lunes, 24 de febrero de 2020


Rembrandt y el retrato en Ámsterdam, 1590-1670.


El Museo Thyssen presenta esta exposición dedicada a la faceta de Rembrandt como retratista a lo largo del siglo XVII, en comparación a otros pintores que ya estaban en Ámsterdam cuando él llegó y a otros que vinieron después. En todos se puede descubrir la calidad de las obras, las historias que hay detrás de los personajes retratados y retratos de grupo, y las innovaciones que incorporó y que serían continuadas por sus competidores, así como la evolución de su pintura y el rumbo del género en la década de 1650.

TRADICIÓN E INNOVACIÓN.
Aunque a principios del siglo XVII el retrato estaba afianzado en la tradición artística, poco a poco se fueron incorporando novedades. Hacia 1600, artistas como los hermanos Pieter y Aert Pietersz, o Cornelis Ketel exploraron el formato de tres cuartos con fondos arquitectónicos donde algunos detalles cargados de expresividad, como las manos, jugaron un papel destacado. Los personajes representados no son nobles y autoridades eclesiásticas, sino comerciantes, miembros de la élite de la ciudad y de familias burguesas, artistas y regentes en instituciones, aislados o en grupos, como el retrato de la Guardia cívica del capitán Arent ten Grootenhuys y el teniente Jacob Florisz.

Frans Badens, Gerard Reynst, 1613


UNA NUEVA GENERACIÓN.
Entre los antecesores directos de Rembrandt en Ámsterdam destacan Cornelis van der Voort (aportó mayor naturalidad, “Regentes del Binnengasthuis”, 1617, “Margaretha Vos”, 1621), Werner van den Valckert (introdujo los retratos historiados, bien equilibrados en su composición, “Grupo familiar como Cáritas”, con un autorretrato del artista, 1623), Nicolaes Eliasz Pickenoy (apoyado en la tradición utilizó un toque de pincel muy refinado para construir
el claroscuro) y Thomas de Keyser (prestó mucha atención a las figuras en relación con el espacio y a la armonía entre los personajes).

Thomas de Keyser, Síndicos del gremio de orfebres de Ámsterdam, 1626-27
PRIMEROS RETRATOS DE REMBRANDT
Rembrandt llegó a Ámsterdam en 1631, introducido en el mercado del arte y en los círculos sociales por Hendrick Uylenburgh, pintor y marchante. Sus primeros cuadros reflejan los logros de sus predecesores como Werner van den Valckert, del que tomó algunos recursos, a los que añadió otros de su inventiva como el movimiento o la acción que infunde a sus modelos, el giro de la cabeza del personaje y el cese de la actividad, como se advierte en Retrato de un hombre en un escritorio, 1631, en la suave torsión del cuerpo del Joven caballero, 1633-34, o en las posturas de su posible hermana Elisabeth van Rijn. El Busto de anciano con traje de fantasía, 1635, no es un retrato sino un tipo, género artístico independiente.



REMBRANDT Y SUS COMPETIDORES
Cuando Rembrandt se estableció en Ámsterdam ya había un numeroso grupo de pintores dedicados al retrato, debido a la próspera economía de la ciudad. Los más célebres eran Frans Hals (excepcional retratista, captaba a sus modelos en posturas desenfadadas y de gran naturalidad), Jacob Backer (retrato de niño con un atrevido punto de vista), Dirck Santwoort (Gobernantas y celadoras de la Spinhuis, 1638, retrato de un niño, 1636). También probaron fortuna extranjeros como el alemán Joachim von Sandrart.




CAMBIO DE ESTILO
En la década de 1640, Rembrandt redujo considerablemente la producción de retratos. En 1642 terminó una de las obras cumbres de la pintura universal, La ronda de noche. Otros artistas incorporan fórmulas novedosas, como Govert Flinck, que aporta un colorido más vivo, o como Gerbrand van den Eeckhout. Se ponen de moda retratos de pequeño formato en los que los clientes se convierten en los protagonistas de escenas cotidianas como El cirujano Jacob Fransz y su familia, de Egbert van Heemskerck, 1669.




CAMINOS DIVERGENTES
De 1640 en adelante el mercado del retrato estuvo dominado por Bartholomeus van der Helst, Ferdinand bol o Govert Flinck, quienes prestaron gran atención a las poses de sus figuras, que aparecían en cuidados escenarios como el de Frederick Sluysken, de Bol, el Retrato de un hombre con documentos, o el de los Regentes del Kloveniersdoelen, estas dos últimas obras de Van der Helst, en las que se detecta un suave equilibrio en su iluminación y un cromatismo muy vistoso. Rembrandt afronta los cambios del mercado aplicando en sus obras la que ha sido llamada su “manera tosca”, como en los retratos de Washington, 1654-55.



REMBRANDT Y SUS COMPETIDORES: ÚLTIMOS AÑOS.
El género del retrato sufrió una importante transformación en las décadas de 1660 y 1670, apareciendo los protagonistas, comerciantes o dignatarios, con trajes y ademanes refinados, del gusto cortesano. El cambio se resume en las imágenes de Jacob van Loo, Jürgen Ovens o Karel Dujardín. Rembrandt sigue fiel a su estilo, con predominio de sombras, tonos oscuros y contrastados y donde las figuras se construyen a base de pinceladas cargadas de materia que otorgan expresividad al conjunto. Los retratos de su hijo tito, el Joven con gorra negra, 1662, y la escena mitológica de Venus y Cupido, 1657, están envueltos en una atmósfera cálida difícil de igualar.



REMBRANDT: RETRATOS GRABADOS.
Paralela a su labor como pintor Rembrandt desarrolló una extraordinaria actividad como grabador, destacando los retratos de personajes que pertenecieron a su círculo más íntimo, como el aguafuerte de Jan Six, 1647, ejemplo de la maestría que alcanzó en la gradación del gris.







La lección de anatomía del doctor Jan Deijman, 1656, cuya composición original se conoce gracias a un dibujo, ya que el cuadro sufrió mucho tras un incendio.

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