A orillas del Henares.
4.ARTE (IV, Siglo XIX).
Alcalá de Henares era, ya a principios de siglo, una ciudad en decadencia, al servicio de la capital. Además de los desastres de la guerra, general a todos los lugares, se perdió la Universidad, generadora de la vida alcalaína, a lo que hay que unir la desamortización de tantos bienes religiosos. Algunos se demolieron, como el convento de san Diego y los colegios menores de Santa Balbina y de san Bernardo hacia 1845, construyéndose en su lugar los cuarteles del Príncipe y Lepanto. También desaparecieron en su totalidad los colegios de los Manriques y Mercedarios Calzados, ambos en la calle Colegios, mientras que del cercano convento del Carmen Descalzo sólo se respetó la iglesia, levantándose en su solar la Galera o cárcel de mujeres. Igual suerte corrió el edificio de la Merced Descalza, calle del Empecinado, con buena parte del convento derribado y la iglesia convertida en picadero del cuartel de Sementales. También en este siglo vio Alcalá desaparecer una gran parte de su muralla, torreones y puertas monumentales, salvo el palacio Arzobispal, lo que cambió profundamente su imagen paisajística y disminuyó grandemente su patrimonio arquitectónico.
En otros hubo que hacer modificaciones para adaptarlos a sus nuevas funciones de carácter militar, penitenciario, institucional o particular. Desaparecieron torres y cúpulas como en el convento de la Madre de Dios, destinado a juzgado, San Nicolás de Tolentino (convento de las Juanas), San Agustín o San Basilio. Una nueva fachada, que cubrió la original, cambio la faz del hospital de San Lucas, del colegio de los Verdes o del de Agonizantes (Ayuntamiento). Otros se degradaron como los colegios de Santa Justa y Rufina (casa de los Lizana) o de los Irlandeses. Algunos pasaron a los militares, como Jesuitas, Caracciolos, Trinitarios, etc., lo que cambió el carácter de la ciudad, de clérigos y estudiantes a castrense. Con todo, se conservaron muchos edificios de conventos y colegios desamortizados. El mayor logro de los alcalaínos fue la creación de la Sociedad de Condueños que consiguió comprar los edificios universitarios, ya expoliados, al conde de Quinto, salvándose para el futuro. También se salvaron el palacio Arzobispal que fue devuelto a la Iglesia, reservándose el Estado su uso como archivo. El sepulcro y restos del cardenal Cisneros se llevaron de la capilla de san Ildefonso, abandonada, al crucero de la Magistral en 1857. También se llevaron a la Magistral, desde el demolido convento de san Diego, el arzobispo Carrillo (trascoro) y san Diego (capilla lateral). El mantenimiento de los edificios era muy difícil, por la falta de reparaciones y por los cambios de uso que sufrían. El “Colegio de Málaga” en Alcalá de Henares, por ejemplo, edificio del siglo XVII, perdió su carácter universitario en 1843. En 1858 se instaló el asilo de san Bernardino, dependiente del Ayuntamiento de Madrid, al no haberse vendido en 1856 en primera subasta. En el siglo XX sufriría nuevas transformaciones.El ferrocarril llegó en 1859, pero el Canal del Henares no llegó, a pesar de que estaba construido hasta Meco, por la quiebra de la compañía constructora en 1859. La situación social y económica no era muy activa, pero se hicieron algunos progresos, coincidiendo con un cierto renacimiento de la vida cultural, construyéndose el Círculo de Contribuyentes, matadero, palacete neomudéjar Laredo (1880-84), teatro Cervantes (1888), cementerio, kiosco de la música, estatuas de Cervantes, Cisneros y el Empecinado (1879), parque O´Donnell, plaza de los Santos Niños.
El Círculo de Contribuyentes, situado en la plaza de Cervantes, fue construido en 1893 por el arquitecto local Martín Pastells, sobre lo que fueron casas de los estudiantes en tiempos de Cisneros. Está realizado en el característico estilo neomudéjar, con ladrillo visto, al igual que el palacete Laredo, el antiguo matadero o la sede del Centro de Interpretación del Burgo de Santiuste. Destacan los grandes ventanales con arco de medio punto, al igual que la entrada rematada por un barómetro. Una amplia escalinata con barandillas de piedra caliza lleva a la primera planta, con dos terrazas a los lados. Tiene dos plantas, un semisótano y tres patios interiores. Acoge al restaurante El Casino.
