Los Montes de León (I/V).
El Camino de Santiago, en su trayecto entre Astorga y
Ponferrada, atraviesa los Montes de León, abombamiento fracturado del zócalo,
horts, montañas con picos suaves –erosionadas por el hielo y el viento,
modelado del relieve glaciar- que dejan encerrada, rodeada, la fosa tectónica
del Bierzo. Hasta los 2.183 metros se levanta el Teleno, su cima, que es el
nombre que los astures daban al dios celta Teutates, conocido por los romanos
como Mars Tilenus, ejemplo de sincretismo religioso pues era a la vez el dios
romano Marte, bajo su advocación agraria, y el dios indígena Tilenus. Este
emblemático pico es el referente de la evolución estacional del sol y lo fue de
observación astronómica (petroglifos).
Pero a nosotros, caminantes del Camino, el que nos
interesa es el monte Irago, de 1.528 m de altitud, por el que discurre nuestro
recorrido, que va a estar marcado por el ascenso por una ladera y el descenso
por la otra de estos montes. Los pueblos que puntean el camino van indicando la
diferencia de altitud: Astorga-868, Valdeviejas-865, Murias de Rechivaldo-880,
Santa Catalina de Somoza-984, El Ganso-1.010, Rabanal del Camino-1.150,
Foncebadón-1.430, Cruz de Ferro-1.504, Manjarín-1.440, El Acebo-1.150, Riego de
Ambrós-920, Molinaseca-580, Ponferrada-512.
Tras salir de Astorga, la primera población es Valdeviejas, a 1,5 kms, una pedanía que
queda a la derecha del Camino. Es famosa por ser la denominación de origen del
garbanzo Pico Pardal (pequeño, sabor especial), imprescindible en el cocido
maragato. La iglesia está dedicada a San Verísimo, mártir lisboeta del siglo
IV, cuyas reliquias descansan en Santiago de Compostela desde la Edad Media. En
el Museo de los Caminos de Astorga hemos visto un retablo del siglo XIV
procedente de esta iglesia. Por documentos del siglo XV se sabe que aquí hubo
un hospital de peregrinos.
Al borde izquierdo del Camino está la ermita del Ecce
Homo, del siglo XVI, con un agradable pórtico y un halo de leyenda. Es de noche
y su luz interior es como una llamada. Aquí hubo un pozo del que bebían los
peregrinos y origen de la leyenda: una mujer que se dirigía a Compostela se
detuvo en el pozo para coger agua, con la mala fortuna de que su hijo cayó en
él. Invocando al Ecce Homo, las aguas crecieron salvando al muchacho. Entonces
se cambió el titular de la ermita (San Pedro) y del hecho quedó esta
inscripción: “Echa limosna viajero a este
santo Ecce Homo, y al instante verás cómo sales del atolladero”. La
importancia que le conceden queda de manifiesto cuando, el primer domingo de
mayo, sacan la imagen del Ecce Homo en procesión hasta la iglesia parroquial,
con pendones y tamborilero, para hacer la ofrenda floral de los Caballeros del
Silencio y posteriormente bendecir los campos, uniéndose con las gentes de
Murias.
Continuamos, al lado de la carretera, al encuentro del
río Jerga y lo cruzamos en la siguiente población, Murias de Rechivaldo, a unos 4 kms. El paisaje presenta vegetación de encina, rebollos y quejigos,
con bastante repoblación de coníferas, arbustos (matorral de brezos, jaras,
piornos) y algunos campos de labor. No se conoce el origen de este pueblo, pero
aparece citado en el siglo XIV como perteneciente al quarto de arriba de Astorga (Valdeviejas, Castrillo de los
Polvazares, Hospital de Yuso –Santa Catalina de Somoza-).
Tampoco se conoce la etimología de su nombre. Se ha
intentado dar el significado de murias: “Hito
o mojón separador del territorio de cada tribu astur; en este caso, quizá,
límite de los Ámacos que tenían su capital en Astorga”, quizá montones de
piedras. Otra posible significación tendría relación con los montones de
aluviones auríferos en las explotaciones mineras. Las dos se remontan a la
época de los romanos y astures.
