Foncebadón. Los Montes de León (II/V).
El paisaje se va poblando de robles, el bosque se espesa.
En unos cuatro kilómetros se llega al puente del Pañote, sobre el arroyo de las
Reguerinas. Desde aquí salen dos caminos, uno va a Rabanal Viejo, quizás de
origen romano al ir a la mina de oro de La Fucarona. Se trata de una pista de
tierra, forestal, de menos de dos kilómetros, que avanza en un terreno de
materiales silíceos –pizarras y areniscas, sin caliza- dominado por el bosque
original de roble y de repoblación con pino, y matorral de genista, piorno,
brezo, retama, etc. Con respecto a la minería, aunque la vegetación disimula la
magnitud de la explotación, pueden apreciarse dos estanques de regularización
de agua y los canales por los que discurría.
Los peregrinos seguimos el camino principal, el que
continúa la ruta jacobea, en dirección a Rabanal
del Camino distante cuatro kilómetros escasos. Es un pueblo importante en
el Camino y se le considera final de etapa, para lo que cuenta con numerosos
albergues y servicios hoteleros. Tiene buenos ejemplos de arquitectura típica y
tres iglesias, las ermitas de San José (fundada por los arrieros del pueblo en
el siglo XVIII, imagen de Santiago, retablo mayor barroco), la del Bendito
Cristo de la Vera Cruz (llegando al pueblo, s. XVIII, magnífica imagen de
Cristo crucificado) y la iglesia de la Asunción (s. XII, restos románicos, que
perteneció a los templarios de Ponferrada, espadaña ss. XVII-XVIII, reloj de
finales del s. XIX). En 2001 se fundó la
abadía benedictina de San Salvador del Monte Irago. En la Calle Real está la
Casa de las Cuatro Esquinas, que formó parte del antiguo hospital de San
Gregorio, donde se dice que pernoctó Felipe II en su viaje a Santiago.
El último tramo antes de llegar ha sido de más pendiente,
la altitud ha aumentado más deprisa y el paisaje es más arbolado. El nombre del
pueblo aparece en documentos del s. XI, citado como Rabanalles, y Fernando II
le concedió fueros en 1169, pero fue después cuando empezó a tener relevancia.
En el Códice Calixtino era el final de la novena etapa (Raphanellus). Tuvo
varios hospitales e iglesias levantadas por los monjes templarios y fue punto
de reunión para los que iban a enfrentarse al monte Irago. Casa Templaria hubo
en Rabanal en el s. XIII. Las fiestas se celebran el 15 de Agosto, Nuestra
Señora de la Asunción, el 16 de Agosto, San Roque, y el 14 de septiembre, la
del Bendito Cristo de la Vera Cruz, que es diferente por tener unos rituales y
una simbología especiales.
Rabanal constituye un buen final de etapa, pero nosotros
todavía seguimos hasta Foncebadón,
seis kilómetros más de empinada ascensión por un monte que irá perdiendo
progresivamente algo de arbolado. Desde el último paso ha cambiado mucho. Se ha
reconstruido, se han edificado albergues y tiene más vida, pero ya hay
comercios en venta. Sigue siendo más final de etapa Rabanal, pero ha sido una
buena etapa desde Astorga y aquí descansamos, en el pueblo más alto, en el
albergue Monte Irago.
Su historia está ligada al Camino. En el año 946, el rey
Ramiro II y el obispo de Astorga presidieron el Concilio del Monte Irago para
tratar de remediar los robos y asesinatos en el Camino. Es el mismo año en que
consta que Abd al-Rahman III reside en Medina Azahara, su nueva capital, y que
se repuebla y fortifica Medinaceli en la Marca Media. En el s. XI el ermitaño
Gaucelmo fundó una hospedería y una iglesia, que después se convertiría en
monasterio. También aseguró el mantenimiento de la señalización, borrada por
las nieves, con grandes estacas. En reconocimiento a la obra de atención a los
peregrinos, Alfonso VI concedió al pueblo en 1093 el privilegio de no pagar
impuestos a perpetuidad, privilegio ratificado por reyes posteriores, y en 1103
un coto.
Fray Martín Sarmiento, en su segundo viaje a Galicia
(1754) menciona la existencia aún de otra de las cruces que delimitaban el coto
concedido a la alberguería de Foncebadón en 1103. El pueblo quedó arrasado en la Guerra de la
Independencia y fue reconstruido desplazándolo un poco al Este, como demuestra
la existencia de la torre de la antigua iglesia. En los años 60-70 del siglo XX,
años de abandono rural, comenzó a ser abandonado hasta prácticamente
desaparecer. Este lugar en el que parecen sentirse las fuerzas telúricas, los
conocimientos de los antiguos pobladores celtas, rodeado de enebros y piornos,
abedules, hayas, roble albar y pino de repoblación, quedó abandonado y dado a
la rapiña de su patrimonio.
Un hecho curioso lo constituyó la llegada al pueblo de
dos curas, seis obreros y cuatro guardias civiles, enviados por el obispo de
Astorga para llevarse las campanas de la iglesia que amenazaba ruina, por
evitar un accidente ya que pasaban muchos peregrinos. María y su hijo, los
únicos habitantes, se negaron a entregarlas para poder advertir de un incendio
o pedir ayuda. Le dijeron, sin convencerla, que irían al Museo de los Caminos
ya que ni siquiera tenían badajo, a lo que contestó: “Si las campanas no tienen badajo, las haré sonar con el suyo, señor
cura”. Y las campanas se quedaron.
En los últimos años el Camino le ha dado una segunda oportunidad. El Camino que lo creó, lo revive. Se ha edificado, se ha arreglado la calle y se ha restaurado parcialmente la iglesia de Santa María Magdalena. El ser paso obligado para superar el puerto hace que muchos peregrinos pasen por aquí, aunque no se queden. A veces no se incluye a Foncebadón entre los pueblos maragatos, pero hay documentados arrieros de aquí en los ss. XVII-XVIII, y en un documento de 1730 se habla del lugar de Foncebadón, tierra de la Maragatería.
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