lunes, 7 de octubre de 2019


Peña San Miguel.


La llana comarca Hoya de Huesca termina abruptamente en el Prepirineo, actuando como puerta de entrada, como frontera, al Parque Natural de la Sierra y Cañones de Guara en su extremo izquierdo, la formación rocosa llamada “Salto de Roldán” configurada por dos inmensas moles pétreas, la peña San Miguel o de Sen, de 1.123 m de altitud a la izquierda, y la peña Amán o de Men, de 1.124 m a la derecha, además de una tercera aislada conocida como el Fraile, entre las que fluye el río Flumen.



En el Cenozoico, las corrientes fluviales arrastraron gravas y cantos desde el Pirineo hacia la depresión del Ebro. Estos depósitos se fueron consolidando como conglomerados en un entorno calizo, y la erosión los esculpió en formas columnares llamadas “mallos”, hábitat preferido por las numerosas rapaces como el buitre leonado, que configuran un relieve característico y original debido a las diferencias de dureza de la roca.


Históricamente fue uno de los puntos de defensa del llano, mencionado en fuentes musulmanas. En el siglo X cambió de manos para recalar definitivamente en los cristianos en el siglo XI, en 1090 con el rey Sancho Ramírez, cuando se construyó un castillo y una ermita en la Peña de Sen, uno de los castillos roqueros más espectaculares.



Pero, frente a la historia, ha prevalecido el mito. Roldán, sobrino de Carlomagno según la leyenda, volvía hacia Francia de la fracasada empresa de conquistar Zaragoza. Para escapar de sus perseguidores ascendió a la peña de Amán, espoleó a su caballo y saltó hasta la peña de enfrente, dejando marcadas sus huellas en la roca. El caballo murió por el esfuerzo y Roldán tuvo que seguir a pie, llegando a Ordesa y lanzando su mítica espada, Durendal, contra la roca y abriendo la que se conoce como “brecha de Roldán”, que le permitió ver tierra francesa antes de morir.


Hay otras leyendas, menos conocidas, que incorporan personajes como San Martín o el diablo y lugares como el monasterio de San Martín de la Bal d´Onsera, lo que indicaría la posibilidad de cultos que dieran respuesta a la impresionante arquitectura geológica y que, con la construcción de ermitas, serían cristianizados siguiendo procesos sincréticos vistos en muchos lugares. También se hablaba de los malos espíritus que aparecían después de las tormentas, o del Maligno en versión local bajo el nombre de Patetas, y de las brujas o hechiceras que se reunían el día de la Pascua de Resurrección en la Peña San Miguel -muriendo despeñada una de ellas, de nombre Isabel, mientras recogía hierbas para sus hechizos- hasta que fueron perseguidas y obligadas a bautizarse. Además de leyendas se ha puesto en juego la imaginación visual para descubrir al gigante dormido en una mole rocosa que se estira entre la peña de Amán y el picón del Mediodía.


Se puede acceder por dos lugares: desde Huesca por la carretera de Apiés, y desde la carretera de Sabiñánigo desviándose en Nueno y pasando por Sabayés. Se sigue en dirección a Santa Eulalia de la Peña, "Santolarieta", sin pasar por el pueblo, hasta llegar al aparcamiento, en la falda de la Peña San Miguel, donde comienza el breve y cómodo recorrido, una senda bien trazada y señalizada, con escalones de madera al principio, entre matorral mediterráneo y endemismos mediterráneos como la "Oreja de Oso" (Ramonda Myconi), que García Omedes había visto en la zona más umbría del cañón de acceso a Bujaruelo. Desde la base se asciende por una vía ferrata con pasamanos, grapas enclavijadas y escaleras, que, en pocos minutos, nos deja en la cima. La duración total puede ser de unos 30´, aunque nosotros lo hemos recorrido en menos porque en esta ocasión ha venido mi prima Nati, ágil como una gacela, que nos ha marcado un ritmo de competición.



Durante la ascensión se pueden observar restos de muros defensivos y un aljibe excavado en la roca, y otro arriba, pero lo que más destaca son las ruinas del castillo de Sen, perfecta atalaya defensiva del siglo XII, y de la ermita románica, que conforman uno de los muchos conjuntos religioso-militares del antiguo reino. Del torreón, edificado en sillarejo bien trabajado y con su base ataludada, sólo queda el arranque, y de la iglesia se aprecia la articulación de ábside y nave.



Sobrecoge la espectacularidad del paisaje que rodea la peña, en una visual de 360º. Delante queda la anaranjada peña Amán, en caída vertical hasta el fondo por el que discurre el río Flumen, serpenteando entre las dos peñas y formando barrancos intrincados como el de las Palomeras. Hacia el Sur, la enorme y llana extensión de la Hoya de Huesca. Hacia el oeste está el pico Gratal y hacia el norte los crestones rocosos, calizos, bajo los que están los embalses de Belsué y Cienfuens, además de la sierra del Águila. En todas direcciones aparecen rapaces, de las que este lugar es un buen observatorio.




Las ruinas de la ermita de San Miguel, que dio nombre a la peña, se sitúan en la base de la zona superior de ésta, en el lado sur, casi en la vertical de la torre en lo alto. Tenía una nave, orientada y rematada al este por ábside semicircular, y construida en blanquecinos y bien escuadrados sillares de caliza que le dan visibilidad. Sólo queda el arranque de los muros y de la desaparecida portada, hacia los pies del muro sur, se conserva el tímpano con crismón trinitario -el círculo formado por una soga- en la puerta de entrada al cementerio de santolarieta.




En resumen, un lugar de visita imprescindible que muestra la imbricación de la naturaleza geológica, los paisajes espectaculares, y las creencias y demás restos de la huella humana, también muy antigua pero ahora desaparecida. Es uno de tantos lugares de la España vacía.



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