lunes, 12 de agosto de 2019


“Alberto Giacometti en el Museo del Prado”




Por el museo han ido pasando otros artistas de vanguardia, pero con ausencias tan señaladas como la de Giacometti. Entre las actividades de la Celebración del Bicentenario, ésta quiere corregir la ausencia de uno de los artistas más influyentes del siglo XX, que, según la comisaria de la exposición, “concebía el arte como un único y simultáneo lugar de confluencia del tiempo pasado y presente”. Sus obras afirman la atemporalidad de la figura humana como modelo de representación para el arte de todos los tiempos.

Mujer de Venecia VI, 1956
Gran cabeza





Alrededor de 1930 se adhirió al surrealismo, asumiendo progresivamente lo imaginario frente a lo real, pero pronto lo abandonó volviendo a querer reflejar lo real, lo que lo vinculaba más al pasado que al arte de su tiempo del que parecía aislado.


Mujer grande IV

Lotar II



Lo esencial para él siempre fue la figura y el rostro humanos, su presencia, su existencia, en una época cada vez más abstracta. En el periodo final, el más representado en la exposición, su práctica se centra en la representación de la figura humana, en la búsqueda infatigable de lo real que pretende trascender a la apariencia meramente superficial de sus modelos. Pero no sólo nos muestra cómo es el hombre, sino que hace el trabajo del ojo y da forma a la percepción, nos muestra una percepción cambiante.

Hombre que camina II

Isaku Yanaihara



Fue un apasionado del arte del pasado y realizó numerosos bocetos a partir de obras de la antigüedad, la Baja Edad Media, el Renacimiento y el Barroco, yendo al encuentro de los grandes maestros. Por eso, su obra expuesta por las galerías del museo semeja un paseo póstumo, puesto que nunca estuvo aquí.

Mujer de pie
Cabeza de hombre I (Diego)



Es lo más llamativo de la exposición, el contraste de sus figuras con obras del siglo XVI, el diálogo que entablan con ellas como si el paso de los siglos no importara. Este diálogo es difícilmente aprehendido por los innumerables visitantes del museo, que se detienen ante las grandes y famosísimas obras, pasando al lado de las de Giacometti sin advertirlas o sin concederles valor.


Mujer grande II

Mujer de Venecia I-VIII

I-
Para admirar veinte de sus obras, el recorrido empieza en la sala de Las Meninas de Velázquez, donde se exponen Mujer alta III, Mujer alta IV, Cabeza grande y Hombre que camina, que conforman La Piazza, un proyecto de escultura monumental en Nueva York, ideado en 1958, que no se llevó a la práctica.



Frente al Carlos V en la batalla de Mühlberg de Tiziano se sitúa El carro, una mujer encaramada sobre dos ruedas gigantes, suspendida en equilibrio entre el movimiento y la quietud, el avance y la retirada, y dos pinturas, entre las que está Cabeza de hombre I, obra que capta a su hermano Diego, quien posó para él en varias ocasiones.

El carro, 1950


Al lado del Lavatorio de Tintoretto aparecen siete Mujeres de Venecia, presentadas a la Bienal de Venecia de 1956, que parecen mirar hacia las salas de la obra del Greco, donde Mujer de pie manifiesta unos evidentes paralelismos formales en su verticalidad y alargamiento con la obra del pintor cretense.





La serie Hércules de Zurbarán, con sus cuerpos colosales, contrasta con La pierna, que quizá represente la realidad fragmentada de después de la Segunda Guerra Mundial.


La pierna


La exposición nos enseña que la obra de este artista, gran dibujante, pintor y escultor, le debe tanto a la historia de la pintura como a la de la escultura, y confirma a la pintura barroca italiana y española entre los precedentes esenciales de su obra. La sombra de Giacometti también es alargada.
Eli Lotar III (sentado)



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