Ponferrada. Los Montes de León (V/V).
Después de desayunar y descansar en los recuerdos de
otras andaduras hay que continuar el descenso, que sigue muy pronunciado, por
un sendero áspero y pedregoso. Cerca, a unos tres kilómetros, está Riego de Ambrós, la siguiente
población, mucho más animada y restaurada que en el anterior paso, que también
pertenece al municipio de Molinaseca. Seguimos estando en un privilegiado
entorno natural de gran atractivo. Las construcciones siguen las pautas de la
arquitectura popular típica del Bierzo, destacando la iglesia parroquial de
Santa María Magdalena, del s. XVI, con un retablo barroco de principios del s.
XVIII.
En el s. XII se le cita como Riego de Ambroz, el apellido
del señor feudal. Tuvo hospital de peregrinos en la Edad Media y también en el
s. XVIII. La calle Real, iniciada prácticamente en la ermita de San Sebastián,
atraviesa este pueblo-camino llenándose de construcciones tradicionales en
piedra, con balcones de madera, escaleras exteriores, etc. Todo concuerda en
este bello paraje, donde comienzan a abundar los castaños, excepto alguna
celebración de las fiestas de Santa María Magdalena, en julio, como el rally
“Subida a Riego de Ambrós”, concesión a la modernidad.
Unos cinco kilómetros más de descenso cansado nos van a
dejar en Molinaseca. A la entrada
pasamos por el Santuario de la Virgen de las Angustias (capilla en el s. XI,
actual s. XVIII, piedad del s. XVII) y por el magnífico puente medieval sobre
el río Meruelo, el Puente de los Peregrinos, que sirve de acceso a la villa, de
nobles casas blasonadas. Dan ganas de no avanzar más y quedarse en la piscina
fluvial bajo el puente de siete ojos (menciones en documentos de los ss.
XII-XIII, tres arcos semienterrados pertenecen a un puente más antiguo), pero
el alma del pueblo, como de otros, es la Calle Real que lo atraviesa en línea.
Sobre el caserío destaca en altura la iglesia de San Nicolás de Bari, barroca y
neoclásica.
Molinaseca pudo tener cierta organización urbana en época
romana al ser un núcleo minero, pero su desarrollo le vino vinculado al Puente
de los Peregrinos, de planta románica, inicio del pueblo cuya parte histórica
concluye, atravesando la Calle Real, a los pies del viejo crucero de piedra del
Santo Cristo, dos símbolos inequívocos de su tradición jacobea. Del s. XI datan
sus primeras ermitas y hospitales y hubo minas de hierro a principios del s.
XVII.
Resistiendo la tentación de la piscina fluvial los
peregrinos avanzan por la calle Real, donde destacan las casas de dos plantas
con balcones de corredor, galerías voladas en madera de castaño, escaleras
exteriores, cubiertas de pizarra y otras muestras de la rica arquitectura
popular de la zona, además de portadas de sillería y escudos nobiliarios. La
mañana ha ido subiendo y el calor aumentando. Es el momento de parar para beber
algo fresco y descansar un poco más.
La mayoría de los peregrinos continúa. Ponferrada espera.
Al final de la calle Real está, delimitando la población, el Crucero del Santo
Cristo, que no parece medieval aunque sí ocuparía el mismo lugar de otro
anterior. Sobre un pedestal de planta cuadrada y cuatro escalones de granito se
levanta la columna octogonal a la que se le ha añadido una hornacina de cristal
con un crucifijo pequeño.
Hasta Ponferrada quedan todavía unos ocho kilómetros,
aunque ya no hay dificultad, el descenso prácticamente ha terminado. Se hace
pesado ir al lado de la carretera, con el constante ruido de los vehículos,
después de haber transitado por el paraíso de los montes, pero es el sino al
acercarse a las poblaciones grandes. El Camino podría ir de modo más recto y
corto, pero gira a la izquierda para pasar por Campo, que tiene una fuente romana a la entrada, casas solariegas
de origen medieval y la iglesia de Nuestra Señora de La Encina del s. XVII.
Finalmente, dando un gran rodeo y pasando por el Puente
Mascarón sobre el río Boeza, al que hace poco se ha unido el Meruelo, se llega
a la parte baja de Ponferrada. Hay que ascender hasta la zona de los albergues
y el centro histórico levantado sobre un antiguo castro, con testigos de su
historia como el Castillo de los Templarios, la Basílica de Nuestra Señora de
la Encina, patrona del Bierzo, la calle del Reloj, la plaza del Ayuntamiento,
etc. Es el final de la travesía de los Montes de León iniciada en Astorga y
desarrollada en dos etapas (final en Foncebadón), que pueden resultar largas, y
que pueden dividirse fácilmente en tres (finales en Rabanal del Camino y El
Acebo).
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