Goya. El despertar de la conciencia.
Apartado 1. El pintor, la
norma y la clientela: obras hechas para la Iglesia, Nobleza, Rey y Corte y
él mismo. Destinatarios diversos.
Apartado 2. El despertar de
la conciencia. Pone en duda la concepción de la pintura en la etapa
anterior y se plantea una manera diferente.
Apartado 3. Una pintura al
margen del estilo. Se muestra contrario a la imposición de cualquier norma
en la pintura.
Apartado 4. La expresividad
de la razón. Obras con un aumento del color y la expresividad dentro de un
contexto histórico marcado por la Guerra de la Independencia, que influirá en
su obra.
1.Autorretrato ante su caballete, 1785.
Cuadro de pequeño formato, 42 x 28 cm, de los llamados
“de gabinete”. Goya tiene otros autorretratos, éste de cuerpo entero pintando
en su estudio, de perfil y mirando hacia el espectador seguro de sí mismo,
vestido con indumentaria moderna para la época, como los toreros. El aparatoso
sombrero estaba preparado con un armazón para colocar velas y pintar con luz no
natural. Sorprende la iluminación a contraluz, nada habitual en el retrato, con
una gran ventana al fondo, paleta en la mano izquierda, tonos claros en la
derecha y oscuros en la izquierda bordeando la paleta y dejando libre la zona
central para realizar las mezclas. En la parte central aparece una mesa camilla
sobre la que hay recado de escribir y papel, denotando el deseo de aparecer caracterizado
como intelectual. La ejecución parece hecha con gran rapidez a base de manchas
de carácter impresionista.
2. Mariano Goya “Marianito”, 1813-1815.
Francisco de Goya y su esposa Josefa Bayeu tuvieron seis
hijos, pero todos murieron en la primera infancia a excepción de Javier, que,
en 1804, casó con Gumersinda Goicoechea, con quien tuvo un único hijo, Mariano,
“Marianito”. Goya cuidó de la situación económica de su hijo y familia y
vivieron juntos hasta 1806, año en que nació el nieto. El pintor retrató a su
nieto en tres ocasiones, a los 7-9 años en este cuadro, en el que viste según
el gusto de la época, con sombrero negro y chaqueta del mismo color que
contrasta con el cuello de encaje blanco, donde su puede apreciar la
extraordinaria pincelada del artista. Es un retrato de medio cuerpo, sentado
junto a una partitura lo que hace suponer que está en clase de música, signo de
distinción que denota el ascenso social de la familia.
3.Juan de Villanueva, 1805.
Máximo exponente de la arquitectura neoclásica en España
y miembro ilustre de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. A él se
deben el actual Prado, el oratorio de Caballero de Gracia y el teatro del
Príncipe. Goya retrata a su amigo vestido con el uniforme de académico de la
Real Academia de San Fernando que consta de casaca azul oscura bordada con
hilos de plata a tono y chaleco rojo. Es una obra refinada en la que él pintor
da muestras de su dominio de la técnica con toques grandes en el estudio de la
vestimenta y maestría en la captación de los rasgos del retratado, cuya
personalidad reflexiva es destacada con realismo a través de una mirada vivaz.
El empaque del retrato en uniforme se compagina con el gesto naturalísimo de la
mano sosteniendo un plano ante la mesa de trabajo. Un foco de luz lateral
ilumina el rostro del personaje haciendo resaltar sus arrugas y una media
sonrisa en la boca.
4.Leandro Fernández de Moratín, 1799.
