Pandataria
Presentación de la obra
Ventotene (la isla del viento), una de las Pontinas, es una pequeña isla (1,54 km2, tres km de longitud y ancho máximo de 800 m) de origen volcánico, en el mar Tirreno. Se sitúa frente a la costa de Nápoles. De la época romana, en la que se llamó Pandataria (en griego significa la isla de las cinco bestias), ha conservado diversas piezas como el puerto, el Peschiere y el Pozzillo, un antiguo camino de sirga. Su única población, también Ventotene, es un encantador pueblo de pescadores con casitas de colores.
En la época romana, época de la dinastía Julio-Claudia, Pandataria sirvió de cárcel para mujeres romanas aristócratas cuyo comportamiento no concordaba con las normas sociales (adúlteras, poderosas, independientes, políticas). En el año 18 a.C., el emperador Augusto promulgó la lex Iulia, con objetivo ejemplarizante, para elevar la moral de la clase alta de Roma y alentar los matrimonios y la procreación. El adulterio fue declarado delito privado y público y se penaba con el exilio a un lugar alejado de Roma, aunque sólo se atribuía a las mujeres, que eran exiliadas a la isla para lavar la imagen de la autoridad. La vida en el exilio en una isla tan pequeña y sin posibilidad de salir podía llegar a ser muy aburrida y asfixiante. Julia la Mayor fue exiliada por su padre, el emperador Augusto, acusada de adulterio. Por conveniencia fue obligada a casarse con un marido mucho mayor, Agripa (patrocinador de la construcción del teatro de Mérida, años 16-15 a.C., cuando fue promovida como capital de la Lusitania). De este matrimonio nació Calígula, futuro emperador, y Agripina la Mayor, exiliada por el emperador Tiberio acusada de conspiración y adulterio, que se dejó morir en la isla de inanición. Era la mujer de su sobrino Germánico. Las hermanas Julia Livila y Agripina la Menor, hijas de Agripina la Mayor, fueron exiliadas por su hermano Calígula cuando éste fue emperador, acusadas de conspiración. Julia Livila, cuando volvió a Roma, fue acusada de adulterio con Séneca y sentenciada a muerte por inanición. Octavia fue exiliada por su marido Nerón cuando éste fue emperador, acusada de adulterio. Cuatro generaciones de la misma influyente familia, esposas y madres de césares, acabaron allí deportadas y fueron borradas de la historia.
Esta obra, que hunde sus raíces en el sometimiento
de la mujer en la Roma patriarcal, es un canto a la diversidad que nos lleva a
hacer un viaje hasta el presente a través de la danza y la palabra.
Pandataria es “un cajón de sastre, la isla-prisión, la
isla del marginado, del que no forma parte de la norma, del que viene del lote
defectuoso, del que no es un ciudadano legal, la isla de los que sobran, de los
que tambalean el mundo, de los que no son válidos. No hay manual de
instrucciones para saber quiénes son válidos y quienes no lo son, pero sabemos
reconocer la transgresión y la apartamos, la encerramos en una isla de un
kilómetro cuadrado por miedo a lo diferente”.
“Eres soberbia, eres altiva, debemos alejarte para que
no nos contamines” le dicen los dirigentes del Imperio Romano a Agripina.
La isla donde destierran a los diferentes y a los
marginados por la sociedad, simboliza la discriminación que sufren algunas
personas. Allí habitan los rechazados,
los cuestionados por el sistema. La línea temporal nos muestra que, a
pesar de los siglos y los avances, ya fuera en el Imperio Romano, en la época
del fascismo o en el siglo XXI, los cuerpos que no encajan siempre serán
excluidos, y la obra trata de darles voz.
La representación es un espectáculo
multidisciplinar en el que texto y movimiento se fusionan. Danza, rap
(contracultura urbana desarrollada en suburbios marginados que transgrede las
normas), interpretación se dan la mano. Las palabras, sentimientos y vivencias
de cada situación aparecen tras una fuerte corporalidad en las diferentes
presencias escénicas, con una escenografía viva, un paisaje escénico cambiante,
muy visual, con una música muy obsesiva que acentúa el dramatismo. Es una obra
ecléctica, mezcla de diferentes disciplinas, como un ser vivo que no tiene
sentido sin cada una de las piezas que la componen. Es un grito desde el alma,
la danza, el teatro, una obra exigente por ritmo, movimiento y sentido de vida.
El elenco es variado, diferente, atendiendo a la diversidad, con un musulmán, un bailarín negro y una trans no binaria chilena (La Merce). Chevy Muraday se encarga de la dirección y coreografía, y actúa acompañado por Cayetana Guillén Cuervo como Agripina, La Merce, Elio Toffana, Basem Nahnouh.
Colaboran el artista Okuda San Miguel (espacio
escénico, “Identidad”, “Estrella Kaos”), Laila Ripoll (texto), Mariano Marín (música),
David Picazo (iluminación y dirección de escena), Eudald Magrui (vestuario).
La intención del vestuario parece ser la de mostrar el punto de encuentro entre el Imperio romano y la danza urbana. Dos culturas muy lejanas en el tiempo, pero con muchos puntos en común en la actualidad. Así aparecen elementos de época como túnicas, togas, capas, combinados con elementos actuales con capuchas, lentejuelas, tejidos metalizados…
El espacio escénico se llena por una tarima que representa la isla, con luces por debajo, azul-mar, etc. Por encima se levantan trozos del vidrio como accesos, algunos de los cuales se unen en una especie de “cabina”. Al final toda la estructura se levanta, presentando la iluminación de frente.
Esta isla paradójica, donde nació Europa, nos ha llevado en un viaje desde el viejo Imperio Romano hasta la Europa de hoy. Un viaje por esas mujeres que se convierte en defensa de la diversidad y en la comprensión hacia el otro. Un viaje para construir un mundo necesario hoy en día, utopía para abrazar y vivir desde y con la diferencia. Oda a la inclusión y a la diversidad. Por eso, Agripina y Úrsula son la misma persona en la obra.
La diosa Ceres en la mitología romana (la Deméter griega, la diosa de la agricultura, las cosechas, la fecundidad, la que da nombre a los cereales) ha presenciado silenciosa la obra desde su alto sitial presidiendo todo el conjunto y ahora, al final, es testigo igualmente de los largos aplausos con los que el público premia la magnífica representación y la intensa labor de todos los implicados, subidos en el escenario.
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