“Alberto Giacometti en el Museo del Prado”
Por el museo han ido pasando otros artistas de
vanguardia, pero con ausencias tan señaladas como la de Giacometti. Entre las
actividades de la Celebración del Bicentenario, ésta quiere corregir la ausencia
de uno de los artistas más influyentes del siglo XX, que, según la comisaria de
la exposición, “concebía el arte como un
único y simultáneo lugar de confluencia del tiempo pasado y presente”. Sus
obras afirman la atemporalidad de la figura humana como modelo de
representación para el arte de todos los tiempos.
Mujer de Venecia VI, 1956
Alrededor de 1930 se adhirió al surrealismo, asumiendo
progresivamente lo imaginario frente a lo real, pero pronto lo abandonó
volviendo a querer reflejar lo real, lo que lo vinculaba más al pasado que al
arte de su tiempo del que parecía aislado.
Mujer grande IV
Lo esencial para él siempre fue la figura y el rostro
humanos, su presencia, su existencia, en una época cada vez más abstracta. En
el periodo final, el más representado en la exposición, su práctica se centra
en la representación de la figura humana, en la búsqueda infatigable de lo real
que pretende trascender a la apariencia meramente superficial de sus modelos.
Pero no sólo nos muestra cómo es el hombre, sino que hace el trabajo del ojo y
da forma a la percepción, nos muestra una percepción cambiante.
Hombre que camina II
Fue un apasionado del arte del pasado y realizó numerosos
bocetos a partir de obras de la antigüedad, la Baja Edad Media, el Renacimiento
y el Barroco, yendo al encuentro de los grandes maestros. Por eso, su obra
expuesta por las galerías del museo semeja un paseo póstumo, puesto que nunca
estuvo aquí.
Mujer de pie
Es lo más llamativo de la exposición, el contraste de sus
figuras con obras del siglo XVI, el diálogo que entablan con ellas como si el
paso de los siglos no importara. Este diálogo es difícilmente aprehendido por
los innumerables visitantes del museo, que se detienen ante las grandes y
famosísimas obras, pasando al lado de las de Giacometti sin advertirlas o sin
concederles valor.
Mujer grande II
Para admirar veinte de sus obras, el recorrido empieza en
la sala de Las Meninas de Velázquez, donde se exponen Mujer alta III, Mujer alta IV, Cabeza grande y Hombre que camina, que
conforman La Piazza, un proyecto de
escultura monumental en Nueva York, ideado en 1958, que no se llevó a la
práctica.
Frente al Carlos V en la batalla de Mühlberg de Tiziano se
sitúa El carro, una mujer encaramada
sobre dos ruedas gigantes, suspendida en equilibrio entre el movimiento y la
quietud, el avance y la retirada, y dos pinturas, entre las que está Cabeza de
hombre I, obra que capta a su hermano Diego, quien posó para él en varias
ocasiones.
Al lado del Lavatorio de Tintoretto aparecen siete Mujeres de Venecia, presentadas a la
Bienal de Venecia de 1956, que parecen mirar hacia las salas de la obra del
Greco, donde Mujer de pie manifiesta unos evidentes paralelismos formales en su
verticalidad y alargamiento con la obra del pintor cretense.
La serie Hércules de Zurbarán, con sus cuerpos colosales,
contrasta con La pierna, que quizá represente
la realidad fragmentada de después de la Segunda Guerra Mundial.
La pierna
La exposición nos enseña que la obra de este artista,
gran dibujante, pintor y escultor, le debe tanto a la historia de la pintura
como a la de la escultura, y confirma a la pintura barroca italiana y española
entre los precedentes esenciales de su obra. La sombra de Giacometti también es
alargada.
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