lunes, 16 de diciembre de 2019


Museo del Prado: 200 aniversario.




La pinacoteca madrileña cierra la celebración de su bicentenario con varias iniciativas. Se ha creado una “cápsula del tiempo” en la que se recogen muestras de los materiales generados durante este año, como catálogos, folletos, la moneda conmemorativa, el billete de lotería, etc. Estos elementos quedarán depositados en una urna con la idea de que sea abierta dentro de otros cien años.

En las jornadas de puertas abiertas que ponen fin al cumpleaños del Museo, la entrada es gratuita, tanto para la colección permanente como para las exposiciones temporales. En estas visitas los asistentes pueden apreciar de forma gráfica las distintas visiones del Prado en estos años. El objetivo es hacer partícipes a los ciudadanos.



En el exterior, las celebraciones se cierran con una proyección espectacular sobre la fachada de Goya dividida en dos partes. La primera, titulada “Refracción: del caos a la quietud”, es un video mapping que ofrece una amplia perspectiva de la colección, un viaje visual por pinturas de los principales maestros del Prado, “pero no con sus obras más visitadas, sino con aquellas que, siendo menos reconocibles para el gran público, constituyen piezas esenciales para comprender la evolución de la pintura y la sociedad”, según la comisaria.



La proyección de pinturas se articula en torno a varios ejes temáticos (alegorías, flores, visiones dramáticas, mitología, iconografía religiosa, retratos de mujeres, paisajes, etc.) y estilísticos (gótico, manierismo, romanticismo, impresionismo, etc.). Son casi 70 obras unidas por una argumentación meramente estética, sin contenido histórico lineal, basada en la búsqueda de una experiencia sensorial y emocional.



La segunda, es una obra de efectos visuales a cargo de Daniel Canogar, en la que las obras aparecen licuadas y se mezclan en lo que el artista llama “Amalgama El Prado”. El autor lo presenta como una “respetuosa osadía” en la que la historia se conecta al presente mediante la expresión abstracta de la “cadena de influencias” entre artistas, a través de pinturas que van mezclándose unas con otras mediante un algoritmo que presenta el efecto visual de licuado, en el que las obras semejan materia viscosa, densa, oleosa, que cae por su propio peso. Más que una comprensión intelectual de las pinturas, lo que se busca es causar en el espectador una emoción estética.



El espectáculo se complementa con una música propia, compuesta especialmente para la ocasión por Olivier Arson, ganador del Goya 2019 a la mejor banda sonora por la película “El Reino”. La partitura se interpreta en directo por un músico electrónico, un cuarteto de cuerdas y tres flautistas, dirigidos por un director de orquesta. Además, la música está sincronizada con las proyecciones de forma que las imágenes vibran y bailan al son de los acordes.



En algunos momentos el láser abandona la fachada de proyección, los rayos crean un espacio tridimensional inmersivo, los árboles se incendian con el colorido destellante que sobrevuela la zona dejando al público atónito, cobijado bajo ese cielo artificial.






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