando, Espinosa de Henares, Carrascosa de Henares, Jadraque, Matillas, Baides, Sigüenza y Alcuneza. En los últimos años se han cerrado algunas del Alto Henares y se han abierto otras en el “Corredor”.
Tomás Gismera Velasco, en su blog, refiere cómo el tren
llegó a Sigüenza el 2-4-1862 y a Alcuneza el 2-7-1862, que pasa cerca de
las salinas La Salvación, Santa Bárbara, Teresa Francisca y La Fidelidad, que,
a finales de siglo, personas que descendieron del tren desvalijaron la iglesia
y también hubo asalto al tren para robar cajas de caudales y sacas. En este
punto era donde la línea Madrid-Zaragoza transbordaba con la línea
Madrid-Soria, por lo que, en 1901, Pío Baroja y su hermano Ricardo venían desde
Sigüenza a pie, hacía frío y anochecía. Lo cuenta en “La busca”: “… Ya
estábamos cansados cuando vimos una luz y llegamos a la estación de Alcuneza,
desierta; entramos en una oscura sala y nos tendimos en el suelo, entre fardos
y pellejos de aceite. El ruido de una campana nos despertó sobresaltados.
Llegaba el tren de Soria, que volvía a partir. Entramos en el vagón de tercera.
Presentaba un aspecto extraño. Hombres envueltos hasta la cabeza con capotes
pardos con capucha; aldeanos con zorongo y calzón corto, envueltos en mantas
listadas; cestas, jaulas, viejas con el refajo puesto por encima de la cabeza,
mujeres de cara impasible, todo envuelto, todo empastado en una atmósfera
brumosa empañada por el humo del tabaco …”.
Estas tierras, pobres según Ortega, también fueron descritas por Unamuno: “…las tierras de hacia Medinaceli, de las que me decía un francés que parecen de un paisaje planetario, lunar. Hacia Sigüenza, hay unas tierras tristes, pero bellas…”. La pobreza pudo más que la belleza y estas tierras fueron quedando vacías y olvidadas. Vienen bien otras palabras de Unamuno: “A ciertas regiones, y más de sierra, las carreteras primero… los ferrocarriles después, les han aislado más que estaban”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario