lunes, 27 de enero de 2020


Benito Pérez Galdós. La verdad humana

(Biblioteca Nacional)



La principal aportación de Galdós fue inventar una imagen moderna del ser humano, que superaba los arquetipos mentales predominantes desde el Renacimiento: razón y corazón, mente y emociones, espíritu y cuerpo. Galdós ofreció un modelo de ser humano real sin renunciar a la herencia literaria del siglo de Oro, pero sus quijotes ya no serán hidalgos, sino abogados, empleados, médicos, comerciantes, mujeres admirables.

Nació en 1843 en Las Palmas de Gran Canaria, décimo hijo de una familia de clase media acomodada. Se educó en el ambiente ilustrado de la Sociedad Económica de Amigos del País de Gran Canaria y del Gabinete Literario (Ateneo).



Inició los estudios de Derecho en la Universidad Central pero los dejó para dedicarse al periodismo. Ya en Las Palmas había colaborado en El Omnibus, 1862, y en Madrid amplió su espectro de intereses, trabajando en las redacciones de La Nación, Las Cortes, etc., y fue director de la Revista de España y de El Debate. En el Ateneo, donde acudía a escuchar a Castelar o Cánovas del Castillo, conoció a Leopoldo Alas Clarín y escuchó por primera vez a Emilia Pardo Bazán.

El Madrid galdosiano, uno de sus espacios preferidos, conserva la riqueza de reacciones humanas de su tiempo, tanto en las facetas íntimas de los personajes como en su perfil social. Las características lingüísticas de éstos nos hablan de su educación. Desde un sentimiento laico, habla del espíritu. Giner de los Ríos, fundador y director de la Institución Libre de Enseñanza, vio un enorme potencial en su obra y lo consideraba el mejor narrador de su tiempo.

Sus primeras obras –La Fontana de oro, 1870, La sombra, 1870 y El audaz, 1871- fueron tanteos que mezclaban los histórico, el efectismo de las novelas por entregas y el pensamiento ilustrado. Alcanzaron un discreto éxito y le dieron a conocer. La primera serie de los Episodios Nacionales comienza con Trafalgar, 1873. Son novelas con argumento novelesco y personajes ficticios, pero con un trasfondo histórico verificable. En las novelas de tesis –Doña Perfecta, 1876- se critica la intransigencia y al clero.

La novedad del impresionismo de Joaquín Sorolla renovó la pintura española y la amistad de Galdós con Aureliano Beruete y el mismo Sorolla ejemplifica la riqueza del arte del siglo diecinueve, que se debatió entre ofrecer una imagen exacta de la realidad (pintura histórica y novela realista) y la representación de las nuevas experiencias del espíritu humano (arte impresionista y novela espiritual).


En 1881, con La desheredada, comienza la segunda etapa, que trata de asuntos contemporáneos y ocurren en el Madrid galdosiano. La conducta de los personajes queda matizada por la conciencia individual, como El amigo Manso, 1882, en quien se inspiró Unamuno para sus nivolas. Hay historias de amor, celos, codicia, traiciones, etc. Con Lo prohibido, 1884, se llega a su obra maestra, Fortunata y Jacinta, 1886-87, donde se cruzan escenarios, personajes y clases sociales. En esta época le llega el reconocimiento –en 1883 tuvo un homenaje- y emprende la publicación de los Episodios Nacionales Ilustrados, a la manera de los libros de Balzac ilustrados por Gustave Doré.

De ideología liberal, fue defensor de la democracia desde 1868, apostó por la monarquía constitucional de Amadeo I de Saboya, se afilió al partido de Sagasta y fue diputado en varias ocasiones. En 1910, concurriendo en la Conjunción Republicano-Socialista junto a Pablo Iglesias, fue el más votado. En sus viajes por Inglaterra y Escocia pudo apreciar la riqueza de la cultura civil, social y política y la eficiente manera de conducir los asuntos públicos.

A partir de 1889, con las novelas de la tercera época, el espacio preferido se traslada al Ensanche, el hoy barrio de Salamanca, entonces en construcción. La ciudad se convierte en un espacio interior y los conflictos personales y de conciencia sustituyen el mero contar los azares de las vidas. Son las llamadas ficciones espiritualistas, con influencia de Tolstoi, escritas, en algunos casos, para superar los problemas de su ruptura sentimental. Los personajes dejan de ser unitarios y tienen muchas vertientes psicológicas. Nazarín, 1895, fue llevada al cine por Luis Buñuel. La culminación llega con Misericordia, 1897 y escribe la cuarta serie de los Episodios.


Galdós mantuvo relación con varias mujeres: Emilia Pardo Bazán, 1888-1889; Concepción Ruth Morell Nicolau, 1891-1900, a la que representó en Tristana, 1892; Lorenza Cobián, con la que tuvo a María, su única hija; Teodosia Gandarias, a quien conoció en 1907, el último amor.



Emilia Pardo Bazán en su palacete de la calle Princesa de Madrid, 1895

Desde 1874, tuvo como editor a su compatriota Miguel H. Cámara, dueño de La Guirnalda, pero en 1896 le puso un pleito asistido por Antonio Maura y, a partir de entonces, fue su propio editor.




Galdós leyendo las galeradas de su discurso de ingreso en la Real Academia Española
en casa de su amigo el doctor Manuel Tolosa Latour, 1897

En 1892, con Realidad, se inició como dramaturgo, aunque recibió críticas negativas a su empeño en abandonar el dramatismo melodramático de Echegaray. Para el estreno de Electra, 1901, invitó al ensayo general a un centenar de personalidades, que difundieron el tema candente de la obra.



Tertulia literaria en casa del conde de las Navas, 1897. De izquierda a derecha: Pedro Antonio de Alarcón, Benito Pérez Galdós, Marcelino Menéndez Pelayo, el conde de las Navas, José María de Pereda, Carlos María Ocantos, Juan Valera, Rubén Darío y Salvador Rueda.

Su cuarta etapa de novelista suele ser denominada mitológica. Comienza con Casandra, 1905. Son obras cargadas de literatura, en las que rompe con el realismo, como La razón de la sinrazón, 1915, su última novela. Inició la quinta serie de los Episodios, pero su vista empieza a fallar y necesita de alguien a quien dictar sus obras. En 1912 fue candidato al Premio Nobel con el apoyo de Ramón Pérez de Ayala.
 
Tertulia de Galdós en su quinta de San Quintín, en Santander, 1911, donde aparece Margarita Xirgú.


Murió en la casa de su sobrino, en la calle Hilarión Eslava. El cortejo fúnebre fue despedido por miles de madrileños y los diarios recogieron adioses llenos de aprecio de Miguel de Unamuno, José Ortega y Gasset, Juan Ramón Jiménez, Ramón del Valle-Inclán.





Aunque durante el periodo franquista su obra fue denigrada, después ejerció gran influencia en escritores como Arturo Pérez Reverte, Fernando Aramburu, Almudena Grandes, Antonio Muñoz Molina, etc., y directores como Luis Buñúel, Pedro Olea, Mario Camus, han hecho adaptaciones.




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