Las pasarelas de Alquézar.
La población de Alquézar es el centro de una amplia serie
de rutas senderistas, a cual más interesante. En otras ocasiones hemos
recorrido las balsas de Basacol, San Pelegrín y las primitivas pasarelas, que
terminaban en el camino de ascenso al pueblo. Ahora volvemos de nuevo para ver
la ampliación, la segunda parte, que, partiendo del camino por un sendero
indicado con el letrero Mirador, sale al Camino Natural del Somontano por el
que remontar la pendiente hasta el pueblo que se ofrece en lo alto.
Se trata de un recorrido circular de montaña,
exclusivamente senderista, de unos tres kilómetros de longitud y 180 m de
desnivel acumulado, en un rincón mágico y espectacular esculpido por el río
Vero en las calizas de la zona. En un mundo de inmejorables valores
paisajísticos, culturales y naturales, podemos disfrutar de sensaciones únicas,
en unas dos horas de trayecto de dificultad media, admirando la agraciada
combinación de agua y roca, y los trabajos del hombre para aprovechar la fuerza
del agua del río. Es un resumen de las esencias paisajísticas, culturales y
medioambientales del Parque Natural de la Sierra y los Cañones de Guara.
Se puede obtener el billete de entrada por internet para
evitar colas y para asegurarse el acceso en determinadas fechas que resulten
conflictivas. El punto de partida es, desde la plaza Rafael Ayerbe –antigua
Plaza Mayor-, al lado del Ayuntamiento, la calle Iglesia, que desciende hacia
la Colegiata. Aquí también puede adquirirse el billete y desde los
aparcamientos, el recorrido hasta aquí, atravesando el pueblo, está señalizado.
En el primer desvío a la izquierda nos colocamos el casco
protector y se comienza el primer tramo del recorrido, la bajada al río Vero
por el Barranco de la Fuente, encajonado entre altas paredes calizas, con la elevada
Colegiata en lo alto a la derecha y la Peña Castibián a la izquierda, lugar de
escalada entre las oquedades. Esta bajada está acondicionada en algunos tramos
con pasarelas de madera, siete tramos, pero hay zonas rocosas que pueden
resultar resbaladizas en días de lluvia. También hay tramos muy frondosos, con
plantas rupícolas, que alivian el calor de algunos días con su sombra y
humedad. En conjunto, puede admirarse el trabajo erosivo del agua y el viento a
lo largo del tiempo, mientras, en silencio, pueden verse las rapaces
sobrevolando la zona.
El segundo tramo es el río Vero. Al llegar al cauce, se
va unos cien metros a la izquierda para ver una curiosa oquedad formada por la
erosión del agua, la cueva de Picamartillo. Retrocediendo un poco se toma el
primer tramo de pasarelas aéreas, que atraviesan un cortado vertical, para
bajar de nuevo al cauce del río, siempre por su orilla derecha. Se continúa un
poco por la orilla del agua hasta el estruendo del salto de agua en el Azud. Es
una zona muy agreste y bonita –caos de bloques rocosos, oquedades, pozas,
agua-, que se inicia en el azud, que tomaba el agua que se derivaba por un
canal a la Central, situada más abajo, para generar electricidad. Las pasarelas
servían de comunicación entre los tres elementos, azud, canal y central, para
los operarios de mantenimiento de la infraestructura, al igual que en el
Caminito del Rey.
Desde la antigua central se asciende por un sendero hacia
el pueblo. Este era el recorrido de las primitivas pasarelas, pero ahora se ha
ampliado. Hay que seguir el letrero que indica Mirador, a la izquierda, que nos
dirige al nuevo trayecto, otro tramo de pasarelas más moderno y más aéreo, con
espectaculares vistas sobre el río, barrancos y, pasando bajo la Colegiata,
Alquézar en lo alto. En este tramo, aún sin llegar a la espectacularidad del
Caminito del Rey o de Montrebei y Montfalcó, ya puede empezar a notarse las
contradictorias sensaciones que produce la altura. Así se llega al Mirador,
desde el que puede contemplarse una espectacular panorámica del último cañón
del Vero.
Desde aquí se sale al camino empinado, pesado en días
calurosos, que, entre almendros y olivos, nos devuelve a Alquézar, a la plaza
del frontón, donde dejamos el casco y nos refrescamos en las terrazas de los
bares, próximos a la Oficina de Turismo. A la sombra y con alguna bebida
fresca, el pensamiento vuelve al río, a los restos de presas, acequias, molinos
y demás infraestructuras que nos hablan de su intenso aprovechamiento
histórico, del uso del agua para obtener energía.
También se piensa en continuar la ruta. Desde el Mirador,
se sale al camino y, en lugar de subir al pueblo, se baja hasta el puente de
Fuentebaños, donde tanto el GR como el Camino Natural del Somontano, que
comparten trazado, nos llevan hasta Asque, subiendo por un sendero equipado con
barandillas, escalones, etc., y, unos 500 m más adelante, por la ancha pista en
que se ha convertido la senda, en dos kilómetros de recorrido. Desde Asque
queda a la derecha el puente del Diablo y Colungo, y hacia la izquierda el
regreso a Alquézar por el puente de Villacantal. Es una buena ruta circular
punteada de puentes, que queda para otra ocasión.
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