martes, 27 de agosto de 2024

Ifigenia. Mitología griega (II/II).




En el artículo anterior ya vimos los principales personajes, tanto en el bando griego como en el troyano, referidos a Ifigenia, protagonista de una obra en el Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida. En éste, se trata de ver cómo se ha desarrollado la representación -versión de Silvia Zarco-, en el incomparable escenario del teatro romano de esa ciudad extremeña.








La de Ifigenia es la primera muerte violenta de una mujer en la literatura occidental. Agamenón, su padre y jefe del ejército griego, inicia la violencia contra niñas y mujeres en el origen de nuestra civilización. Y siguiendo el rastro de sangre de Ifigenia llegamos hasta otra muerte, la de Políxena, princesa troyana. Esta violencia contra las mujeres evidencia el altísimo coste que tuvieron que pagar para que los hombres alcanzaran la gloria. Además de las sacrificadas, aparecen otras mujeres, Hécuba y Clitemnestra, reinas de vencedores y vencidos, madres de las asesinadas, que sienten una herida incurable. 



La Ifigenia de Silvia Zarco está tejida a partir de tres tragedias clásicas: Agamenón (Esquilo, 458 a.C.), Hécuba (Eurípides, 424 a.C.), Ifigenia en Aúlide (Eurípides, 409 a.C.).






 La tragedia Agamenón es la primera de la trilogía de la Orestiada, de Esquilo. Narra el regreso de Agamenón de la guerra de Troya para encontrar la muerte, puesto que su esposa, Clitemnestra, le espera con su venganza preparada por el sacrificio de su hija Ifigenia. El argumento se complica por la presencia de Egisto, primo de Agamenón, descendiente de una rama desheredada de la familia, que tiene una relación adúltera con Clitemnestra y está decidido a recuperar el trono. Casandra, que ha venido con Agamenón, profetiza la venganza, pero no puede evitarla. Agamenón es asesinado por Clitemnestra, que lo enreda en una tela y lo apuñala mientras está en la bañera. Después, reprocha a Egisto que no haya sido él quien lo matara. La insuficiencia del ideal heroico hace que esta tragedia parezca antihomérica. La impiedad de la que proviene el castigo divino es entendida como injusticia, manifestándose en la muerte de una hija (Ifigenia), de un esposo (Agamenón), en el abuso de la hospitalidad (Paris), en el abandono del marido (Helena), en la infidelidad de ambos. Es la vulneración de las normas tradicionales. Pero una venganza suscita otra y Orestes continuará el derramamiento de sangre. 

Eurípides narra en su tragedia Hécuba cómo los reyes de Troya, Príamo y Hécuba, envían a su hijo menor, Polidoro, con abundantes riquezas, a la corte de Poliméstor, rey de Tracia, para salvarlo de la guerra. Cuando Troya cae, Polidoro es asesinado. El ejército griego se dirige a Tracia, junto con las cautivas troyanas, entre las que se encuentra Hécuba, para honrar la tumba de Aquiles, cuyo espectro exige el sacrificio de Políxena, hija de Hécuba, que prefiere morir a ser esclava. El mar devuelve el cuerpo sin vida de Polidoro y Hécuba, para vengarse, le habla a Poliméstor de otros tesoros que están en sus tiendas, donde será acuchillado. 

Otra obra de Eurípides, Ifigenia en Táurica, relata la relación de Ifigenia con su hermano Orestes, que escapa de la persecución de las Erinias por haber matado a su madre, Clitemnestra, y a su amante. Apolo ordenó a Orestes ir a Táurica para llevar la estatua de Artemisa que había caído del cielo a Atenas. Como todos los extranjeros iba a ser sacrificado, pero la sacerdotisa encargada era Ifigenia, que no había muerto. Volvieron a Grecia y Orestes tomó posesión del reino de su padre, Micenas, matando al hijo de Egisto. Ifigenia llevó la imagen al templo de Artemisa en Braurón, Ática, donde quedó como sacerdotisa. El relato explora temas como el sacrificio, el engaño y el perdón divino, ofreciendo una visión de lo complejo de las relaciones humanas y divinas y destacando la influencia de los dioses en el curso de la vida humana. 

La autora, Silvia Zarco, sigue a Esquilo en la muerte de Ifigenia, por lo que, en resumen, el fondo de la obra es el siguiente.  Ifigenia era hija del rey de Micenas, Agamenón, y la reina Clitemnestra y hermana de Electra y Orestes. Tras el rapto de Helena, esposa de Menelao, por el príncipe troyano Paris, se reunió un ejército aqueo para atacar a Troya y se eligió jefe a Agamenón, hermano de Menelao. El ejército se reunió en el puerto de Áulide, pero no podía zarpar al no haber viento. Agamenón había matado a un ciervo en una arboleda sagrada y alardeó de ser mejor cazador que Artemisa, por lo que la diosa estaba enfadada con él. El adivino Calcas reveló un oráculo según el cual Artemisa estaba detrás de la ausencia de viento, y la única forma de apaciguarla era sacrificando a la hija de Agamenón, Ifigenia.

