martes, 1 de agosto de 2023

 El puente abandonado por el río


Talamanca del Jarama
es un municipio de la Comunidad de Madrid en el límite con Castilla la Mancha, situado en la comarca de la Campiña del Henares y en el tramo medio del río Jarama, en la vertiente meridional del sistema Central a una altitud de 654 msnm. El territorio está compuesto por materiales sedimentarios, detríticos, procedentes de la destrucción de las rocas ígneas y metamórficas de la sierra de Guadarrama, que se presentan como rocas (cuarcitas y pizarras del cuaternario) y sedimentos en forma de limo, arenas y arcillas del terciario-cuaternario. 

El perfil transversal del río presenta una margen izquierda compuesta por arcillas y arenas terciarias rojizas, cubiertas de cuarcitas (Cuaternario) y la margen derecha con cerros de materiales terciarios rojizos. Bajo el puente se observan los sedimentos actuales del río, con cantos de cuarcita, iguales a los del escarpe a la izquierda, por donde debió discurrir el río antes de excavar el actual valle.

 

No parece haber habido, según las excavaciones, un asentamiento estable hasta la ocupación romana, aunque se han descubierto necrópolis de la Edad del Bronce y de la Edad del Hierro. El topónimo tiene origen hidrónimo y derivaría Talamantia-Talamantica-Talamanca, del mismo modo que Salamantia-Salamantica-Salamanca, que también era hidrónimo. La leyenda atribuye otro origen en referencia a la reina árabe Tala, que era manca.

La Talamanca romana se encontraba en la confluencia de dos vías de comunicación, la Plasencia-Caesada, por el sur del sistema Central, y la Complutum-Nova Augusta. De esta época dataría el llamado puente romano, quizá del s. I o II.

En el periodo visigodo fue una ciudad de cierta relevancia, de la que se conservan una necrópolis, restos de un ábside y el inicio de una nave. Quizá su nombre fuera Armántica y estuviera amurallada.

En la época andalusí se convirtió en un núcleo urbano y militar importante de la Marca Media, que defendía Toledo, en la ruta que enlazaba Córdoba con Toledo y Zaragoza. Se fortificó en el siglo IX, en tiempos del emir Muhamad I, y se amplió la muralla en el s. X, en recintos concéntricos. Se incluía en la Vía del Jarama, que enlazaba con el puerto de Somosierra. En el siglo IX ya tuvo que soportar ataques cristianos, de Ordoño I de Asturias y de Alfonso III, y lo mismo en el siglo X. Pasó a manos cristianas en el siglo XI: asalto de Fernando I en 1062 y entrada de Alfonso VI en 1079. La Comunidad de Villa y Tierra se constituyó como un alfoz sobre el antiguo “Iqlim” musulmán y el resto de las poblaciones quedaron para la Comunidad de Uceda.

 

Fue territorio de frontera en el siglo XII, siendo saqueada en alguna ocasión, y alcanzó su esplendor en el siglo XIII bajo el Arzobispado de Toledo. A ese momento corresponden la iglesia de san Juan Bautista, de finales s. XII o principios s. XIII, y el ábside de los Milagros, mediados s. XIII. El cobro de los derechos de pontazgo contribuyó a la prosperidad.

En el siglo XIV pasó a la familia Mendoza y en el XV tuvo su primera etapa de decadencia por la menor actividad de la ruta de Somosierra. En el siglo XVI fue señorío laico y se fragmentó. El siglo XVII vivió otra época de decadencia, en la que los monjes de la Cartuja de El Paular fundaron un complejo agrario. En 1833 se integró en la provincia de Madrid. La desamortización afectó al 25% de su término.  A principios del s. XX la filoxera acabó con las viñas y quedaron abandonadas las bodegas, incluidas las de la Cartuja. Durante la Guerra Civil revivió su pasado como zona de frontera, aunque quedó al margen de las grandes batallas. La recuperación llegó a partir de 1960 y, especialmente, ya en el s. XXI. 

Posee un rico patrimonio histórico-artístico que incluye restos románicos y mudéjares, dentro de un recinto medieval totalmente amurallado (Puerta Sur o de la Tostonera, Puerta del Este o principal, varios torreones y lienzos). Los monumentos importantes son el ábside románico de la iglesia parroquial de San Juan Bautista (ss. XII-XIII, estilo segoviano, bóveda de horno reforzada por nervios triples, pila bautismal, restos de yeserías mudéjares), el ábside de los Milagros (El Morabito, románico-mudéjar, s. XIII). También conserva edificios con el aspecto del siglo XVII, aparecidos en numerosas películas, como la Cartuja (s. XVII, gran puerta adintelada con sillares, frontón curvilíneo, bodega, capilla) o la Casa Consistorial (antiguas caballerizas del Duque de Osuna). En las inmediaciones subsisten varias atalayas islámicas.

