viernes, 17 de mayo de 2024

Camino de Santiago 2024.

Castrojeriz – Frómista

Comenzamos la tercera etapa con mejor temperatura que los días pasados. No hay viento que haga bajar la sensación térmica en esta zona azotada por el soplo del invierno hasta hace poco. Hoy es la etapa reina, más larga y con más desnivel. La salida sigue la larga calle de Castrojeriz, pasando por la iglesia de San Juan y cruzando la carretera para adentrarse en el monte.

Pronto se llega a la vega del río Odra, amplia terraza inundable cuando las aguas llegaban crecidas, y al puente de Bárcena. Las informaciones hablan de puente medieval, aunque entonces debió ser de madera y no se edificaría en piedra hasta el siglo XVI. En el siglo XVII, cuando se informa de daños por las riadas, se dice que medía 1.782 pies de largo (unos 490 m), por 10 pies de ancho y tenía 28 ojos, y que se hicieron reparaciones.




En la actualidad, el camino -con muros de piedra a los lados- tiene una longitud de unos 270 m, sin contar la parte que cruza el caudal regular del río.



 



El paso del río nos enfrenta a la dificultad de la jornada, la meseta de Mostelares, cuyo camino ascendente se ve claramente en la luz inicial de la mañana. El ascenso supone algo menos de dos kilómetros, al 12%, para salvar 142 m de desnivel. Algo hemos calentado desde Castrojeriz y, con un ritmo adecuado, se supera este duro comienzo.




Estamos a una altitud de 914 m, más que el castillo de Castrojeriz que está a 900 m, y disponemos de una magnífica panorámica sobre los campos de alrededor, cuyos colores van despertando a la mañana.


 



En el alto llano de este páramo, el último en la provincia de Burgos, junto al humilladero, sopla algo de viento y desciende la temperatura.







A nuestra derecha, al norte, se ve la Cordillera Cantábrica que aparece cercana, la distancia disminuida por la perspectiva.


 



Desde el otro extremo de la meseta, nuevamente tenemos el panorama desplegado a nuestros pies como un mapa. El descenso es fuerte, tanto que el camino está cementado para que puedan subir los vehículos agrícolas, y lo hacemos con paso más elástico que a la subida.


 

Una vez abajo el camino sigue llaneando hasta la fuente del Piojo, área de descanso, lugar de reunión peregrina. Todos paramos y descansamos un poco mientras bebemos y comemos una fruta. La etapa es larga y el descanso corto. Seguimos hasta el primer albergue de la ruta de hoy, la ermita de san Nicolás, rotundo edificio en buena sillería caliza, que no tiene sentido como ermita, por lo que quizá sea resto de alguna de las instituciones que hubo en Itero del Castillo o de Puente Fitero, localidad de la que se tienen noticias a mediados del siglo XII, en la ribera izquierda del río Pisuerga y vinculada al puente al que daba nombre. En la actualidad está desaparecida, quedando únicamente la antigua parroquia de San Nicolás, rehabilitada como albergue. La ocupación de este espacio está justificada por ser punto de control del río, nudo de comunicación y paso obligado del Camino de Santiago.

En el poema de Fernán González se dice: “Entonçe era Castyella un pequeño rincón / Era de castellanos Montes d´Oca mojón / E de la otra parte Fitero el fondon”. La etimología de Itero remite a la condición fronteriza, fito, hito, “piedra clavada en el suelo”, marca. En el Liber sancti Iacobi se llama Pons Fiterie, alusión al gran puente románico de once ojos mandado construir por Alfonso VI (el actual es del siglo XVI). En Fitero hubo casa importante de la Orden del Hospital de San Juan de Jerusalén dedicada a la asistencia de peregrinos y un hospital del noble Nuño Pérez de Lara. Este pueblo, muy cercano, tiene albergue señalado con anterioridad, pero el Camino no pasa por él.

