miércoles, 23 de octubre de 2019


San Pedro de Arlanza

Este monasterio, “Cuna de Castilla”, tan emblemático para Castilla como el de San Juan de la Peña para Aragón, está situado a orillas del río Arlanza, en la sierra de Las Mamblas, municipio de Hortigüela. Las ruinas, en medio de rocosos y majestuosos cañones y envueltas en bosques de sabinas, forman un lugar mágico y romántico, pero los poetas dicen que al pasar por aquí el río llora ante las desoladas ruinas, porque aquí nació Castilla.



Sus nebulosos orígenes están inmersos en la leyenda. Cerca se han encontrado restos romanos y visigóticos y se atribuye la fundación del lugar a Recaredo, con la posibilidad de que fuera el lugar de entierro de Wamba. Se perdería con la invasión islámica, pero quedó un pequeño núcleo eremítico, lo que enlazaría con el conde de Castilla cuando cazaba el jabalí, que figura en el Poema de Fernán González, posiblemente escrito por un monje de este monasterio.


En las cuevas de los cañones del Arlanza habitaban eremitas que quizá abandonaron su vida eremítica por la cenobítica, y acaso el primer monasterio fuera la ermita de San Pelayo, en un acantilado sobre el río, que tiene partes prerrománicas del siglo X. En el año 912 fue fundado el monasterio por nobles de Tierras de Lara como Gonzalo Fernández, padre de Fernán González, pero la épica requiere de orígenes menos sencillos y más legendarios.



Los juglares medievales cantaban que Fernán González estaba reuniendo un ejército para atacar a Almanzor y, tomando un tiempo de asueto, se fue de caza. Divisó un gran jabalí y persiguiéndolo se internó en los espesos bosques en las cercanías del arroyo Vasquebañas. Al perderlo de vista hizo un alto y, en un claro del bosque, vio la entrada a una cueva, que era una antigua ermita dedicada a San Pedro. En el altar estaba el jabalí y el conde no lo mató y se puso a orar. Al salir encontró a tres ermitaños que allí vivían, que le ofrecieron hospitalidad y le vaticinaron victorias. Él les prometió construirles un monasterio digno. Esta versión, la primera, procede del poema de Fernán González y son la inspiración de las siguientes.



Debió existir un templo prerrománico en el mismo solar, al igual que en Santo Domingo de Silos, pero la construcción actual comenzó en 1080, románico pleno, rehaciendo la cabecera y el alzado interior. Se hizo un claustro románico, siglo XII, en el lado sur, desaparecido, y otras dependencias de las que queda, modificada, la sala capitular. En el siglo XIII  se levantó la torre actual, defensiva, y las principales transformaciones tuvieron lugar en los siglos XV-XVII: en la iglesia, la cubierta tardogótica obra de Simón de Colonia, el refectorio actual y el cuerpo superior de la torre. El siglo XVII vio la sustitución del claustro románico por el actual herreriano (monjes intelectuales) y se hizo el claustro menor (de los legos, lugar de la vida corriente en los diferentes trabajos), también herreriano, el portón de entrada, etc.



Las obras de los siglos XI-XII conformaron un templo románico pleno, de planta basilical –sin transepto- de tres naves, cabecera triabsidal –semicircular- con tramos presbiteriales, bóvedas de medio cañón en los presbiterios y de cuarto de esfera en los ábsides. Hay dos peculiaridades a destacar, el uso de dobles columnas desde el suelo que continúan en una sola, como en Santa María del Naranco, y la alineación de las hiladas de sillería de las bóvedas de los ábsides. Quedan algunos capiteles originales –decoración vegetal y zoomorfos- y los arranques de los pilares. Las cubiertas debieron ser de madera. Sobre la primitiva construcción románica Francisco de Colonia elevó, s. XV, una bóveda estrellada adornada con las filigranas propias del gótico flamígero.


Sobre la primitiva sacristía se levantó un espectacular campanario de dos cuerpos, el inferior del siglo XIII con bonitas arquerías murales apuntadas, y el superior, siglos XV-XVI, con troneras muy rasgadas. Hay una soberbia torrecilla adosada con escalera de caracol, todo en muy buena sillería.


La sala capitular es románica pero muy reformada. Tiene dos pisos, el inferior del siglo XII y el superior de unas décadas después. Lo más valioso eran las pinturas murales, dispersas en varios museos estadounidenses y en el Museo de Arte de Cataluña.


El claustro mayor, procesional o de los intelectuales, ocupa el lugar del románico con reformas góticas. Es renacentista, de finales del s. XVI y principios del XVII, con hechuras herrerianas, muy sobrias, y con dos pisos. En el centro había una fuente que fue trasladada al Paseo de la Isla de Burgos.



El claustro menor fue erigido poco después del mayor, a mediados del siglo XVII. El piso bajo está cubierto con bóvedas de aristas. Tiene forma trapezoidal y en el centro hay un enorme abeto pinsapo, de más de 200 años, traído de la sierra de Cádiz.


El refectorio fue trasladado aquí en las reformas de finales del siglo XV y comienzos del XVI. Es gótico y su alargada nave está cubierta con bóvedas estrelladas.

A la sacristía, un espacio abovedado con cúpula sobre trompas, se accede a través de un pasillo.

En la fachada este está la entrada. Es una estructura clasicista de dos niveles, presidida por un caballero aplastando a dos musulmanes que representa a Fernán González en alguna batalla contra los musulmanes cordobeses del siglo X, como la célebre de Hacinas.


Este importante monasterio tuvo su época de expansión en el siglo XI, con apoyo de la monarquía que continuó en el siglo siguiente. En el XIII se trabajó en la promoción de la figura capital y de esta época es el poema épico sobre Fernán González. Los monjes difundieron leyendas interesadas en el sentido de que los huesos del conde se removían en el sepulcro cada vez que se libraba batalla contra los infieles. Tanto el conde y su esposa, como el padre, debieron ser enterrados aquí, pero sólo se conservan los restos del conde Fernán González que se trasladaron en 1841 a la colegiata de Covarrubias.

La gran importancia cultural, económica y religiosa del monasterio, su prestigio y poder de los siglos XI-XII, fueron decayendo en los siglos siguientes. Con la desamortización de Mendizábal fue abandonado y se entregó al saqueo y a la ruina. Todavía tuvo un incendio en 1894. A pesar de que fue declarado Monumento Histórico-Artístico en 1931, eso no supuso su restauración. Y en épocas recientes se desestimó la construcción de un embalse que habría anegado el lugar.
Estas históricas ruinas bien merecen una mayor atención.



Portada. Museo Arqueológico Nacional
Fuente de San Pedro de Arlanza
Paseo de la Isla, Burgos


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