Fue uno de los intelectuales españoles más relevantes de
los siglos XVIII y XIX, importante como autor teatral y renovador de las artes
escénicas de su tiempo. Moratín compartía con Goya un sentido crítico sobre los
defectos de la sociedad de la época. Estaban unidos ambos por el espíritu
ilustrado y la necesidad de rehacer una España sumida en la ignorancia. El
dramaturgo, de 39 años, aparece de medio cuerpo sobre un fondo oscuro y su
rostro iluminado por una luz dorada en la que su mirada, dirigida al espectador,
deja entrever su carácter tímido y retraído. Es un retrato psicológico basado
en unos ojos vivaces. Su vestimenta es elegante, pero sobria. Lleva el pelo
natural suelto, a la moda de los revolucionarios franceses, casaca a la última
moda con corbatín negro romántico. Es una composición intimista de pincelada
suelta, rápida y empastada.
5.El entierro de la sardina, 1814-1816.
Es una obra de pequeño formato que Goya pintó entre 1814 y 1816 en una serie de cuadros de gabinete de costumbres españolas. Refleja la tradición carnavalesca del último día de las fiestas, el final del periodo de mundo al revés. El cuadro, que ha variado respecto al dibujo previo, representa una procesión multitudinaria de personajes de figuras inquietantes: un hombre que baila en hábito de fraile; dos mujeres centrales que, en el dibujo, eran monjas; un hombre vestido de negro con una cara parecida a una calavera; otro hombre que blande una pica en dirección a las mujeres (instinto sexual); unos niños, etc. De la inicial parodia religiosa se ha pasado a la presencia de la fiesta, el baile, la risa, etc. El punto central del cuadro está ocupado por el dios Momo representado en el estandarte como el causante de todo el desvarío de la multitud. Era en la mitología griega la personificación del sarcasmo y las burlas. La composición forma un óvalo iluminado, alrededor del cual -como en un ruedo- se sitúa el público espectador. Este cuadro se distingue porque en él predomina la luz sobre la sombra y la alegría frente al drama. Trata de destacar la vitalidad popular más allá de las circunstancias políticas y sociales.
El entierro de la sardina, detalle
Procesión de flagelantes.
También llamado Procesión de disciplinantes, es un óleo sobre tabla de pequeño formato -46 x 73 cm-, que representa un ritual de fervor católico en unos disciplinantes -de blanco, con el torso desnudo, con las espaldas sangrantes- que fustigan sus espaldas en señal de penitencia, apareciendo en primer término de la procesión. Tras ellos sacan de una iglesia de gran tamaño imágenes de la Virgen de la Soledad, el Ecce Homo y el Cristo en la Cruz, acompañados por encapirotados de negro y beatas arrodilladas. A la derecha aparece un empalado, todo revestido de gran parafernalia de estandartes, cruces y faroles. Pertenece a la serie que representa aspectos terribles de la realidad española a la que la Ilustración y las ideas liberales pretenden reformar, en oposición a la política absolutista de Fernando VII. Aparecen individualizados los personajes que se encuentran en primer término, mientras en segundo plano está la muchedumbre anónima, poco iluminada.
Auto de fe de la Inquisición.También llamado Tribunal de la Inquisición, es
otro de los óleos sobre tabla de pequeño formato -46 x 73 cm-. Representa una
acusación por delitos contra la religión católica por parte del tribunal de la
Inquisición, en el interior de una iglesia. Aparecen varios encorozados, en
actitud sumisa, sometidos a un proceso en presencia de numeroso público. La
crueldad está representada por las llamas pintadas en las corozas, indicación
de la posible condena a muerte en la hoguera. También aquí aparecen
individualizados los personajes del primer término, mientras el fondo es
ocupado una masa anónima encuadrada en una atmósfera claustrofóbica. Un fraile
lee la sentencia desde una tribuna o púlpito y los demás escuchan, y se
adivinan los hábitos de franciscanos y dominicos.
6.Serie de los Caprichos.