Hubo otros ejemplos de pintura decorativa mural, desgraciadamente desaparecidos: Juan de Borgoña en el palacio Arzobispal y en el Paraninfo de la Universidad, en el antiguo convento de san Juan de la Penitencia, Bernardas, Magistral, convento de las Dominicas de Stª Catalina de Siena, sacristía y claustro del Colegio Máximo de Jesuitas. En la iglesia de Santiago, antigua mezquita convertida en parroquia cristiana por Cisneros en 1501 y reedificada hacia 1600 de forma muy sencilla, había un retablo pintado por Laredo con afinidades con el de san Isidro.
De este siglo es la verja del palacio Arzobispal de Alcalá de Henares que se salvó en 1858 al solicitar el Ayuntamiento la instalación del Archivo Central. Hubo obras en los años 1861-65 y restauración de murallas y torreones desde 1890. De esos momentos es la verja que sustituyó el muro de tapial. El proyecto de la verja se debió al arquitecto Juan de Urquijo que tuvo interés por dejar visible la fachada principal. Tiene 56,10 m de longitud, está colocada sobre un zócalo de piedra de Colmenar y es de hierro dulce los balaustres, cerraduras y remates y de hierro fundido las columnas, centros de bajorrelieves y remates superiores.El desarrollo de Guadalajara, como el de Alcalá, estaba
poco activo y se fundamentó en su función administrativa como capital de
provincia y en la Academia de Ingenieros Militares desde 1840. Superado el
neoclasicismo, el estilo artístico derivará hacia el eclecticismo.
Panteón de la Condesa de la Vega del Pozo. María Diega Desmaissieres, duquesa de Sevillano, encargó en 1881 a Ricardo Velázquez Bosco la construcción de varios edificios destinados a establecimientos benéficos y panteón familiar. El panteón, con cúpula de cerámica vidriada, parece de influencia del norte de Italia que combina elementos orientales dándole un aire bizantino. Tiene planta de cruz griega. En el interior destacan el altar, con un calvario pintado por Alejandro Ferrán, y el grupo escultórico de Ángel García Díez en la cripta, alarde técnico en la bóveda con su nervadura casi plana. Es de notar la riqueza de materiales y la perfección de su acabado. Otras influencias son el plateresco en el edificio central, el románico en el claustro y el mudéjar e islámico en la iglesia.
Palacio de la condesa de la Vega del Pozo. Tiene aneja la iglesia de San Sebastián. En 1887, el arquitecto Ricardo Velázquez Bosco reformó un antiguo edificio. Muestra el estilo ecléctico del autor y destacan la torre de la capilla y su portada, rematada por relieve que representa el martirio de San Sebastián. Su estructura imita los grandes palacios de la nobleza del siglo XVI, cuyo patio conserva, y el oratorio se trata en su fachada como un monumento plateresco.
Poblado de Villaflores, en el borde de Monte Alcarria. Ideal de explotación agrícola, incluyendo una casona, capilla, escuela, dos molinos aceiteros, gran silo cilíndrico con palomar y una serie de casas y almacenes. Fue proyectado por el arquitecto Ricardo Velázquez Bosco a instancias de la condesa de la Vega del Pozo. La construcción comenzó en 1886-87. El edificio principal o casa de labor es de planta cuadrada con gran patio interior, consta de planta baja y bajo-cubierta. El portalón de acceso, con alto frontón, escudo, reloj y campanil, está en la fachada principal. En el interior había dos viviendas, oficinas y escuela. Un edificio sobresaliente es el palomar, de planta circular y dos alturas. La capilla se dedica a San Diego, está rodeada por cerca ovalada y dividida en tres salas: acceso, capilla y sacristía. Las viviendas forman cuatro bloques pareados de dos plantas. El conjunto se completa con un molino para extraer agua, bodega y almacén.
A pesar de que el tiempo y la
mano del hombre ha ido deteriorando de forma irreversible el patrimonio
artístico acumulado en los siglos anteriores, en algunas ocasiones ha habido
intentos de conservación y de que las restauraciones no cambiasen su fisonomía.
Es el caso del torreón de Bejanque y el intento de la Comisión de
Monumentos de Guadalajara de impedir su derribo en los meses de febrero y marzo
de 1884.
El siglo XIX vio la aparición de nuevos estilos, destacando el uso del hierro, introducido por el ingeniero Ugarte en la estación de Guadalajara en 1858. Un pequeño puente de hierro, bello en su simplicidad, cruza el Henares a la altura de Azuqueca de Henares.
En el siglo XIX trabajaron en
la zona varios pintores procedentes de la misma, como Juan Baquero Zarza,
natural de Imón, Luis de la Fuente Almazán, de Guadalajara y Nicolás López
Morales, quizá de Guadalajara.
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