Lerma.
Las grandes
posibilidades turísticas de esta población, a orillas del río Arlanza, quedan
corroboradas por la gran cantidad de visitantes que afluyen atraídos por la
arquitectura herreriana, civil y religiosa, impulsada por el duque de Lerma,
por su casco urbano medieval reflejo de su importancia estratégica durante la
Edad Media, y por la gastronomía, incluyendo el vino, que completan el disfrute
de la visita. Otro factor favorecedor de las visitas, en este 2019, es la
exposición de Las Edades del Hombre en la Ermita de Nuestra Señora de la
Piedad, la iglesia de San Pedro y el Monasterio de la Ascensión de Nuestro
Señor.
Su nombre tiene
resonancias celtibéricas, no en vano es fundación prerromana, asentamiento de
la tribu de los vacceos. Después pasaron romanos, suevos, visigodos y árabes. A
partir del año 900, el avance cristiano situó la frontera en el río Arlanza,
iniciándose la repoblación e instalando una serie de posiciones fuertes, como
Lerma, amurallada, con cuatro puertas de las que se conserva la principal, el
“Arco de la Cárcel”. Cerca, en las peñas de Cervera, Almanzor venció al conde
Sancho García en el último castigo musulmán. Fue estratégico emplazamiento
militar en el siglo X y cabeza de alfoz gracias al fuero otorgado por Alfonso
VII. En el siglo XI comenzaron los señoríos, las luchas entre los Castro y los
Lara –Lerma, feudo de estos últimos-, nobles belicosos que se enfrentaron a los
reyes castellanos y obligaron a Fernando III el Santo y a Alfonso XI el del
Salado a sitiar la villa.
Fue villa de
realengo hasta principios del siglo XV, en que Fernando de Antequera la donó a
Diego Gómez de Sandoval y rojas por su apoyo en la batalla de Antequera,
convirtiéndose en servidora de la familia real. En 1574, Don Francisco Gómez de
Sandoval y Rojas recibió el mayorazgo de la Casa, como IV conde de Lerma y lo
convirtió en ducado. En 1601, con el traslado de la Corte a Valladolid, el
Duque concibió la idea de crear una corte propia en la villa para restringir el
núcleo cortesano alrededor de Felipe III, del que se mantuvo como privado
durante veinte años, tiempo en el que Lerma se vio engrandecida por un
ambicioso proyecto constructivo. Entre 1600 y 1617, se erigió un espléndido
conjunto histórico-artístico de estilo herreriano en el que intervinieron los
mejores arquitectos reales, Francis de Mora, Juan Gómez de Mora y Fray Alberto
de la Madre de Dios.
Lerma se convirtió
en Corte de Recreo, adonde acudían personajes relevantes y se celebraban
fiestas en honor de los Reyes. Aquí nació el séptimo hijo de Felipe III, la
Infanta Margarita. El Duque obtuvo exorbitantes concesiones reales, en títulos
y riquezas, pero tuvo que acogerse a la dignidad cardenalicia para escapar de
sus enemigos y murió en 1625 en Valladolid. La villa quedó olvidada. El
violento siglo XIX mermó su patrimonio, pero después ha renacido apoyada en el
turismo, la industria, los vinos, etc.
La villa de Lerma
es el sueño de un duque, el capricho de los Sandoval, cuyo escudo, banda negra
sobre oro junto a las cinco estrellas de los Rojas, campea en muchos lugares de
las formas renacentistas escurialenses de sus edificios, obras de Francisco de
Mora y fray Alberto de la Madre de Dios, cuando la población ya conocía siglos
de historia.
El edificio más
impactante es el Palacio Ducal,
1601-1617, característico de la época de los Austrias, ubicado en el emplazamiento
del antiguo castillo medieval y realizado según las trazas de Francisco de Mora
para morada de los Duques y aposento para corte de Felipe III en sus retiros
cinegéticos en la villa. Su disposición es la característica, un patio central
rodeado de galerías columnadas y una suntuosa escalera. La fachada principal,
de gran armonía y simetría, es de buenos sillares con austera portada y está
rematada por fuerte cornisa de piedra y cubiertas de pizarra. En las esquinas
hay cuatro torreones rematados por chapiteles. Actualmente está rehabilitado
como Parador de Turismo.
La gran Plaza Mayor, de casi 7.000 m2,
está situada frente a la fachada principal del Palacio, limitada por tres
cuerpos columnados. Fue el marco ideal para las fiestas que celebraba el duque
y aquí estrenó Lope de Vega su obra “La
burgalesa de Lerma” en 1617. Desde el palacio se creó un pasadizo que lo
unía a la Iglesia Colegial de San Pedro Apóstol, pasando por un lado de la
plaza. Hoy es visible el Mirador de los
Arcos, levantado como apoyo al pasadizo, proyecto de Juan Gómez de Mora y
restaurado en el siglo XVIII por el Duque del Infantado, cuyo escudo aparece en
el centro. Desde aquí se tiene una magnífica perspectiva de la vega del río
Arlanza.
Al lado del Mirador, entre el monasterio de Santa Teresa
y el de Santa Clara, está la Plaza de
Santa Clara, que tiene en el centro un sencillo monumento con los restos de
Don Jerónimo Merino Cob, “El Cura Merino”, pastor de joven, ordenado sacerdote
en Covarrubias y gran guerrillero en la lucha contra los franceses. Después
volvió de párroco a su pueblo, luchó al lado de los carlistas y se exilió en la
Bretaña francesa, donde murió.
En el trazado medieval de Lerma, en su casco urbano al
que da acceso el arco de entrada, encontramos la antigua plaza con sus típicos
soportales, callejas y casas como la que habitó José Zorrilla. Abajo, en el
llano, está el puente medieval sobre el río. Seguramente existiría un primitivo puente en el camino de Lerma a Burgos.
El nuevo se construyó al amurallarse la ciudad, con recios sillares de piedra.
El Duque creó en la vega un jardín y coto de caza, además de siete ermitas. El
Papa Paulo V, en 1609, concedió a los fieles que orasen en las ermitas, las
mismas indulgencias que gozaban los que visitaban las siete iglesias de Roma.
Queda la del Humilladero.
En esta población,
“la historia y la leyenda tejen
ensoñaciones y el viejo río canta, cual juglar medieval, el poema de la epopeya
castellana”. Todas las edades de la Historia, los trabajos y los días
pueden contemplarse en los paneles informativos, maquetas, reproducciones de
trajes, retratos, bodega, etc., del Centro
de Interpretación de la Historia de Lerma, en la Oficina de Turismo. Era el
tiempo en el que desde Lerma se gobernó el mundo.
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