Es el testimonio de una sociedad en crisis que asiste al
momento final del Antiguo Régimen y el nacimiento del pensamiento liberal
burgués. Goya busca hacer una dura crítica a la sociedad propagando las ideas
de una minoría ilustrada. La serie abarca todos los sectores sociales. Aparecen
representados temas como el engaño en las relaciones entre hombre y mujer, el
cortejo, la prostitución y los matrimonios desiguales o de conveniencia, la
sátira de la mala educación, las falsas creencias y la superstición producto de
la ignorancia. La brujería será la manifestación suprema de la falta de
instrucción y de la superstición. Otro de los aspectos es la condena de los
vicios del clero y la protesta contra los abusos del poder de los estamentos
sociales más altos. Estéticamente
anticipan la sensibilidad moderna y el desplazamiento hacia un arte dominado
por la subjetividad y la libertad creativa.
7.Capricho 39. Hasta su abuelo.
Durante la segunda mitad del siglo XVIII proliferaron las
sátiras contra los que se jactaban de su nobleza. Los sectores progresistas de
la sociedad consideraban a la nobleza hereditaria un obstáculo para las
aspiraciones de modernización del país. En el centro de la estampa vemos el
asno aristócrata que mira al espectador, mientras sostiene un libro apoyado en
la mesa donde muestra claramente su ascendencia. Al fondo, entre el libro y el
asno, se recorta la silueta de un búho. Quizá la obra es una crítica a Manuel
Godoy, que mandó hacer su árbol genealógico. El asno y el búho aparecen en
otras obras de Goya, con significado de ignorancia y necedad.
8.Capricho 43. El sueño de
la razón produce monstruos.
La imagen más reconocible dentro del imaginario de Goya.
En la estampa vemos a un hombre en sueños sin rostro, tras él un mundo de
monstruos, y en la parte inferior la frase que da título a la estampa. La
temática del sueño fue habitual en la literatura y las artes visuales del
periodo moderno como recurso que alienta la imaginación, permite al artista
alcanzar la libertad creativa y es subterfugio para ejercer la denuncia moral o
social y protegerse amparándose en el carácter inventivo de la imagen. Ofrece
un mundo de pesadilla exponiendo los monstruos, sin juzgarlos, presentando el
mundo de la noche.
9.Capricho 61. Volaverunt.
Es uno de los referentes icónicos de la serie de los
Caprichos, derivado del mito articulado en torno a las supuestas relaciones
íntimas con la duquesa de Alba. Casi todas las interpretaciones coinciden en
señalar la figura femenina como la duquesa, explicando la imagen como una
amarga crítica del amante despechado, pero no hay pruebas que confirmen el
romance. En la ordenación de los Caprichos, Volaverunt está incluido entre las
escenas de brujería. Sería uno de los pocos que harían
alusión a su vida privada.
10.Fusilamiento en un campo militar. 1808-1810.
En mitad de la noche, un grupo de soldados del ejército
napoleónico, situados a la derecha de la pintura, sorprende a una guarnición
española entre la que se encuentran varios civiles que seguramente buscaban
refugio en el asentamiento militar. Goya acentúa el dramatismo de la escena
introduciendo tonalidades rojizas producidas por el fogonazo de los fusiles y
un fuerte punto de luz sobre la madre que huye con su hijo en brazos. A la izquierda se sitúa una tienda de campaña roja engalanada con
estandartes y banderas. En el suelo hay cadáveres de militares vestidos con
casacas azules con bocamangas rojas y blancas y pantalones de color ocre que
señalan su pertenencia a uno de los regimientos españoles de la Guerra de la
Independencia.
11.Casa de locos. 1808-1812.
También llamado Manicomio,
es un óleo sobre tabla de pequeño formato, 46 cm × 73 cm. Goya representa
una alegoría de la locura universal que incluye a quienes dirigen el mundo,
todos ellos desnudos o semidesnudos. Vemos lo que parece un rey con su cetro y
corona, un alto eclesiástico con su tiara, un oficial del ejército o un jefe
salvaje entre otros personajes. La composición es muy compleja por la cantidad
de figuras y centros visuales que generan. Goya sitúa los motivos principales
formando un círculo con ellos y coloca en su centro a un militar en acción,
dándole mayor protagonismo. Esta podría ser una visión personal de Goya sobre
la locura.
