miércoles, 11 de diciembre de 2019


De Palacio a Casa de los Arqueólogos
Pasado y futuro del Palacio Arzobispal de Alcalá de Henares.




El M.A.R. (Museo Arqueológico Regional) presenta con esta exposición, en colaboración con la asociación ARPA (Asociación para la Recuperación del Palacio Arzobispal), el proyecto de futuro que propone para sus ruinas partiendo de un importante apartado histórico, con el que comienza.


Alfonso VII donó Alcalá, que había sido conquistada definitivamente en 1118, al arzobispo en 1129 y la primera mención del Palacio apareció en 1240, en el Fuero Viejo, atribuyéndose su construcción al arzobispo Jiménez de Rada. De este Palacio medieval existen pocos datos, quedando documentadas las primeras obras ya en el s. XIV, con los arzobispos Gómez Manrique y Pedro Tenorio. El majestuoso gran Salón de Concilios, de magnífico artesonado, ya es del s. XV.



Los arzobispos hicieron largas y frecuentes estancias en el Palacio, reuniendo concilios y sínodos diocesanos y recibiendo la visita de los reyes, para los que existía el “Cuarto Real”, que aquí convocaron asambleas decisivas y Cortes, como las que promulgaron el Ordenamiento de Alcalá. Al ser la sede del poder arzobispal sobre la villa, el Palacio radicaron el vicario eclesiástico, el alcaide militar el contador de rentas y el corregidor.


El periodo de los Reyes Católicos es el de mayor relevancia política. Aquí recibieron, príncipes aún, al legado pontificio Rodrigo de Borja; aquí acabó sus días confinado el arzobispo Carrillo por enfrentárseles; aquí nació la infanta Catalina, futura reina de Inglaterra y Colón se entrevistó con ellos por primera vez; aquí nació el infante Fernando, futuro Emperador Germánico.



De esta época son los arzobispos Alonso de Fonseca y Acevedo y Juan Pardo de Tavera, que reformaron el alcázar medieval y lo transformaron en un palacio del Renacimiento. El proyecto se encomendó a Diego de Sagredo, primer teórico español de la arquitectura renacentista, y a Alonso de Covarrubias, y consistió en galerías de arcos de dos alturas adosadas a los edificios medievales y en la reestructuración de las fachadas, quedando organizado alrededor de cuatro patios y un jardín al sur. Ya en la década de 1540 intervino Rodrigo Gil de Hontañón.




Los elementos más importantes eran el Patio de Fonseca o de las Columnas y la escalera de Covarrubias, la pieza más espectacular cubierta por artesonado mudéjar, “la mejor escalera claustral de todo el renacimiento español” (Chueca Goitia). Al sur del conjunto estaban las habitaciones personales de los arzobispos, en la Galería del Vicario, trazada sobre la línea de la muralla medieval. También había una huerta ornamental atestiguada desde el s. XV y un viaje de agua de origen medieval.





Desde el establecimiento en 1561 de la capital en Madrid, los arzobispos vivieron en la Corte y frecuentaron menos Alcalá y comenzó un lento ocaso. Francisco Antonio de Lorenzana (1772-1800) fue el último arzobispo que actuó como gobernante efectivo de Alcalá. El Palacio era oficina, residencia de sacerdotes y empleados y acogió a clérigos franceses exiliados, sufrió daños en la Guerra de la Independencia y fue desamortizado en 1841, quedando en 1855 como escuela del arma de Caballería y pasando a ser importante Archivo en 1861, tras las obras necesarias.




En abril de 1939, tras la Guerra Civil, un grave incendio afectó a todo el palacio que quedó en ruinas y abandonado a la intemperie y la rapiña, para ser finalmente demolido. No hubo ningún interés en recuperar algunos restos, que fueron expoliados, y hasta los años 80 no comenzaron las intervenciones arqueológicas. En el año 2016, la CAM presentó el proyecto de Casa de los Arqueólogos, una extensión del M.A.R.



La exposición, siempre de agradecer, consta de una serie de paneles explicativos e ilustrativas fotografías antiguas, pero lo mejor es una gran maqueta, a escala 1:200, que permite ver el complejo en su totalidad, y un magnífico video que reconstruye el mundo interior del Palacio, cuando estuvo dedicado a Archivo, y que muestra la magnificencia del edificio.


En el debe hay que colocar unos intentos minimalistas de reproducción de arcos sin piezas, cuando muchas de esas piezas se encuentran en el claustro de la Catedral y no hubiese costado mucho traerlas, y el que se pase de puntillas, con unos pocos lugares comunes, sobre la gran incógnita relativa al Palacio, la causa del incendio que privó a la ciudad de esta joya renacentista.



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