domingo, 22 de septiembre de 2019


Ponferrada. Los Montes de León (V/V).

Después de desayunar y descansar en los recuerdos de otras andaduras hay que continuar el descenso, que sigue muy pronunciado, por un sendero áspero y pedregoso. Cerca, a unos tres kilómetros, está Riego de Ambrós, la siguiente población, mucho más animada y restaurada que en el anterior paso, que también pertenece al municipio de Molinaseca. Seguimos estando en un privilegiado entorno natural de gran atractivo. Las construcciones siguen las pautas de la arquitectura popular típica del Bierzo, destacando la iglesia parroquial de Santa María Magdalena, del s. XVI, con un retablo barroco de principios del s. XVIII.

En el s. XII se le cita como Riego de Ambroz, el apellido del señor feudal. Tuvo hospital de peregrinos en la Edad Media y también en el s. XVIII. La calle Real, iniciada prácticamente en la ermita de San Sebastián, atraviesa este pueblo-camino llenándose de construcciones tradicionales en piedra, con balcones de madera, escaleras exteriores, etc. Todo concuerda en este bello paraje, donde comienzan a abundar los castaños, excepto alguna celebración de las fiestas de Santa María Magdalena, en julio, como el rally “Subida a Riego de Ambrós”, concesión a la modernidad.

Unos cinco kilómetros más de descenso cansado nos van a dejar en Molinaseca. A la entrada pasamos por el Santuario de la Virgen de las Angustias (capilla en el s. XI, actual s. XVIII, piedad del s. XVII) y por el magnífico puente medieval sobre el río Meruelo, el Puente de los Peregrinos, que sirve de acceso a la villa, de nobles casas blasonadas. Dan ganas de no avanzar más y quedarse en la piscina fluvial bajo el puente de siete ojos (menciones en documentos de los ss. XII-XIII, tres arcos semienterrados pertenecen a un puente más antiguo), pero el alma del pueblo, como de otros, es la Calle Real que lo atraviesa en línea. Sobre el caserío destaca en altura la iglesia de San Nicolás de Bari, barroca y neoclásica.

Molinaseca pudo tener cierta organización urbana en época romana al ser un núcleo minero, pero su desarrollo le vino vinculado al Puente de los Peregrinos, de planta románica, inicio del pueblo cuya parte histórica concluye, atravesando la Calle Real, a los pies del viejo crucero de piedra del Santo Cristo, dos símbolos inequívocos de su tradición jacobea. Del s. XI datan sus primeras ermitas y hospitales y hubo minas de hierro a principios del s. XVII.

Resistiendo la tentación de la piscina fluvial los peregrinos avanzan por la calle Real, donde destacan las casas de dos plantas con balcones de corredor, galerías voladas en madera de castaño, escaleras exteriores, cubiertas de pizarra y otras muestras de la rica arquitectura popular de la zona, además de portadas de sillería y escudos nobiliarios. La mañana ha ido subiendo y el calor aumentando. Es el momento de parar para beber algo fresco y descansar un poco más.

La mayoría de los peregrinos continúa. Ponferrada espera. Al final de la calle Real está, delimitando la población, el Crucero del Santo Cristo, que no parece medieval aunque sí ocuparía el mismo lugar de otro anterior. Sobre un pedestal de planta cuadrada y cuatro escalones de granito se levanta la columna octogonal a la que se le ha añadido una hornacina de cristal con un crucifijo pequeño.


Hasta Ponferrada quedan todavía unos ocho kilómetros, aunque ya no hay dificultad, el descenso prácticamente ha terminado. Se hace pesado ir al lado de la carretera, con el constante ruido de los vehículos, después de haber transitado por el paraíso de los montes, pero es el sino al acercarse a las poblaciones grandes. El Camino podría ir de modo más recto y corto, pero gira a la izquierda para pasar por Campo, que tiene una fuente romana a la entrada, casas solariegas de origen medieval y la iglesia de Nuestra Señora de La Encina del s. XVII.



Finalmente, dando un gran rodeo y pasando por el Puente Mascarón sobre el río Boeza, al que hace poco se ha unido el Meruelo, se llega a la parte baja de Ponferrada. Hay que ascender hasta la zona de los albergues y el centro histórico levantado sobre un antiguo castro, con testigos de su historia como el Castillo de los Templarios, la Basílica de Nuestra Señora de la Encina, patrona del Bierzo, la calle del Reloj, la plaza del Ayuntamiento, etc. Es el final de la travesía de los Montes de León iniciada en Astorga y desarrollada en dos etapas (final en Foncebadón), que pueden resultar largas, y que pueden dividirse fácilmente en tres (finales en Rabanal del Camino y El Acebo).



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