lunes, 4 de noviembre de 2019


Santo Domingo de Silos


Puerta de la Cadena
Esta famosa abadía benedictina está situada en el valle de Tabladillo, cerca del río Arlanza y a orillas de uno de sus afluentes, el río Ura o Mataviejas, en la provincia de Burgos. En época visigoda, siglo VII, existía un cenobio dedicado a San Sebastián, desaparecido en época musulmana. En el siglo X fue restaurado por el conde Fernán González para ser nuevamente destruido por Almanzor. A mediados del siglo XI, Fernando I encomendó al abad Domingo Manso –procedente de San Millán de la Cogolla- restituir la vida monacal a este cenobio, y, gracias al impulso de Domingo, llegado en 1041, se convirtió en muy influyente.

Domingo Manso, nacido en Cañas, fue maestro de los niños en San Millán de la Cogolla y prior en Santa María de Cañas. De aquí fue desterrado por oponerse a darle dinero, como derechos reales, al rey de Navarra, García, hijo de Sancho III el Mayor. En Castilla fue acogido por Fernando I y marchó a Silos. Impulsó la elaboración de códices en su scriptorium e hizo construir una iglesia de tres naves -consagrada en 1088 por el abad Fortunio-, el claustro y el resto de dependencias. Murió en el año 1073 en olor de santidad por la fama de sus milagros, cantados por Gonzalo de Berceo, lo que provocó la llegada de peregrinos y de donaciones económicas, y el monasterio pasó a llamarse Santo Domingo de Silos. La Baja Edad Media coincide con una etapa menos brillante, pero en 1512 se adhirió a la Congregación Benedictina de Valladolid y se formó el monasterio moderno al lado del medieval. Con la desamortización se interrumpió la vida monástica durante 45 años, hasta que unos benedictinos franceses se refugiaron aquí en 1880.



Exteriormente está conformado por dos monasterios yuxtapuestos, en torno a dos claustros, el medieval y el moderno o clásico-barroco, con una gran zona habitacional, con las celdas de los monjes, que sufrió un gran incendio en 1970, siendo restaurado posteriormente. La iglesia románica era de tres naves, transepto, cimborrio en el crucero y cabecera triabsidal y desapareció hacia 1751 debido a su sustitución por un templo neoclásico, construido por Pedro Machuca sobre planos de Ventura Rodríguez. Subsiste la Puerta de las Vírgenes, que da acceso al claustro, salvado también, al parecer, por falta de recursos económicos para cambiarlo.



Lo más importante es el claustro románico, de doble planta, más antigua la inferior y la de mayor mérito. La planta es un cuadrilátero ligeramente desigual, de 30 x 33 m., con 16 arcos en unos lados y 14 en otros. Los arcos de medio punto descansan sobre capiteles, y éstos sobre columnas de doble fuste monolítico, excepto los soportes centrales que están formados por fustes quíntuples a excepción del lado norte, que es cuádruple y torsado. La arquería se apoya en un podio corrido con una abertura para acceder al jardín interior.

La planta inferior debió construirse entre la segunda mitad del siglo XI y la primera del XII, y la superior, que no se visita, a finales de ese mismo siglo. En la inferior hay dos fases de ejecución, que corresponden a los años de los dos siglos referidos: en el XI se ejecutaron las galerías sur y oeste, y el resto en el XII. Las diferencias indican dos maestros distintos y como rasgos diferenciadores pueden destacarse los fustes de las columnas, más separados y curvos en la primera etapa, y la talla, de poco relieve y escaso movimiento en la primera, y más realistas y de mayor volumen la segunda.



Destacan los 64 capiteles y los relieves de las caras interiores de las cuatro pilastras de los ángulos de la galería. Al primer maestro corresponden La ascensión y Pentecostés, El sepulcro y El descendimiento y Los discípulos de Emaús y La duda de Santo Tomás. Al segundo, La anunciación a María y El árbol de Jessé. Este segundo maestro trata ciertos temas, como la abundancia de plegados y la forma de los cabellos, al igual que el árbol de Jessé, al modo que aparece en Santiago de Compostela, por lo que pudo proceder de esa zona.



Los capiteles del segundo artista son obras maestras de la iconografía románica, tratando temas muy variados, desde escenas bíblicas o evangélicas, hasta animales quiméricos y elementos vegetales.



También deben destacarse, por ser vestigios del primitivo templo románico, la Puerta de las Vírgenes, que comunica el claustro con la iglesia, y la fachada de la desaparecida sala capitular. Muy interesantes son el alfarje mudéjar, decorado con figuras y escenas profanas costumbristas de la Castilla del  siglo XIV, la lauda del sepulcro de Santo Domingo, apoyada sobre pies esculpidos con figuras de leones, del siglo XIII, y la estatua de la Virgen de Marzo, mezcla del románico, por el hieratismo de María, y del gótico por el giro del cuerpo de Jesús.


Dejamos el claustro, con su famoso ciprés, y la visita termina con la botica, creada a principios del siglo XVIII, que tenía jardín botánico, laboratorio y biblioteca, y conserva muchos volúmenes y centenares de tarros de loza usados como recipientes, y el museo, con una importante colección que incluye el cáliz que utilizaba Santo Domingo, siglo XI, el tímpano de una de las puertas de la primitiva iglesia románica, etc.





La importancia del cenobio queda reflejada en la literatura. El personaje de Pelayo exclama “Santo Domingo de Silos” al darse cuenta de la presencia rey en “El mejor alcalde, el rey”, de Lope de Vega. En “El nombre de la rosa”, de Umberto Eco, se afirma que la copia del segundo libro de la Poética de Aristóteles fue tomada de este monasterio.


Nos vamos, sin haber escuchado gregoriano en directo, recordando el soneto “El ciprés de Silos”, de Gerardo Diego:

“Enhiesto surtidor de sombra y sueño
que acongojas al cielo con tu lanza.
Chorro que a las estrellas casi alcanza
devanado a sí mismo en loco empeño.

Mástil de soledad, prodigio isleño,
flecha de fe, saeta de esperanza.
Hoy llegó a ti, riberas del Arlanza,
peregrina al azar, mi alma sin dueño.

Cuando te vi señero, dulce, firme,
qué ansiedades sentí de diluirme
y ascender como tú, vuelto en cristales,

como tú, negra torre de arduos filos,
ejemplo de delirios verticales,
mudo ciprés en el fervor de Silos”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario