sábado, 31 de agosto de 2024

 A orillas del Henares.

4.ARTE (IV, Siglo XIX).

El siglo XIX, desde el punto de vista artístico, no fue un buen siglo para el valle del Henares. Los avatares históricos fueron más destructivos que constructivos y las tres ciudades del valle se vieron inmersas en episodios de decadencia, por lo que no abundan las nuevas construcciones y proyectos. La llegada del ferrocarril (Alcalá y Guadalajara-1859, Sigüenza-1862) o el renacer cultural de fin de siglo no consiguieron la reactivación deseada.

Alcalá de Henares era, ya a principios de siglo, una ciudad en decadencia, al servicio de la capital. Además de los desastres de la guerra, general a todos los lugares, se perdió la Universidad, generadora de la vida alcalaína, a lo que hay que unir la desamortización de tantos bienes religiosos. Algunos se demolieron, como el convento de san Diego y los colegios menores de Santa Balbina y de san Bernardo hacia 1845, construyéndose en su lugar los cuarteles del Príncipe y Lepanto. También desaparecieron en su totalidad los colegios de los Manriques y Mercedarios Calzados, ambos en la calle Colegios, mientras que del cercano convento del Carmen Descalzo sólo se respetó la iglesia, levantándose en su solar la Galera o cárcel de mujeres. Igual suerte corrió el edificio de la Merced Descalza, calle del Empecinado, con buena parte del convento derribado y la iglesia convertida en picadero del cuartel de Sementales. También en este siglo vio Alcalá desaparecer una gran parte de su muralla, torreones y puertas monumentales, salvo el palacio Arzobispal, lo que cambió profundamente su imagen paisajística y disminuyó grandemente su patrimonio arquitectónico.

En otros hubo que hacer modificaciones para adaptarlos a sus nuevas funciones de carácter militar, penitenciario, institucional o particular. Desaparecieron torres y cúpulas como en el convento de la Madre de Dios, destinado a juzgado, San Nicolás de Tolentino (convento de las Juanas), San Agustín o San Basilio. Una nueva fachada, que cubrió la original, cambio la faz del hospital de San Lucas, del colegio de los Verdes o del de Agonizantes (Ayuntamiento). Otros se degradaron como los colegios de Santa Justa y Rufina (casa de los Lizana) o de los Irlandeses. Algunos pasaron a los militares, como Jesuitas, Caracciolos, Trinitarios, etc., lo que cambió el carácter de la ciudad, de clérigos y estudiantes a castrense. Con todo, se conservaron muchos edificios de conventos y colegios desamortizados.

El mayor logro de los alcalaínos fue la creación de la Sociedad de Condueños que consiguió comprar los edificios universitarios, ya expoliados, al conde de Quinto, salvándose para el futuro. También se salvaron el palacio Arzobispal que fue devuelto a la Iglesia, reservándose el Estado su uso como archivo. El sepulcro y restos del cardenal Cisneros se llevaron de la capilla de san Ildefonso, abandonada, al crucero de la Magistral en 1857. También se llevaron a la Magistral, desde el demolido convento de san Diego, el arzobispo Carrillo (trascoro) y san Diego (capilla lateral). El mantenimiento de los edificios era muy difícil, por la falta de reparaciones y por los cambios de uso que sufrían. El “Colegio de Málaga” en Alcalá de Henares, por ejemplo, edificio del siglo XVII, perdió su carácter universitario en 1843. En 1858 se instaló el asilo de san Bernardino, dependiente del Ayuntamiento de Madrid, al no haberse vendido en 1856 en primera subasta. En el siglo XX sufriría nuevas transformaciones.




El ferrocarril llegó en 1859, pero el Canal del Henares no llegó, a pesar de que estaba construido hasta Meco, por la quiebra de la compañía constructora en 1859. La situación social y económica no era muy activa, pero se hicieron algunos progresos, coincidiendo con un cierto renacimiento de la vida cultural, construyéndose el Círculo de Contribuyentes, matadero, palacete neomudéjar Laredo (1880-84), teatro Cervantes (1888), cementerio, kiosco de la música, estatuas de Cervantes, Cisneros y el Empecinado (1879), parque O´Donnell, plaza de los Santos Niños.

 

El Círculo de Contribuyentes, situado en la plaza de Cervantes, fue construido en 1893 por el arquitecto local Martín Pastells, sobre lo que fueron casas de los estudiantes en tiempos de Cisneros. Está realizado en el característico estilo neomudéjar, con ladrillo visto, al igual que el palacete Laredo, el antiguo matadero o la sede del Centro de Interpretación del Burgo de Santiuste. Destacan los grandes ventanales con arco de medio punto, al igual que la entrada rematada por un barómetro. Una amplia escalinata con barandillas de piedra caliza lleva a la primera planta, con dos terrazas a los lados. Tiene dos plantas, un semisótano y tres patios interiores. Acoge al restaurante El Casino.

Manuel José Laredo y Ordoño se construyó esta vivienda particular, palacete Laredo, entre 1880 y 1884 en estilo neomudéjar, con decoración de yeserías y azulejos y con un minarete para el reloj. Incorpora elementos góticos, renacentistas, pompeyanos y modernistas y hace un uso exhaustivo de las posibilidades decorativas del ladrillo caravista. Estaba rodeado de un jardín romántico. En su interior hay 15 piezas arqueológicas originales trasladadas desde edificios de los siglos XV y XVI, como bóveda y columnas del castillo de Santorcaz, azulejos, etc. Hay salas inspiradas en la Alhambra y frescos con motivos pompeyanos y platerescos. El Salón de los Reyes está decorado con pinturas de distintos monarcas, con la representación medieval del firmamento en el techo. El arquitecto fue Juan José de Urquijo. Laredo lo vendió en 1895 al marcharse a vivir a Madrid.

La estatua de Cervantes en la plaza de su nombre es obra del escultor italiano Carlo Nicoli Manfredi, que dio a su obra escultórica la influencia del último romanticismo con ciertos toques realistas, aunque sus formas idealizadas, ropajes y expresiones dan un aire simbólico y monumental. Se apoya sobre un pedestal, obra de Manuel Laredo y realizado en piedra de Colmenar, sustituido en el siglo pasado, realizando José Noja, desde 1994, los cuatro relieves que lo adornan. La estatua mide 2,09 metros y pesa en torno a 750 kilos. Es una aproximación idealizada del escritor, cuando no se conocía el famoso retrato de Juan de Jáuregui. El monumento fue inaugurado por el alcalde Esteban Azaña (padre de Manuel Azaña) el 9 de octubre de 1879.

La plaza de Cervantes tiene dos monumentos característicos, la estatua del escritor y el quiosco de la música. El proyecto que se llevó a cabo, aprobado en 1897 y terminado al año siguiente, fue el del arquitecto municipal Martín Pastells y Papell, autor también del Círculo de Contribuyentes. Tiene planta octogonal de unos 10 metros de diámetro y está realizado en hierro fundido, excepto el antepecho que es de hierro forjado, todo sobre un elevado zócalo. En el pedestal de las columnas se aprecia la firma de la fundición “Lebrero. Madrid”. En lo alto de las columnas hay un arco conopial con gran decoración en cada lado del octógono, con una banda decorativa horizontal que continúa en la crestería, donde destacan los ángulos y los escudos. La cubierta está realizada con rombos de zinc y culminada en un bello remate.

La ermita de san Isidro, en Alcalá de Henares, fue fundada en 1650 por Juan Castillejo en las “Eras de Afuera”, junto al antiguo cementerio judío, en el camino de Meco, siguiendo el cauce que traía las aguas desde el prado de Villamalea y el Caño Gordo hasta el foso de la muralla. Su planta es de cruz griega y la construcción sólida y modesta, con bóveda de cañón y cúpula en el crucero. El retablo original, destruido, fue sustituido en 1885 por la actual pintura, obra de Manuel José de Laredo y Ordoño, alavés afincado en Alcalá, que fingió la continuación de la propia arquitectura del edificio en un ábside semicircular abovedado, en un efecto muy logrado sin relación con la titularidad del templo. Está realizada en pintura al temple con retoques de óleo.

Hubo otros ejemplos de pintura decorativa mural, desgraciadamente desaparecidos: Juan de Borgoña en el palacio Arzobispal y en el Paraninfo de la Universidad, en el antiguo convento de san Juan de la Penitencia, Bernardas, Magistral, convento de las Dominicas de Stª Catalina de Siena, sacristía y claustro del Colegio Máximo de Jesuitas. En la iglesia de Santiago, antigua mezquita convertida en parroquia cristiana por Cisneros en 1501 y reedificada hacia 1600 de forma muy sencilla, había un retablo pintado por Laredo con afinidades con el de san Isidro.

De este siglo es la verja del palacio Arzobispal de Alcalá de Henares que se salvó en 1858 al solicitar el Ayuntamiento la instalación del Archivo Central. Hubo obras en los años 1861-65 y restauración de murallas y torreones desde 1890. De esos momentos es la verja que sustituyó el muro de tapial. El proyecto de la verja se debió al arquitecto Juan de Urquijo que tuvo interés por dejar visible la fachada principal. Tiene 56,10 m de longitud, está colocada sobre un zócalo de piedra de Colmenar y es de hierro dulce los balaustres, cerraduras y remates y de hierro fundido las columnas, centros de bajorrelieves y remates superiores.

 

El desarrollo de Guadalajara, como el de Alcalá, estaba poco activo y se fundamentó en su función administrativa como capital de provincia y en la Academia de Ingenieros Militares desde 1840. Superado el neoclasicismo, el estilo artístico derivará hacia el eclecticismo.