El puente, atribuido a Alfonso VI, se menciona en las crónicas y guías medievales del Camino como Ponte Fittir, Ponteroso o Puente della Mula. Existen noticias sobre su mal estado durante la Edad Media por las crecidas del Pisuerga. Hacia 1590 se construye uno nuevo, del que se conserva parte. Del s. XVI se conservan seis arcos con cinco tajamares y cinco pilastras en la orilla derecha, aguas arriba. La fábrica es de piedra caliza de la zona (dolomítica) más o menos escuadrada. En el siglo XVIII se produce la última gran reparación. Se construyen cuatro nuevos arcos con cuatro pilas, de nueva factura con sillares escuadrados y homogéneos y se prolonga hasta los espolones y tajamares creando descansaderos. En el siglo XX, para permitir el paso de vehículos, hay nuevas intervenciones. Tiene once arcadas.

Su sentido estratégico y fronterizo -límite entre las jurisdicciones de los obispados de Burgos y Palencia-, determinó la construcción del puente, de un hospital -del que se desconoce la ubicación exacta- y de un priorato. Asociadas al puente aparecen infraestructuras relacionadas con la explotación de los recursos hidráulicos tales como una pesquera, un molino, aliviaderos y aceñas (molinos fluviales movidos por una rueda vertical). Quedan vestigios como una escollera, quizá presa de contención, en la orilla derecha. En el intradós del ojo del arco situado en el extremo occidental del puente se conservan unos entalles que pueden ser interpretados como pertenecientes a un molino de los denominados “so la puente” (molino fluvial instalado bajo los arcos adosando sus ruedas a la propia estructura del puente).

El río Pisuerga ha nacido en la Cueva del Cobre, a 1.600 m de altitud, en la Cordillera Cantábrica, zona protegida por el Parque Natural de Fuentescarrionas y Fuente del Cobre, aludiendo al nacimiento del Pisuerga y de su afluente el Carrión. En Alar del Rey entrega parte de su caudal al Canal de Castilla, gran obra de ingeniería del siglo XVIII, que discurre en paralelo al río. En este punto es atravesado por el Camino de Santiago. Los ríos que hemos atravesado, el Arlanzón y el Odra, y el que atravesaremos, el Carrión, son sus afluentes. Quizá su nombre proceda de la ciudad prerromana de Pisoraca, la actual Herrera de Pisuerga, Palencia, perteneciente al pueblo de los turmódigos y que después fue importante asentamiento romano. Su vegetación de ribera se compone principalmente de choperas, alisedas y saucedas, especies bien adaptadas al medio acuático, que incluso pueden soportar los terrenos encharcados y las inundaciones estacionales.

Hemos recorrido unos nueve kilómetros cuando, tras cruzar el puente sobre el río Pisuerga, dejamos Burgos y nos adentramos en la provincia de Palencia, en la comarca de Tierra de Campos, que son campos de tierra, un territorio de gran homogeneidad geofísica, de interminable y recto horizonte, de escasez de árboles. Jorge Guillén, desde la atalaya de Montealegre: “El castillo divisa la llanura / Tierra de Campos, infinitamente / Todo en su desnudez así perdura / Elemental planeta, frente a frente”. La Crónica Albeldense del s. IX llamó a esta región “Campos Góticos”. La zona está conformada por sedimentos cuaternarios (arenas, conglomerados, arcillas arenosas) de escasa pendiente con la alteración producida por los cursos fluviales, todos afluentes del Pisuerga, caracterizados por la irregularidad de su caudal, con estiajes en verano y crecidas en otoño e invierno.

Muy pronto llegamos a Itero de la Vega, pueblo situado a 772 m de altitud y que contaba con 146 habitantes en 2023. Dejamos a la izquierda del camino la ermita de la Piedad, del siglo XIII, con una imagen de Santiago Peregrino, y seguimos hasta la primera edificación a la derecha, que es albergue y restaurante, donde paramos para redesayunar. El origen del pueblo se remonta a la repoblación de Alfonso III de Asturias entre los siglos IX y X. En el siglo X Fernando Mentález, señor de Melgar de Fernamental, extendió sus dominios por el Pisuerga y le otorgó fuero en el año 950, al tiempo que se preocupaba por el Camino de Santiago, lo que incidió en la construcción del puente en tiempos de Alfonso VI de León. Fue villa de realengo y era población más antigua que Itero del Castillo. En su patrimonio destaca también la iglesia parroquial de San Pedro, construida en el siglo XIII y ampliada en los siglos XVI y XVII, y el rollo de justicia declarado Bien de Interés Cultural, renacentista, construido en 1529 con fuste cuadrangular sobre basamento escalonado. 



El trayecto recorrido son unos once kilómetros, pero queda mucho todavía, así que, reconfortados con el desayuno bis, continuamos la marcha. El aprovechamiento del río Pisuerga se pone inmediatamente de manifiesto al llegar al canal de su nombre, que deja su estela de agua en medio de los campos de regadío.


 


La suave ondulación de este mar verde que son en estas fechas los campos se ve interrumpida en alguna ocasión por el amarillo de la colza o el marrón de alguna tierra labrada. La suave degradación de las lomas no consigue dislocar el paisaje. En los pequeños altos quedan escuetos bosquecillos que dan una nota de verde más oscuro al paisaje, que trata de fundirse con el que se recuerda de otros pasos más veraniegos.

 



Hasta el kilómetro 19 no llegamos a otra población. Se trata de Boadilla del Camino, situada en la mitad del Camino desde Somport. Su altitud es de 765 m y su población de 117 habitantes en 2023. Se repobló hacia el año 950, como Itero, y su periodo de mayor auge se dio en los siglos XV y XVI. El rollo gótico, Bien de Interés Cultural, data del siglo XV y su fuste está profusamente decorado con símbolos jacobeos. Se erigió como símbolo de autonomía por privilegio del rey Enrique IV, confirmado por los Reyes Católicos en 1482, por el que se liberaba de los derechos de jurisdicción de los señores de Melgar y Castrojeriz. 



 




Enfrente del rollo está la iglesia de Santa María, románica en origen y reconstruida en estilo gótico en el siglo XVI, con retablo mayor renacentista. Su tesoro es una gran pila bautismal románica del siglo XIII, compuesta por copa semiesférica asentada sobre un pilar apoyado en doce columnillas, con decoración de rosetas, cruces y arcos entrelazados, motivos de evocación céltica.


 

Al salir de Boadilla ya se ve la hilera de árboles que delata el curso del Canal de Castilla, al que llegamos poco después. Aunque la idea de dotar a Castilla de una vía navegable de transporte era ya del siglo XVI, el canal comenzó a construirse en el siglo XVIII bajo el impulso del Marques de la Ensenada, pero la navegación no se inició, después de muchas dificultades, hasta 1849. Está estructurado en tres ramales: de Campos, Sur y Norte. Éste, que pasa por Boadilla, se construyó entre 1759 y 1804. A lo largo de su curso pueden observarse infraestructuras típicas, como arcas, pequeñas casetas para regular el flujo de agua de las antiguas acequias de riego, casas, almacenes, etc. Su tardía construcción impidió un uso prolongado, quedando obsoleto con la llegada del ferrocarril. En este día luminoso, sus aguas están teñidas de los colores del cielo.

El ambicioso plan preveía cuatro grandes canales que unieran Reinosa (Cantabria) con El Espinar (Segovia). De ellos se completaron el Ramal Sur y el de Campos; el Ramal norte se quedó en Alar del Rey y el Canal de Segovia no se ejecutó. Las obras se iniciaron en 1753 y continuaron intermitentemente hasta 1804. En 1831 se concedió la explotación a una empresa privada con el compromiso de finalizar las obras, que concluyeron en 1849. En total se construyeron 207 km en forma de Y invertida a través de las provincias de Palencia, Burgos y Valladolid. Después de 70 años de gestión privada, ya en decadencia a causa del desarrollo del ferrocarril, volvió al Estado, a la Confederación Hidrográfica del Duero. En 1959 se cerró a la navegación, convirtiéndose en conducción de riego y fuerza motriz para harineras y pequeñas centrales hidroeléctricas. En la actualidad se utiliza para abastecer a núcleos de población, incluidas las capitales provinciales de Palencia y Valladolid. También hay uso turístico en algunos tramos.



El camino del canal se ve cortado por unas obras. Se trata de una carretera que atravesará el canal en perpendicular por un puente. Ya era la etapa más larga y ahora tenemos un kilómetro más de desvío, que nos devuelve de nuevo al camino del canal, por el que llegamos pronto a la famosa cuádruple esclusa (14 m de desnivel), ya en las afueras de Frómista, donde nos espera el albergue municipal, al lado de San Martín.

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