sábado, 18 de enero de 2020


Los impresionistas y la fotografía. II.




La exposición temporal se complementa con una visita a algunos cuadros de la inmensa y rica colección permanente en el mismo Museo Thyssen.


                      Eugène Delacroix, El duque de Orleans mostrando a su amante, 1825-1826.

Los elementos orientalizantes, cortinajes y poses son similares a los del cuadro.

                           Atribuido a Féliz-Jacques-Antoine Moulin, Desnudo femenino, 1856. 


Johan Barthold Jongkind, Vista del puerto en Roterdam, 1856.

                                  Henri Le Secq, Barcos en el puerto de Dieppe, 1851-1860. 


Pierre Bonnard, Misia Godebska, 1908


La afición a la fotografía de los autores vino dada por la comercialización de una cámara por Kodak a partir de 1887, que permitía tomar instantáneas sin conocimientos técnicos previos. Estas imágenes, inmediatas y espontáneas, funcionaron como apuntes del natural de su entorno más cercano.

Édouard Vuillard, Misia Natanson sentada en un sillón “duchesse”, rue Saint-Florentin, 1898-1899.


                                         Amedeo Modigliani, Cabeza de mujer (¿Kiki?), 1915.

Man Ray, uno de los máximos exponentes del surrealismo fotográfico, parece descomponer el rostro concebido por Modigliani diez años antes. Los rasgos esquemáticos de la pintura se encuentran en la máscara africana de la fotografía, que actúa de negativo frente a la cara de carne y hueso de la propia Kiki, que ejerció como modelo para ambos artistas.

                                                   Man Ray, Negra y blanca, hacia 1926.


                                                Otto Dix, Hugo Erfurth con perro, 1926. 


Otto Dix creía que, a diferencia de las instantáneas, que muestran únicamente aspectos momentáneos diferentes, “sólo el pintor puede ver y plasmar la totalidad”. Erfurth compensaba esa carencia aumentando el tiempo de exposición para, en lugar de congelar la imagen, lograr captar pequeños cambios en las expresiones que reflejaban de manera más completa el carácter del modelo.


                                                         Hugo Erfurth, Autorretrato, 1925.


                                        Karl Hubbuch, Doble retrato de Hilde II, hacia 1929. 


Los artistas de la Nueva Objetividad utilizaron la fotografía como una herramienta fundamental. Karl Hubbuch recurrió a este medio para recoger expresiones y posturas de sus modelos, que posteriormente trasladó al lienzo.


                               Karl Hubbuch, Hilde Hubbuch en una silla de la Bauhaus, 1929.


                           Umberto Boccioni, Dinamismo del cuerpo humano: Boxeador, 1913. 


Boccioni encontró en las cronofotografías que Marey realizó a finales del siglo XIX una referencia fundamental para desarrollar los principios del futurismo y estudiar el movimiento. Aquí refleja la persistencia de la imagen en la retina, que hace que las figuras y los planos se multipliquen y transmitan así la sensación dinámica que buscaba.


             Étienne-Jules Marey, Movimientos de un boxeador, hacia 1890. Cronofotografía.


                                       Piet Mondrian, New York City, 3 (inacabado), 1941. 


En entramado de New York City, 3 recuerda a las grandes avenidas de la ciudad y a la retícula urbana de Manhattan.


                             Charles Sheeler y Paul Strand, Fotograma de “Manhatta”, 1921.


                                     Georgia O´Keeffe, Abstracción. Resplandor I, 1921. 


Stieglitz promovió a O´Keeffe, que en su obra temprana llevó las formas orgánicas de la naturaleza hasta la abstracción, en su galería neoyorquina 291, reivindicando la autonomía artística de la fotografía y ejerciendo de puente entre las vanguardias europeas y las americanas. En esta imagen se fragmenta y descontextualiza el cuerpo, de forma que los pliegues y volúmenes de la piel emergen de la oscuridad y crean un efecto similar al del cuadro.


             Alfred Stieglitz, Las manos de Georgia O´Keeffe en “291”, junio de 1917. Platinotipia.


                  Robert Rauschenberg, Express, 1963. Óleo, serigrafía y collage sobre lienzo. 


Robert Rauschenberg fue pionero en el uso de la serigrafía, lo que le permitía transferir imágenes fotográficas al lienzo. Así ampliaba y combinaba reproducciones de obras de arte, fotografías sacadas de revistas o instantáneas tomadas por él mismo, como en este caso los de los ensayos de la compañía de danza de su amigo Merce Cunningham. Sobre la tela serigrafiada, fruto de un proceso mecánico, Rauschenberg aplicaba pinceladas de óleo para añadir gestualidad a sus obras, que pueden considerarse un puente entre el expresionismo abstracto y el arte pop.


                      Robert Rauschenberg, El ballet de Merce Cunningham en “Aeon”, 1961.

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