EL ENFERMO IMAGINARIO
Proverbio chino: “El que teme sufrir, ya sufre
el temor”.
(La
hipocondría es la preocupación excesiva por la propia salud que lleva a
imaginar que se está sufriendo una enfermedad).
Unas Jornadas para
reflexionar sobre el papel del teatro en la educación, para que los “inmortales”
estén de verdad vivos en las aulas, para ayudar a comprender a nuestros
clásicos, analizar su vigencia y estimular su conocimiento, han dado paso a la
Edición nº 14 del Festival de Teatro Clásico en la Villa del Caballero, Olmedo.
Como en otros años
anteriores, vuelve la compañía “Morboria teatro”, una empresa “familiar” en la
que trabaja la directora, su marido y sus hermanos, que supone comicidad,
colorido, energía de los actores, rico y efectista vestuario artesanal, cuidado
del escaso mobiliario y decorado, atención minuciosa a la caracterización de
los personajes, etc. En la presente edición recuperan “El enfermo imaginario”, renovada y ampliada, con nuevos actores,
más música en directo con piezas originales de la época y con más experiencia
para ver la enfermedad y la muerte desde otro prisma, como dice la directora.
Molière hizo una
sátira de los médicos haciendo girar la obra alrededor de la figura de un
hipocondríaco, Argán, que tiene una enfermedad psicosomática, cree estar
siempre enfermo pero teme la intervención de los galenos, su crueldad, aunque
ordena constantemente se le practiquen purgas, sangrías y otros remedios,
dispensados por médicos pedantes, sólo preocupados por el dinero. Está
prisionero de sí mismo y es egoísta, víctima y verdugo a la vez. Los mejores
consejos los recibe de su criada, Toinette, que se disfraza de médico y se
preocupa por él.
La trama, el drama
familiar, se complica porque su hija, Angélique, quiere a Cléante, que es
pobre, lo que no gusta a Argan que preferiría verla casada con el hijo del
médico Diafoirus, en un matrimonio de conveniencia. La astucia de Toinette
desenmascara a Belisa, su segunda esposa, y confirma el amor de la hija.
Entonces Argan accede a la unión de Angélique con Cléante a condición de que se
convierta en médico, pero Béralde, su hermano, le aconseja que se convierta en
médico él mismo. Argán es un pelele en manos de personas sin escrúpulos,
médicos, boticarios, su esposa, el notario. Este asunto de la medicina y el
hecho de que, al parecer, Moliére muriese poco después del estreno vistiendo de
amarillo, hizo que ese color quedase desterrado por traer mala suerte.
Morboria teatro,
enfoca esta tragicomedia hacia la relación de la sociedad con los medicamentos
y el fenómeno de la sobremedicación, por medio de personajes estrafalarios y
médicos crápulas en medio del enredo y las sorpresas, sensibilizando sobre el
sufrimiento para acercarnos al protagonista. Esta versión incluye la interpretación
de tres músicos que abordan la partitura original de Marc-Antoine Charpentier y
una ensoñación en la que la Muerte se le aparece a Argán, porque “el
hipocondríaco lo que tiene es miedo a la muerte”.
La directora y
adaptadora quiere hacer una crítica actual al tema, al poder de la industria
farmacéutica en esta sociedad supermedicada, cuando ya Molière se quejaba de lo
que había que pagar a los boticarios por los ungüentos que recetaban. Hoy vemos
abogados, notarios o médicos que se mueven exclusivamente por el dinero
manipulando a las personas que esperan remedios milagrosos y haciendo bueno el
comentario del autor: “Con una toga y un
bonete, todo charlatán resulta un sabio”. Extrayendo en la obra la farsa de
la vida queda en evidencia la parte ridícula del ser humano.
La dura crítica a
la medicina de la época –y trasladada a la actualidad, a las farmacéuticas-
hace que la obra no sólo sea comedia, sino que cuenta con un importante
componente trágico –es una comedia con mucho de tragedia- a través de la
hipocondría de Argán. No obstante, la compañía piensa que el teatro clásico se
ha despojado de su etiqueta de aburrido y se ha escorado hacia el territorio
del humor y la risa. Para conseguirlo no duda en añadir alguna frase –a pesar
de considerar sagrado el texto- de su cosecha, como cuando dice que ahora Argán
haría un master, algún otro comentario de más actualidad e incluso música de
rap.
Estos detalles y la
parte final, larguísima, hacen que la obra se prolongue demasiado, haciendo
necesario un descanso que resulta totalmente ilógico. Valorando el gran
esfuerzo y el buen hacer de los actores, la obra resulta larga e inadecuados
algunos de los elementos. No hay que olvidar que estamos en un Festival de
Teatro Clásico y que, aun estando bien querer acercarlo al público, no todo es
admisible. De todas formas, al público le ha gustado.
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