Peña San Miguel.
La llana comarca Hoya de Huesca termina abruptamente en
el Prepirineo, actuando como puerta de entrada, como frontera, al Parque
Natural de la Sierra y Cañones de Guara en su extremo izquierdo, la formación
rocosa llamada “Salto de Roldán” configurada por dos inmensas moles pétreas, la
peña San Miguel o de Sen, de 1.123 m de altitud a la izquierda, y la peña Amán
o de Men, de 1.124 m a la derecha, además de una tercera aislada conocida como
el Fraile, entre las que fluye el río Flumen.
En el Cenozoico, las corrientes fluviales arrastraron
gravas y cantos desde el Pirineo hacia la depresión del Ebro. Estos depósitos
se fueron consolidando como conglomerados en un entorno calizo, y la erosión
los esculpió en formas columnares llamadas “mallos”, hábitat preferido por las
numerosas rapaces como el buitre leonado, que configuran un relieve
característico y original debido a las diferencias de dureza de la roca.
Históricamente fue uno de los puntos de defensa del
llano, mencionado en fuentes musulmanas. En el siglo X cambió de manos para
recalar definitivamente en los cristianos en el siglo XI, en 1090 con el rey
Sancho Ramírez, cuando se construyó un castillo y una ermita en la Peña de Sen,
uno de los castillos roqueros más espectaculares.
Pero, frente a la historia, ha prevalecido el mito.
Roldán, sobrino de Carlomagno según la leyenda, volvía hacia Francia de la
fracasada empresa de conquistar Zaragoza. Para escapar de sus perseguidores
ascendió a la peña de Amán, espoleó a su caballo y saltó hasta la peña de
enfrente, dejando marcadas sus huellas en la roca. El caballo murió por el
esfuerzo y Roldán tuvo que seguir a pie, llegando a Ordesa y lanzando su mítica
espada, Durendal, contra la roca y abriendo la que se conoce como “brecha de
Roldán”, que le permitió ver tierra francesa antes de morir.
Se puede acceder por dos lugares: desde Huesca por la carretera de Apiés, y desde la carretera de Sabiñánigo desviándose en Nueno y pasando por Sabayés. Se sigue en dirección a Santa Eulalia de la Peña, "Santolarieta", sin pasar por el pueblo, hasta llegar al aparcamiento, en la falda de la Peña San Miguel, donde comienza el breve y cómodo recorrido, una senda bien trazada y señalizada, con escalones de madera al principio, entre matorral mediterráneo y endemismos mediterráneos como la "Oreja de Oso" (Ramonda Myconi), que García Omedes había visto en la zona más umbría del cañón de acceso a Bujaruelo. Desde la base se asciende por una vía ferrata con pasamanos, grapas enclavijadas y escaleras, que, en pocos minutos, nos deja en la cima. La duración total puede ser de unos 30´, aunque nosotros lo hemos recorrido en menos porque en esta ocasión ha venido mi prima Nati, ágil como una gacela, que nos ha marcado un ritmo de competición.
Sobrecoge la espectacularidad del paisaje que rodea la peña, en una visual de 360º. Delante queda la anaranjada peña Amán, en caída vertical hasta el fondo por el que discurre el río Flumen, serpenteando entre las dos peñas y formando barrancos intrincados como el de las Palomeras. Hacia el Sur, la enorme y llana extensión de la Hoya de Huesca. Hacia el oeste está el pico Gratal y hacia el norte los crestones rocosos, calizos, bajo los que están los embalses de Belsué y Cienfuens, además de la sierra del Águila. En todas direcciones aparecen rapaces, de las que este lugar es un buen observatorio.
Las ruinas de la ermita de San Miguel, que dio nombre a la peña, se sitúan en la base de la zona superior de ésta, en el lado sur, casi en la vertical de la torre en lo alto. Tenía una nave, orientada y rematada al este por ábside semicircular, y construida en blanquecinos y bien escuadrados sillares de caliza que le dan visibilidad. Sólo queda el arranque de los muros y de la desaparecida portada, hacia los pies del muro sur, se conserva el tímpano con crismón trinitario -el círculo formado por una soga- en la puerta de entrada al cementerio de santolarieta.
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