Museo del Prado: 200 aniversario.
La pinacoteca madrileña cierra la celebración de su
bicentenario con varias iniciativas. Se ha creado una “cápsula del tiempo” en la que se recogen muestras de los materiales
generados durante este año, como catálogos, folletos, la moneda conmemorativa,
el billete de lotería, etc. Estos elementos quedarán depositados en una urna
con la idea de que sea abierta dentro de otros cien años.
En las jornadas de puertas abiertas que ponen fin al
cumpleaños del Museo, la entrada es gratuita, tanto para la colección
permanente como para las exposiciones temporales. En estas visitas los
asistentes pueden apreciar de forma gráfica las distintas visiones del Prado en
estos años. El objetivo es hacer partícipes a los ciudadanos.
En el exterior, las celebraciones se cierran con una
proyección espectacular sobre la fachada de Goya dividida en dos partes. La
primera, titulada “Refracción: del caos a
la quietud”, es un video mapping que ofrece una amplia perspectiva de la
colección, un viaje visual por pinturas de los principales maestros del Prado,
“pero no con sus obras más visitadas,
sino con aquellas que, siendo menos reconocibles para el gran público,
constituyen piezas esenciales para comprender la evolución de la pintura y la
sociedad”, según la comisaria.
La proyección de pinturas se articula en torno a varios
ejes temáticos (alegorías, flores, visiones dramáticas, mitología, iconografía
religiosa, retratos de mujeres, paisajes, etc.) y estilísticos (gótico,
manierismo, romanticismo, impresionismo, etc.). Son casi 70 obras unidas por
una argumentación meramente estética, sin contenido histórico lineal, basada en
la búsqueda de una experiencia sensorial y emocional.
La segunda, es una obra de efectos visuales a cargo de
Daniel Canogar, en la que las obras aparecen licuadas y se mezclan en lo que el
artista llama “Amalgama El Prado”. El
autor lo presenta como una “respetuosa osadía” en la que la historia se conecta
al presente mediante la expresión abstracta de la “cadena de influencias” entre
artistas, a través de pinturas que van mezclándose unas con otras mediante un
algoritmo que presenta el efecto visual de licuado, en el que las obras semejan
materia viscosa, densa, oleosa, que cae por su propio peso. Más que una
comprensión intelectual de las pinturas, lo que se busca es causar en el
espectador una emoción estética.
El espectáculo se complementa con una música propia,
compuesta especialmente para la ocasión por Olivier Arson, ganador del Goya
2019 a la mejor banda sonora por la película “El Reino”. La partitura se
interpreta en directo por un músico electrónico, un cuarteto de cuerdas y tres
flautistas, dirigidos por un director de orquesta. Además, la música está
sincronizada con las proyecciones de forma que las imágenes vibran y bailan al
son de los acordes.
En algunos momentos el láser abandona la fachada de
proyección, los rayos crean un espacio tridimensional inmersivo, los árboles se
incendian con el colorido destellante que sobrevuela la zona dejando al público
atónito, cobijado bajo ese cielo artificial.
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