San Pedro de Arlanza
Este monasterio, “Cuna de Castilla”, tan emblemático para
Castilla como el de San Juan de la Peña para Aragón, está situado a orillas del
río Arlanza, en la sierra de Las Mamblas, municipio de Hortigüela. Las ruinas,
en medio de rocosos y majestuosos cañones y envueltas en bosques de sabinas,
forman un lugar mágico y romántico, pero los poetas dicen que al pasar por aquí
el río llora ante las desoladas ruinas, porque aquí nació Castilla.
En las cuevas de los cañones del Arlanza habitaban
eremitas que quizá abandonaron su vida eremítica por la cenobítica, y acaso el
primer monasterio fuera la ermita de San Pelayo, en un acantilado sobre el río,
que tiene partes prerrománicas del siglo X. En el año 912 fue fundado el
monasterio por nobles de Tierras de Lara como Gonzalo Fernández, padre de
Fernán González, pero la épica requiere de orígenes menos sencillos y más
legendarios.
Los juglares medievales cantaban que Fernán González
estaba reuniendo un ejército para atacar a Almanzor y, tomando un tiempo de
asueto, se fue de caza. Divisó un gran jabalí y persiguiéndolo se internó en
los espesos bosques en las cercanías del arroyo Vasquebañas. Al perderlo de
vista hizo un alto y, en un claro del bosque, vio la entrada a una cueva, que
era una antigua ermita dedicada a San Pedro. En el altar estaba el jabalí y el
conde no lo mató y se puso a orar. Al salir encontró a tres ermitaños que allí
vivían, que le ofrecieron hospitalidad y le vaticinaron victorias. Él les
prometió construirles un monasterio digno. Esta versión, la primera, procede del
poema de Fernán González y son la inspiración de las siguientes.
Debió existir un templo prerrománico en el mismo solar,
al igual que en Santo Domingo de Silos, pero la construcción actual comenzó en
1080, románico pleno, rehaciendo la cabecera y el alzado interior. Se hizo un claustro
románico, siglo XII, en el lado sur, desaparecido, y otras dependencias de las
que queda, modificada, la sala capitular. En el siglo XIII se levantó la torre actual, defensiva, y las
principales transformaciones tuvieron lugar en los siglos XV-XVII: en la
iglesia, la cubierta tardogótica obra de Simón de Colonia, el refectorio actual
y el cuerpo superior de la torre. El siglo XVII vio la sustitución del claustro
románico por el actual herreriano (monjes intelectuales) y se hizo el claustro
menor (de los legos, lugar de la vida corriente en los diferentes trabajos),
también herreriano, el portón de entrada, etc.
Las obras de los siglos XI-XII conformaron un templo
románico pleno, de planta basilical –sin transepto- de tres naves, cabecera
triabsidal –semicircular- con tramos presbiteriales, bóvedas de medio cañón en
los presbiterios y de cuarto de esfera en los ábsides. Hay dos peculiaridades a
destacar, el uso de dobles columnas desde el suelo que continúan en una sola, como
en Santa María del Naranco, y la alineación de las hiladas de sillería de las
bóvedas de los ábsides. Quedan algunos capiteles originales –decoración vegetal
y zoomorfos- y los arranques de los pilares. Las cubiertas debieron ser de
madera. Sobre la primitiva construcción románica Francisco de Colonia elevó, s.
XV, una bóveda estrellada adornada con las filigranas propias del gótico
flamígero.
Sobre la primitiva sacristía se levantó un espectacular
campanario de dos cuerpos, el inferior del siglo XIII con bonitas arquerías
murales apuntadas, y el superior, siglos XV-XVI, con troneras muy rasgadas. Hay
una soberbia torrecilla adosada con escalera de caracol, todo en muy buena
sillería.
La sala capitular es románica pero muy reformada. Tiene
dos pisos, el inferior del siglo XII y el superior de unas décadas después. Lo
más valioso eran las pinturas murales, dispersas en varios museos
estadounidenses y en el Museo de Arte de Cataluña.
El claustro mayor, procesional o de los intelectuales,
ocupa el lugar del románico con reformas góticas. Es renacentista, de finales
del s. XVI y principios del XVII, con hechuras herrerianas, muy sobrias, y con
dos pisos. En el centro había una fuente que fue trasladada al Paseo de la Isla
de Burgos.
El claustro menor fue erigido poco después del mayor, a
mediados del siglo XVII. El piso bajo está cubierto con bóvedas de aristas.
Tiene forma trapezoidal y en el centro hay un enorme abeto pinsapo, de más de
200 años, traído de la sierra de Cádiz.
El refectorio fue trasladado aquí en las reformas de
finales del siglo XV y comienzos del XVI. Es gótico y su alargada nave está
cubierta con bóvedas estrelladas.
A la sacristía, un espacio abovedado con cúpula sobre
trompas, se accede a través de un pasillo.
En la fachada este está la entrada. Es una estructura
clasicista de dos niveles, presidida por un caballero aplastando a dos
musulmanes que representa a Fernán González en alguna batalla contra los
musulmanes cordobeses del siglo X, como la célebre de Hacinas.
Este importante monasterio tuvo su época de expansión en
el siglo XI, con apoyo de la monarquía que continuó en el siglo siguiente. En
el XIII se trabajó en la promoción de la figura capital y de esta época es el
poema épico sobre Fernán González. Los monjes difundieron leyendas interesadas
en el sentido de que los huesos del conde se removían en el sepulcro cada vez
que se libraba batalla contra los infieles. Tanto el conde y su esposa, como el
padre, debieron ser enterrados aquí, pero sólo se conservan los restos del
conde Fernán González que se trasladaron en 1841 a la colegiata de Covarrubias.
La gran importancia cultural, económica y religiosa del
monasterio, su prestigio y poder de los siglos XI-XII, fueron decayendo en los
siglos siguientes. Con la desamortización de Mendizábal fue abandonado y se
entregó al saqueo y a la ruina. Todavía tuvo un incendio en 1894. A pesar de
que fue declarado Monumento Histórico-Artístico en 1931, eso no supuso su
restauración. Y en épocas recientes se desestimó la construcción de un embalse
que habría anegado el lugar.
Estas históricas ruinas bien merecen una mayor atención.
Fuente de San Pedro de Arlanza Paseo de la Isla, Burgos |
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