Panteón de la Condesa de la Vega del Pozo. María Diega Desmaissieres, duquesa de Sevillano, encargó en 1881 a Ricardo Velázquez Bosco la construcción de varios edificios destinados a establecimientos benéficos y panteón familiar. El panteón, con cúpula de cerámica vidriada, parece de influencia del norte de Italia que combina elementos orientales dándole un aire bizantino. Tiene planta de cruz griega. En el interior destacan el altar, con un calvario pintado por Alejandro Ferrán, y el grupo escultórico de Ángel García Díez en la cripta, alarde técnico en la bóveda con su nervadura casi plana. Es de notar la riqueza de materiales y la perfección de su acabado. Otras influencias son el plateresco en el edificio central, el románico en el claustro y el mudéjar e islámico en la iglesia.


Palacio de la condesa de la Vega del Pozo.
Tiene aneja la iglesia de San Sebastián. En 1887, el arquitecto Ricardo Velázquez Bosco reformó un antiguo edificio. Muestra el estilo ecléctico del autor y destacan la torre de la capilla y su portada, rematada por relieve que representa el martirio de San Sebastián. Su estructura imita los grandes palacios de la nobleza del siglo XVI, cuyo patio conserva, y el oratorio se trata en su fachada como un monumento plateresco.

 

Poblado de Villaflores, en el borde de Monte Alcarria. Ideal de explotación agrícola, incluyendo una casona, capilla, escuela, dos molinos aceiteros, gran silo cilíndrico con palomar y una serie de casas y almacenes. Fue proyectado por el arquitecto Ricardo Velázquez Bosco a instancias de la condesa de la Vega del Pozo. La construcción comenzó en 1886-87. El edificio principal o casa de labor es de planta cuadrada con gran patio interior, consta de planta baja y bajo-cubierta. El portalón de acceso, con alto frontón, escudo, reloj y campanil, está en la fachada principal. En el interior había dos viviendas, oficinas y escuela. Un edificio sobresaliente es el palomar, de planta circular y dos alturas. La capilla se dedica a San Diego, está rodeada por cerca ovalada y dividida en tres salas: acceso, capilla y sacristía. Las viviendas forman cuatro bloques pareados de dos plantas. El conjunto se completa con un molino para extraer agua, bodega y almacén.

Otros edificios de esta época son el castillo del fuerte de San Francisco (1879), la portada y ábside del santuario de la Virgen de la Antigua (imitación mudéjar), el Palacio de la Diputación (1880-83, sobre el solar del palacio de los Gómez de Ciudad Real), la parroquia de San Gines, (fachada de imitación renacentista, patio central neo-mudéjar), el Ayuntamiento (inaugurado en 1906, fachada con elementos platerescos combinados con eclecticismo), el Mercado de Abastos (armazones de hierro), la Cárcel Provincial (planta de cruz latina con gran cúpula central, fachada rematada en barbacana almenada, 1880-87). 




A pesar de que el tiempo y la mano del hombre ha ido deteriorando de forma irreversible el patrimonio artístico acumulado en los siglos anteriores, en algunas ocasiones ha habido intentos de conservación y de que las restauraciones no cambiasen su fisonomía. Es el caso del torreón de Bejanque y el intento de la Comisión de Monumentos de Guadalajara de impedir su derribo en los meses de febrero y marzo de 1884.




 

En Sigüenza, la construcción del dieciochesco barrio de San Roque se terminó en los primeros años del siglo XIX con el paseo de la Alameda, un gran jardín neoclásico y remate vegetal de la ciudad, ya en el llano y cerca del río, impulsado por el obispo Pedro Inocencio Vejarano. Está cercada por una barbacana en la que se abren dos puertas, una con un arco barroco. Tiene un carácter geométrico y racional, un trazado lineal, limitado por Santa María de los Huertos al norte, la ermita del humilladero al oeste, las Ursulinas al este y el barrio de San Roque al sur. Se inauguró en 1804. La estación del ferrocarril se construyó en 1862 y hacia final de siglo se inició el componente veraneante para familias acomodadas de las grandes capitales. 





El siglo XIX vio la aparición de nuevos estilos, destacando el uso del hierro, introducido por el ingeniero Ugarte en la estación de Guadalajara en 1858. Un pequeño puente de hierro, bello en su simplicidad, cruza el Henares a la altura de Azuqueca de Henares.




 


En el siglo XIX trabajaron en la zona varios pintores procedentes de la misma, como Juan Baquero Zarza, natural de Imón, Luis de la Fuente Almazán, de Guadalajara y Nicolás López Morales, quizá de Guadalajara.



Las calles de Santa Úrsula y Colegios de Alcalá de Henares a finales del siglo XIX.
Fotografía perteneciente a la colección del Ateneo de Madrid.


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