 

 

  

 

 




La construcción que interesa en este caso es el puente romano sobre el arroyo del Caz, que aparece en el escudo. Su origen estaría en los siglos I-II y cumplió una importante función defensiva en los siglos IX-X, cuando sería reconstruida o reformada su estructura romana, desviándose hacia el norte la entrada desde la población, alargando el puente al tiempo que se desviaba progresivamente hacia el oeste. Lo actual pertenece al siglo XVI, cuando se remodeló según figura en una inscripción sobre la piedra en una de las enjutas del arco principal.

 

Trazado

Tiene un trazado quebrado y una anchura de tablero variable reflejado en sus desembocaduras: regular la más alejada del casco urbano, dirección NO, y entre pretiles y pronunciado ensanchamiento la más cercana. La orientación es de norte a sur. 

 

Elementos

Consta de cinco ojos formados por arcos rebajados y escarzanos distribuidos irregularmente. El más meridional destaca por sus dimensiones, 17,9 m de luz y 6 m de flecha. Por éste pasaría el cauce. Los restantes tienen un ancho entre 7,9 y 8,6 m y una flecha entre 2,45 y 3,25 y quizá se construyeron para perseguir el desvío del río. 

 

 

Tiene tajamares a ambos lados, todos triangulares excepto el primero del lado meridional, que es trapezoidal. Los dos que flanquean el arco mayor son de mayor tamaño y alcanzan el nivel del tablero, por lo que forman descansaderos. 

 

 

Tiene perfil alomado, con pronunciado cambio de rasante en el centro del arco principal. Longitud 148 m, similar al puente de Segovia en Madrid 

 


Sillería

Está construido en sillería de piedra caliza de Tamajón en arcos, enjutas y tajamares, y mampostería de cantos rodados en la parte superior y en las embocaduras. La calidad y tamaño de la labra de los bloques de piedra son mayores en el arco principal. Tiene numerosas marcas de cantero de las remodelaciones y reconstrucciones.

 Ubicación.

A 500 m del casco histórico, en el parque de La Chopera. Se acondicionó la zona como área recreativa.

 Utilización

A finales s. XVI, Relaciones de Felipe II, todavía estaba en uso. La utilización se pudo perder hacia 1580 por haberlo abandonado el río en su desvío hacia el noroeste, lo que pudo marcar la decadencia de la población. A mediados del s. XIX, Madoz, en su Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España, finalizado en 1850, ya no lo menciona.

 

El puente en color rojo
El cauce se desplazó hacia el este. Esta es la característica principal, la de ser un puente fluvial sin río, ejemplo que atestigua los cambios históricos que presenta la dinámica fluvial. Un puente abandonado en la llanura aluvial y alejado del río Jarama, encajado en ella. Pese a la aparente inactividad del río, éste puede variar su trazado durante una crecida (no hay constancia histórica), aunque puede ir cambiando de forma progresiva y ser el abandono paulatino. 

El Jarama, en sus tramos medio y bajo, desde Torrelaguna hasta la desembocadura en el Tajo junto a Aranjuez, discurre por un valle relativamente ancho y con reducida pendiente, lo que le lleva a manifestarse como un río vivo, que abre y abandona tortuosos meandros que dejan islas entre ellos, derrubia las márgenes, presentando un aspecto cambiante que no escapa a la vista de los habitantes de sus riberas. Junto a Talamanca del Jarama el famoso puente de origen romano ha quedado como un barco varado, mientras la caprichosa corriente desplazaba el cauce hacia un lateral de la vega. Por esa misma agresividad de sus aguas, el Jarama ha llegado a capturar al río Manzanares como resultado de las glaciaciones, la erosión remontante y los fenómenos cársticos. El río que flanquea la capital fue primero un afluente directo del Tajo, con el que confluía en las proximidades de Borox, hasta que los meandros del Jarama rompieron la divisoria de aguas y desviaron al Manzanares hacia el este en el entorno de Villaverde, introduciéndose en los llanos que surca el arroyo Butarque. Estos fenómenos erosivos son paulatinos la mayor parte del tiempo, pero se convierten en catastróficos durante las frecuentes avenidas que ha sufrido el Jarama, documentadas en numerosos registros históricos y con los recientes estudios geológicos y paisajísticos. De hecho, en los últimos siglos, las tierras más cercanas a la desembocadura del Jarama en el Tajo estuvieron dedicadas a sotos y espacios cinegéticos en lugar de a cultivos, debido a la frecuencia y gravedad de las inundaciones en las zonas más próximas al cauce, además de la profundidad relativa con la que el agua discurre respecto a sus inmediatas riberas. Sin embargo, desde mediados del siglo XX la agricultura se ha expandido hacia zonas donde antes había humedales y bosques de ribera, que se han visto reducidos al regularse el río en su cabecera, a partir de la puesta en servicio de las presas en el Jarama y en sus afluentes, en particular el Lozoya, el Guadalix y los que vierten en el Henares.”

La presa de El Vado y el canal del Jarama, Proyecto de investigación, pág 90

https://gestiona3.madrid.org/bvirtual/BVCM019399.pdf

 

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