lunes, 18 de noviembre de 2019


Historia de dos pintoras: Sofonisba Anguissola y Lavinia Fontana.




Exposición en el Museo del Prado dedicada a dos pioneras de la historia de la pintura, que vivieron en el s. XVI en Italia, escenario privilegiado del arte. Se formaron en Cremona y Bolonia, dos centros artísticos cercanos, pero son dos modelos diferentes, subordinados a sus propias tradiciones sociales y culturales, aunque coinciden en el fundamental papel paterno para condicionar sus respectivas carreras y en la rotura con los estereotipos sociales asignados a las mujeres en relación con la práctica artística, franqueando el espacio doméstico para desarrollar una carrera profesional, lo que iba contra el decoro, y saltando el muro de la mujer en los conventos a donde las habían conducido desde la edad Media. La personalidad, reconocimiento y trayectoria de las dos fueron decisivas para abrir nuevos caminos a las mujeres que vendrían después.

Autorretrato ante el caballete
1556-57
Sofonisba fue la primera que hizo de la práctica artística una actividad reconocida y honorable y encontró en la pintura un modo de alcanzar la posición social que correspondía a su familia. Su padre, Amilcare, promovió la formación artística de sus seis hijas como parte de la educación humanista que se consideraba adecuada para las damas. Su nombre correspondió a una aristócrata cartaginesa de la Segunda Guerra Púnica, hija del general Asdrúbal Giscón, que jugó un importante papel en el juego de alianzas de Numidia durante la guerra y que puso fin a su vida para evitar caer en manos de los romanos. Practicó el retrato alcanzando fama que, gracias a sus orígenes aristocráticos y a su aureola de mujer virtuosa, propició la llegada a la corte española como dama y profesora de pintura de la reina Isabel de Valois, tercera esposa de Felipe II.

Lavinia era hija de un pintor de prestigio en Bolonia, por lo que la pintura fue su ámbito natural. Las favorables condiciones de la ciudad explican el papel destacado de las mujeres en la vida cultural, religiosa, social y artística. Amparada por el prestigio de Sofonisba, fue la primera en abrir un taller propio, actividad que se extendió por Florencia y Roma. Su producción fue más amplia y variada: retratos, pinturas religiosas, asuntos mitológicos con el desnudo como protagonista.

Autorretrato en el estudio, 1579


La exposición se divide en ocho secciones.
Comienza con los autorretratos de las dos pintoras y la tela de Lavinia Minerva desnuda, donde el desnudo rompe con uno de los tabúes de la pintura de mujeres.



Retrato de familia, 1558
La creación del mito “Sofonisba Anguissola”.
Tras recibir educación artística siguiendo las recomendaciones formativas de las clases aristocráticas, destacó como dibujante y sobre todo como retratista, practicando repetidamente con su propio rostro y los de su familia. En sus numerosos autorretratos reflejó los ideales femeninos del momento: discreción, pudor, modestia o prudencia. También realizó pequeñas obras de busto o de media figura y, gracias al despliegue diplomático de su padre, estos autorretratos se convirtieron en cartas de presentación que forjaron su temprana fama. Surgió así un mito femenino que quisieron emular otras mujeres, como Lavinia Fontana.




Sofonisba Anguissola
La reina Ana de Austria, 1573
Retratar la auctoritas: los entornos humanistas de Cremona y Bolonia.
Ya antes de su llegada a España, Sofonisba realizó retratos de personajes ilustres de su tiempo que atestiguan su temprana fama y sus dotes, optando por la forma sedente. Esta tipología la empleará años después Lavinia para retratar a artistas, letrados, médicos, humanistas o clérigos. Sentados ante un escritorio, sorprendidos en su actividad intelectual, los retratados por las dos pintoras reflejan una condición fundamental de la época: su auctoritas, el prestigio moral y cívico de sus conocimientos y dedicación.





El príncipe don Carlos vestido
de blanco, 1568
Sofonisba Anguissola en la corte de Felipe II.
En la corte española fue profesora de dibujo y pintura de Isabel de Valois y retrató a casi todos los miembros de la familia real, aunque sus cuadros no están firmados porque su posición no era la de pintora oficial, cargo que ostentaba Alonso Sánchez Coello, “retratista del rey”, que fijó las convenciones del retrato cortesano: rasgos físicos, carácter dinástico y virtudes de la familia: distancia, quietud, severidad. Sofonisba siguió estas pautas pero atemperadas por su propio bagaje artístico, su gusto por la descripción minuciosa de los detalles, una percepción psicológica que atenúa la distancia y una atmósfera envolvente y tamizada que suaviza los contornos de las figuras.
Isabel de Valois sosteniendo un retrato de Felipe II, 1561-65

Felipe II, 1565 (retocado, 1563)
Lavinia Fontana: retratista de Bolonia.
Los retratos fueron su principal ocupación en Bolonia y más tarde en Roma. Utilizando varias tipologías fue la pintora preferida de las damas porque reflejó sus pretensiones de mundanidad y sofisticado lujo, la opulencia de la indumentaria, joyas, encajes, etc. También representó a los niños de familias notables en composiciones religiosas destinadas a capillas privadas, retratados en el grupo familiar.


                                                   Autorretrato tocando la espineta, 1577

Pintura religiosa.
En este tema, la producción de Sofonisba es muy escasa. Son obras de pequeño formato, pensadas para ámbitos privados, en las que siguió los modelos de sus maestros. Las pequeñas escenas están dotadas de una sensibilidad tierna y amable. En cambio, Lavinia desarrolló una producción religiosa totalmente profesional que abarcó otras devocionales de pequeñas dimensiones y grandes lienzos de altar. Son obras marcadas por la espiritualidad de la Contrarreforma.


Lavinia Fontana, Noli me tangere, 1581

Lavinia Fontana y la pintura mitológica.
Fue la primera artista que realizó composiciones mitológicas, adentrándose en la representación del desnudo, un terreno vetado a las mujeres, conciliando esta temática con el seguimiento de los postulados religiosos contrarreformistas. Su gran capacidad de invención se muestra en la disposición de los desnudos y en la presencia de joyas, velos y transparencias que estimulan la sensualidad de las anatomías.


                                              Lavinia Fontana, Marte y Venus, 1600-1610

Memoria.
Este espacio, que cierra la exposición, presenta algunas piezas que dan cuenta de la fama alcanzada por las dos pintoras. Son recopilaciones biográficas, como la de Pedro Pablo de Ribera –Glorias inmortales, triunfos y heroicas hazañas de ochocientas cuarenta y cinco mujeres, antiguas y modernas …-. Otra prueba de la fama de Sofonisba fue la visita que recibió, pocos meses antes de morir, del joven Antonio van Diyck, que lo reflejó en su diario. De Lavinia se ofrece una medalla acuñada en Roma en 1611 con su efigie y la alegoría de la Pintura.

Valentín Carderera, Pintora ante un caballete (Sofonisba Anguissola pintando al príncipe Carlos ante Isabel de Valois), 1842 


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