martes, 8 de agosto de 2023

 Picasso/ElGreco (I/II).

La exposición "Picasso, el Greco y el cubismo analítico",   patrocinada por  la Fundación Amigos del Museo del Prado  y con colaboración de la Comunidad de Madrid, se inscribe en La Celebración Picasso 1973-2023, que conmemora el cincuenta aniversario del fallecimiento del artista español. Por este motivo, los gobiernos de Francia y España trabajan conjuntamente en un amplio programa que aborda un análisis historiográfico de la obra de Picasso. Esta muestra se centra en la obra cubista de Picasso y en la obra tardía del Greco. 

La influencia del Greco en Picasso es quizás la más temprana y decisiva, ya que se inició cuando residía en Madrid, era estudiante de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y pasaba mucho tiempo en el Museo del Prado copiando a los grandes maestros. En dos de sus dibujos de la época se puede leer “El Greco, Velázquez, inspiradme”, “Yo, El Greco”. 

Cuatrocientos años separan las vidas de los dos pintores y la confluencia de su obra muestra el carácter intemporal del arte, su oscilación entre el pasado y el presente. El Picasso más vanguardista mantuvo siempre un intercambio con la historia. El Greco ejerció una influencia decisiva en la Época Azul de Picasso (“Si mis figuras de la Época Azul se estiran, probablemente es por su influencia”), pero la tesis de esta exposición es que la influencia no se limitó a las décadas iniciales de su obra, sino que fue más profunda, continuando hasta el periodo del cubismo analítico, quizá la mayor aportación al arte moderno, con su aplanamiento de perspectiva y su formato vertical. Son dos artistas, dos sensibilidades que redefinen el hecho artístico a través del volumen y el color, la composición y la perspectiva, el espacio y la luz, la tradición y el desafío al dogma académico. 

La exposición es visualmente muy poderosa a pesar de su reducido tamaño y, más allá de percibir o no la relación entre ambos pintores, se aprecia un aire de libertad en las obras de los dos. Picasso, influido por el Greco, rompió con el arte del pasado y amplió el desarrollo de las vanguardias del siglo XX.

 


Picasso y el Museo del Prado

El vínculo entre Picasso y el Museo del Prado se pone de manifiesto en documentos que indican que la relación comenzó en sus años como copista y finalizó con su nombramiento como director, nombrado por el Gobierno de la Segunda República, cargo que no llegó a ocupar.

Notificación del nombramiento de Picasso como director del Museo del Prado, septiembre de 1936. Archivo Museo Nacional del Prado.

 

La Anunciación, 1597 - 1600. 315 x 174 cm, Sala O10B

El arcángel Gabriel se dirige a María en un espacio ocupado por nubes y un grupo de ángeles que acompañan al Espíritu Santo, la blanca paloma que aparece en el centro. Gabriel está de pie a la derecha de la composición, frente al espectador, con el torso girado hacia la derecha y los brazos entrecruzados sobre el pecho. María contempla al arcángel con gesto sereno y las manos extendidas. Está arrodillado sobre un estrado, ante un atril donde descansa un libro abierto, que sugiere que la milagrosa aparición ha interrumpido un momento de lectura. Entre las dos figuras principales, en primer término, un cesto de costura contiene un paño blanco y otro carmesí. Detrás, un zarzal con algunas ramas ardiendo. Coronando la composición ocho ángeles adultos, sentados sobre nubes, ofrecen un concierto. 

En esta tela, los instrumentos que tocan los ángeles forman una agrupación, sustentada entre las nubes. Los músicos se aprietan en círculo, en torno al ángel de la izquierda que lleva un libro de música y ejecuta con la mano derecha el característico gesto de dirección. Los otros ángeles llevan una flauta dulce, un arpa gótica, un laúd, un virginal y una viola da gamba. 


San Sebastián, 1610 - 1614. 201,5 x 111,5 cm, Sala 010B

San Sebastián fue un oficial de la guardia palatina de Diocleciano (siglo III) que fue martirizado en Roma por mantenerse firme en su fe cristiana. Aunque su muerte se produjo tras ser apaleado, fue la representación de su primer martirio el que ha perdurado en la historia del arte. El apolíneo cuerpo de san Sebastián, atado en un árbol, aparece triunfante a pesar de mostrarse asaeteado por las flechas. En la Edad Media se convirtió en santo protector contra la peste, en el Renacimiento en una suerte de Apolo cristianizado y a finales del siglo XVI se valoraba su martirio como demostración máxima de la fe. 

Esta obra muestra la figura de cuerpo entero del santo, que aparece de pie y desnudo, cubierto tan sólo por un paño de pureza. Aparece de frente, con la mirada elevada hacia el cielo; los brazos atados a un tronco seco. Siete flechas asaetean al joven. Tres de ellas están clavadas en el lado izquierdo del torso (dos a la altura del pecho y otra en el abdomen); otras tres en el brazo, cadera y muslo derechos, la séptima se introduce en la ingle izquierda. Una octava flecha se ha clavado en el tronco. San Sebastián es un muchacho casi adolescente, imberbe y enjuto, de piel blanca. El espigado cuerpo se realza por estar situado sobre un pequeño promontorio pedregoso donde destaca la representación nocturna del fondo, protagonizado por un cielo cargado de tormentosas nubes, y la vista parcial, en perspectiva muy baja, de dos de los hitos urbanos que definen el perfil de  Toledo, el castillo de San Servando y el puente de Alcántara.  


El Calvario – Luis Tristán

 


Adoración de los pastores, 1612 - 1614. 319 x 180 cm, Sala 010B

Escena nocturna desarrollada en un espacio angosto e irregular, una suerte de gruta en cuyo fondo se ha situado un vano abocinado formado por dos arcos de medio punto. En torno a María y su Hijo recién nacido, desnudo sobre el regazo de ésta, san José y tres pastores muestran una fervorosa devoción. En el suelo, arrodillado, un buey contempla al recién nacido. Muy cerca del grupo, sobrevolando la escena, un grupo de ángeles muestra la complacencia celestial ante el nacimiento del Redentor, al tiempo que sostienen una filacteria con el texto: GLORIA IN EXCEL[SIS DEO E]T IN TERRA PAX [HOMINIBUS].  

El Niño Jesús aparece como el emisor de una intensa luz que baña al reducido grupo que lo contempla: la Virgen, san José, tres pastores y un grupo angélico que conforma una suerte de bóveda celeste. 


Epimeteo y Pandora

Epimeto y Pandora es un conjunto de dos pequeñas esculturas, atribuidas al Greco, datadas entre 1600 y 1610, conservado en el Museo del Prado. o.

Dada la escasez en la representación de desnudos profanos en la España de aquella época, se había interpretado que las dos figuras correspondían a Adán y Eva. El desnudo masculino, no integral, no estaba censurado en la iconografía religiosa, pero no era corriente.  

El tema representado es el mito de Epimeteo y Pandora. Las dos figuras parecen mantener un diálogo antes de la apertura de la caja de Pandora, que contenía los males que asolarían a la Humanidad. Aunque la caja suele aparecer en las manos de Pandora, en esta versión es Epimeteo, el hermano irreflexivo de Prometeo, quien la sostiene.

Epimeteo:  Estatuilla de madera tallada y policromada, de color carne; 44 cm de alto; 17,1 cm de ancho. Tiene la cabeza vuelta hacia la izquierda, mirando a su pareja. Lleva un gorro de color amarillo, que le cubre casi totalmente la cabeza, con un borde blanco, y en su mano derecha sostiene la  píxide.

Pandora: Estatuilla de madera tallada y policromada, de color carne; 43 cm de alto; 12,7 cm de ancho. Tiene la cara girada hacia la derecha y muestra el pelo recogido, con una diadema en color carmesí, con parte del cabello sobre su hombro derecho. La policromía de su cuerpo es de un tono más claro que la carnación de la figura masculina.

 

Caballeros

 

 


El caballero de la mano en el pecho, Hacia 1580. 81,8 x 66,1 cm, Sala 010B

El caballero, de unos treinta años, viste según la moda española de finales de los setenta del siglo XVI, con la blanca y estrecha gorguera elevándose por detrás de las orejas y enmarcando la cabeza. Sobre el ceñido jubón de seda negra destacan la mano derecha, que se posa en el pecho, y la empuñadura dorada de la espada. La figura se recorta sobre un fondo neutro, de un tono gris perla matizado por el marrón rojizo de la capa de preparación.

Gracias a su temprana exposición en las salas del Prado, el retrato se convirtió en uno de los más emblemáticos ejemplares de su autor, icono de la hidalguía castellana.

El personaje es representante altivo de su clase y de su época. La más convincente de las identificaciones es la del tercer marqués de Montemayor, Juan de Silva y de Ribera, contemporáneo del Greco que fue nombrado por Felipe II alcaide o jefe militar del Alcázar de Toledo y notario mayor del reino, un cargo que acreditaría el ademán solemne de la mano, en acción de jurar. 


Retrato de caballero. Juan Bautista Maíno

 


Pentecostés, Hacia 1600. 275 x 127 cm, Sala 009B

Se representa la aparición del Espíritu Santo a la Virgen y los apóstoles transcurridos cincuenta días de la Resurrección de Jesucristo. En consonancia con la Resurrección, el pintor hubo de introducir a los personajes de la escena (los doce apóstoles, la Virgen y dos mujeres) en un formato estrecho y alargado que organizó en un espacio escalonado, con dos apóstoles abajo y otros encabalgados en los laterales. La tribuna superior se centra en la figura de María, sentada y flanqueada por el grupo más numeroso, agolpado de tal manera que conforma un friso singular de expresivas cabezas, dando protagonismo al sentido ascensional de la composición y a la agitación espiritual ante la asunción de la Gracia. Como en la Resurrección, algunas figuras (las de la zona inferior) repiten los gestos de sorpresa y reconocimiento, mientras que la Virgen aparece con las manos en oración, disposición semejante a la que muestra en obras como la Coronación de la Virgen. De la pintura se ha subrayado la calidad y expresividad de las cabezas representadas, retratos espirituales según la original percepción del Greco, que adelantan la visión que de los apóstoles dará en sus años finales. Deben destacarse las dos figuras de la derecha en la zona alta, que representarían al propio artista y a su hijo Jorge Manuel. La obra está firmada en el segundo peldaño.



 

 

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