El rey enfrenta un dilema desgarrador: sacrificar a su amada hija para ganarse el favor de la diosa y poder partir hacia Troya o desafiar a los dioses y arriesgar la vida de sus soldados y su campaña militar. Finalmente, la presión de sus hombres y la necesidad de mantener su liderazgo lo llevan a tomar la terrible decisión de ofrecer a Ifigenia como sacrificio, lo que debe mantenerse en secreto. Agamenón urde un engaño elaborado para su esposa Clitemnestra. Le dice que su hija está siendo enviada a Aulis para casarse con el valeroso guerrero Aquiles. Clitemnestra, ajena a la verdad, cree en las palabras de su esposo y permite que Ifigenia parta hacia lo que cree que será su boda.

Eurípides cuenta que Agamenón quiso rectificar, arrepentido de su decisión. Ifigenia y Clitemnestra se reúnen con Agamenón, felices por lo que creen que va a ser una boda, aunque la madre se enfada por la insistencia del padre en que no esté presente y vaya a atender a los otros hijos. Llega Aquiles ante la tienda de Agamenón, y sale a su encuentro Clitemnestra, que se le presenta como la madre de su futura esposa. Aquiles, que nada sabía del asunto, se asombra y le responde que él no tiene noticias de boda. El anciano esclavo les revela el verdadero propósito de la venida de Ifigenia. Aquiles, ofendido porque se hayan aprovechado de su nombre sin hacérselo saber, se compromete a evitar el sacrificio. La propia Ifigenia se entera de la verdad, y Clitemnestra increpa a Agamenón y trata de hacerle recapacitar, mientras Ifigenia suplica abrazada a las rodillas de su padre. Agamenón responde que si se niega a permitir el sacrificio no solo morirá ella, sino que el ejército matará a toda su familia.

Aquiles acude al encuentro de Ifigenia y Clitemnestra y les explica que él mismo ha estado a punto de ser lapidado por el resto del ejército por oponerse al sacrificio. Ifigenia se resigna a morir para evitar desgracias a Aquiles y porque comprende que es necesario para que los aqueos puedan castigar el rapto de Helena. Asimismo, pide a su madre que no guarde rencor a su padre. Este engaño provocará futuros conflictos y tragedias en la familia real de Micenas. Clitemnestra nunca perdona a Agamenón por el sacrificio de su hija, y tramará su venganza para el regreso del rey de la guerra de Troya. Más tarde, un mensajero cuenta lo que ha ocurrido al ir a hacer el sacrificio: alguna deidad la ha hecho desaparecer y la ha cambiado por una cierva.

Esquilo y Lucrecio indican que Ifigenia fue sacrificada, pero la tradición mayoritaria afirma que Artemisa, conmovida por su valentía y la injusticia de su destino, decidió reemplazarla por una corza, salvarla de la muerte y transportarla a la distante tierra de Táurida, en la península de Crimea, donde se convirtió en su sacerdotisa con la misión de sacrificar a los extranjeros como ofrendas a la diosa, continuando el ciclo sin fin de la muerte. Los dioses habían dado por bueno el sacrificio y los griegos pudieron zarpar rumbo a Troya. La trágica historia combina la ambición y cobardía de los poderosos con la valentía de Ifigenia.




La violencia engendra más violencia y será necesaria la muerte de Políxena, hija de Príamo y Hécuba, incitada por el espíritu de Aquiles y como mal necesario para que los aqueos puedan regresar a Grecia. También muere Polidoro, hermano de Políxena, y Poliméstor, su asesino. Ya en Micenas, muere Agamenón, a manos de su mujer, Clitemnestra, y el amante de ésta, Egisto. Clitemnestra, como madre de Ifigenia, no ha perdonado su muerte a Agamenón y se venga matándolo, pero la venganza continuará y ella, y Egisto, serán muertos por su hijo Orestes. También Hécuba, como madre, se vengará de Poliméstor.

La representación de la obra es correcta. La escenografía es sencilla, con unas rocas polivalentes -asiento, trono, altar de sacrificio, escalera, pequeña acrópolis- alineadas a lo ancho del escenario, teniendo un color destacado y mayor tamaño la situada en el centro. Destaca un foso con arena situado en la orchestra, al lado del proscaenium. No hay nada que tape el fondo, de modo que el propio teatro es el retablo. La música también es sencilla, con unos bajos retumbantes que subrayan los momentos más dramáticos. La iluminación, como la música, potencia los momentos decisivos. El elenco está bien, especialmente los papeles principales, porque los demás tienen actuaciones breves, y parece bien dirigido.

La obra, que sigue muy linealmente el argumento mitológico, está estructurada de modo que, a un momento de presentación del contexto, tranquilo, con poco movimiento escénico, sin música y con escasa iluminación, le sigua un momento dramático, que coincide con alguna de las muertes. En ese momento se desatan todas las furias y para destacar la mayor acción dramática, aumentan los sonidos y la iluminación, especialmente el color rojo. Los momentos explicativos, tranquilos, pueden llegar a hacerse algo largos, con algunos monólogos quizá excesivos.

En resumen, una buena obra, digna de este magnífico Festival. Un buen texto -Silvia Zarco-, una buena dirección -Eva Romero- y una buena actuación -Juanjo Artero, María Garralón, Beli Cienfuegos, Laura Moreira, etc.-. Una buena obra que, al margen de los detalles, tiene un fondo de actualidad en la violencia contra las mujeres que, en definitiva, es una violencia contra toda la sociedad. Violencia que engendra venganza, ansias de justicia y más violencia, y el deseo de que la voz de las vencidas y humilladas no quede en el olvido.






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