La iglesia es del siglo XVI y los datos más exhaustivos,
a salvo de las posibles ocultaciones, son los del Catastro de Ensenada, 1749,
cuando el pueblo pertenecía a la Marquesa de Astorga y tenía 157 habitantes y
un sacerdote, que vivían en 55 casas (tejado de teja sólo la del cura, el resto
de paja), 9 pajares, 4 molinos, 1 taberna, 1 carnicería. Los oficios eran
variados, predominando los labradores-33, arrieros-9, jornaleros-4,
tejedores-3, sastre-1 y zapatero-1. Como puede apreciarse, los dedicados a la
arriería eran pocos respecto del total. Alrededor del 40% de la producción
agraria (centeno, algo de trigo, lino, hortalizas) pertenecía a los
propietarios eclesiásticos. En cuanto al ganado, había 58 bueyes y vacas, 4
terneros, 23 machos de carga, 49 cerdos, 741 ovejas y corderos, 13 colmenas (10
propiedad del cura), un burro (del cura). No había caballos.
En 1846, una tempestad y la riada del Jerga destruyó el
pueblo, como había pasado en Castrillo en el siglo XVI. Es de suponer que se
destruirían las casas situadas en el margen del río y se reconstruirían a lo
largo de las dos calles existentes a ambos lados de la carretera. Perteneció a
Castrillo de los Polvazares hasta que éste se integró en Astorga en 1975.
Siguiendo estrictamente el Camino no se pasa por
Castrillo. Se sigue en línea casi recta hasta Santa Catalina de Somoza, pedanía de Astorga, a casi 9 kms.,
atravesando un paisaje similar, con un camino muy bien marcado al lado de la
carretera en cuyas señales el nacionalismo leonés ha tachado Castilla en los
letreros. Esta población, ejemplo de pueblo-camino, con la senda peregrinal que
lo atraviesa en su calle Real, surgió a partir del Hospital de Yuso, cuyas
ruinas aún recuerdan el paraje llamado Huerta del Hospital; después tomó el
nombre de la primera advocación que tuvo su iglesia. En el propio núcleo está
documentada la existencia del hospital de la Virgen de las Candelas, del que
nada queda.
En su iglesia de Santa María se conserva una reliquia de
San Blas, el patrón, y en la procesión es costumbre que los hombres toquen las
castañuelas al compás del tamboril. Precisamente, esta cultura musical y el
folclore maragatos fueron la vida de Aquilino Pastor, aquí nacido, que vivió
102 años falleciendo en 1991, y que se dedicó a preservarla y transmitirla, por
lo que fue nombrado Tamborilero Mayor de la Maragatería. En la plaza, una
estatua le recuerda.
A escasos cuatro kilómetros está El Ganso, nombre del que se dicen dos orígenes, el que aquí se
guardaban los patos de la Marquesa y el de que corresponde a una de las ocas
del itinerario que significa el Juego de la Oca. En 1142 existió aquí un
monasterio y un hospital de peregrinos, fundaciones de monjes cluniacenses
dependientes de la catedral de Astorga. En el siglo XIV aparece con el nombre
actual. Perteneció al Señorío que en Turienzo de los Caballeros mantuvieron los
Marqueses de Astorga.
La iglesia parroquial está dedicada a Santiago y tiene en
el atrio una capilla, la del Cristo de los Peregrinos, y en el interior una
talla del siglo XV de Santiago peregrino. En la víspera de su fiesta, el 25 de
julio, los jóvenes adornan con hiedra el pórtico. Una curiosa costumbre
obligaba al párroco, dos veces al año, Navidad y Pascua de Resurrección, a
obsequiar a los vecinos con roscas de pan de trigo y huevos y una escudilla de
buen vino.
Aquí se ven por primera vez en el Camino las llamadas
«casas teitadas», cubiertas con techos de paja. Se trata de un tipo de cubierta
que se ha mantenido a lo largo del tiempo, indicio del sustrato celta que
habitó en esta región. Continuamos tras haber comido y descansado en La
Barraca.
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