12.Serie Los desastres de la Guerra.
Constituyen un alegato contra la barbarie y la sinrazón
humanas, contra la guerra y la violencia en sus diferentes formas. La difícil
situación en Madrid, asolada mortalmente por las enfermedades y el hambre, se
representa en gran número de estampas. Goya va más allá que con la serie de los
Caprichos porque mediante estas dramáticas imágenes no se refugia en visiones
subjetivas nacidas de su imaginación. Las referencias a la realidad son
directas. Aquí la crueldad, el fanatismo, el terror, la injusticia, la miseria,
la muerte son las fatales consecuencias de la guerra y de la represión
política.
13.Serie Los disparates.
La última serie que realiza entre 1816 y 1823 es la de Los
disparates, cuyo título no es fiable. En ella abundan las visiones
oníricas, la presencia de la violencia y el sexo, el miedo a lo desconocido y
la ridiculización de las instituciones relacionadas con el Antiguo Régimen, en
general la crítica del poder establecido. Se trata de una serie inacabada que
carece de una unidad y una lógica narrativa, siendo difícil de interpretar por
sus enigmáticas imágenes y por la ausencia de leyendas descriptivas. Las
propuestas de intencionalidad política cedieron paso a su contrario, el
psicoanálisis freudiano. No obstante, se está de acuerdo en una denuncia de los
abusos cometidos por un régimen opresor.
14.Disparate 13: modo de volar.
El pintor ya estaba trabajando en ella hacia 1815, año en
el que acabó el proceso de depuración política al que había sido sometido. En esta
estampa presenta una de las viejas aspiraciones del ser humano, la conquista de
los cielos, idea con la que ya trabajó Leonardo da Vinci en el Renacimiento. A
semejanza de los ingenios del italiano, las figuras de Goya vuelan con alas de
murciélago en un infinito cielo nocturno en busca de la libertad. Cinco figuras
planean de forma sosegada y tranquila, aunque no carente de esfuerzo, por un
aterciopelado fundo negro sin ninguna referencia espacial. Sólo la figura en
primer término está iluminada, como símbolo de la libertad de las aves.
15.La corrida de Toros y Tauromaquias.
Es una temática muy recurrente a lo largo de la
producción artística de Goya. El cuadro muestra, a las afueras de un pueblo, un
ruedo improvisado con talanqueras donde dos picadores y varios hombres a pie
practican la lidia. El pintor define el espacio y lo distancia del espectador
mediante las figuras del primer término, dejando diluirse en la luz las casas
abocetadas del fondo. El innovador tablero de composición está muy bien diseñado,
jugando con los colores: el toro, el picador a caballo y los peones están
representados por distintas manchas de color. La audiencia apenas está
esbozada. El punto de vista, en altura, fuera de marco, también es original,
permite ver las primeras filas, desde atrás.
El tema de los toros, por su aparente inmediatez y por la
remisión a la realidad, enraizada popularmente, podría llevar a
considerarla como un conjunto carente de la profundidad conceptual del
resto de su producción gráfica. Las imágenes son mucho más complejas de lo que
parecen y no aclaran la posición del autor sobre las corridas de toros. Pueden
ser debidas a una crisis personal tras la guerra, para llenar el hueco dejado
por la escasez de encargos oficiales y la elección de un tema inocuo, aunque se
apartó mucho del modelo tópico. Quizá la intención fuera crítica. Los coetáneos
del artista sí percibieron la tensión implícita en las imágenes, lo que quizá
fue causa del fracaso de su venta. La anulación de la distancia, la eliminación
de elementos anecdóticos y la valoración dramática de la luz y del vacío
constituyen los pilares de la construcción visual de Goya. Apenas está sugerida
la plaza por un fragmento de barrera y se intuye la presencia del público. Ha quedado reducida la escena a su esencia.
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