Espartales Unidos: La fauna de nuestros alrededores.
La plataforma vecinal “Espartales Unidos” presenta una
magnífica exposición de fotografías bajo el título de “La fauna de nuestros
alrededores”, en el Centro Cultural Galatea (C/Emilia Pardo Bazán, de Alcalá de
Henares), con motivo de la fiesta del Distrito IV, los días 9,10 y 11 de Junio
de 2017. El objetivo, según ellos mismos apuntan, es permitir el reconocimiento
de treinta especies características, bastante comunes y relativamente fáciles
de ver.
El depredador gráfico que firma las fotos, Juancarlo, que
está en el secreto de la pasividad activa o de la actividad pasiva, ha hecho un
gran trabajo, destacando por la oportunidad del disparo y por la empatía con
los animales, cuyos ojos miran directamente al espectador en la mayoría de los
casos, interactuando con nosotros y acentuando la sensación de que –como se
dice en el programa- son vecinos nuestros. También ayudan, en este sentido, los
lemas naturalistas y ecologistas que aparecen en alguna de las fotografías, que
acentúan el “buenismo” de algunos animales como el conejo.
Aunque, por lo general, el fotógrafo individualiza a los
animales presentándolos en su hábitat característico, éstos aparecen no sólo
aislados, sino relacionados, como la garcilla bueyera encima de balantes ovejas
-una asociación positiva, de simbiosis-, o los cazadores (halcón peregrino,
cernícalo común) y sus presas (liebre, conejo, perdiz), que enmarcan la cruel
ley de la naturaleza.
Por el objetivo de la cámara de Juancarlo van apareciendo
principalmente las aves, comenzando por nuestra querida y cercana cigüeña, que,
aunque siempre la vemos en alto, surcando el azul del cielo o en sus aéreos
nidos, aquí está localizada en un entorno acuático, al igual que la garza real,
con sus largos pico y patas. Otras aves de tamaño mediano son las rapaces como
el milano negro o el nocturno mochuelo. Entre las anátidas destaca el ánade
real, que exhibe su potencia natatoria en una elocuente fotografía. También
pueden verse la inteligente urraca, la cogujada común y el fumarel –abundante en
los pasos migratorios-, éstos últimos algo mayores.
Los pájaros, que trazan líneas vertiginosas en el
espacio, están muy representados, desde el gorrión alborotador y la entrañable golondrina,
pasando por el equilibrista pico picapinos, por el curioso herrerillo capuchino
y por la especial abubilla, para terminar con los abundantes y coloristas
petirrojo, abejaruco, pito real, oropéndola, pardillo y mosquitero.
De entre los insectos aparecen el caballito del diablo y
la mariposa, el sapo corredor como anfibio anuro y, como reptil, el galápago
leproso, tortuga autóctona. Finalmente, entre los mamíferos, pueden verse la
roedora ardilla común, el zorro y el más abundante conejo.
Aunque están señalados espacios concretos como el Parque
del Camarmilla o el Real Jardín Botánico Juan Carlos I, la exposición termina
con un mapa de la zona que representa la geografía de los avistamientos.
La exposición representa el mundo a través de una lente,
la reproducción fiel del riguroso instante, casi la única vía de acceso al
conocimiento debido a la rapidez de movimientos de los animales. Pero en estos
tiempos en los que el que se mueve no sale en la foto y lo que no fotografía la
cámara no existe, en la vida actual que ha perdido todo vínculo con la realidad
y que sólo vemos a través de pantallas, en esta época que parece preferir la
imagen a la cosa, la copia al original, la representación a la realidad, la
apariencia al ser, no podemos conformarnos con esto, entre otros motivos porque
es imposible resumir la belleza y el encanto en una fotografía y porque estas imágenes,
de tan maravillosos seres, después se sintetizan conceptualmente en una frase o
un breve texto que no les hace justicia de ninguna forma.
La solución está en salir al campo –lleno de belleza
rústica y de extremada soledad-, con placentero sentimiento de libertad e
independencia, a tratar de descubrir las aves que saludan al alba con
canciones, los pájaros que convierten los árboles en cajas de música, la
exaltación de los ruidos de la naturaleza que rompen el intenso silencio. Y hay
que salir pronto, no a las horas del chirrido sin fin, del coro adormecedor,
del concierto del calor de las chicharras.
Estos animales son el mejor indicio de la vida y
biodiversidad de nuestra zona y debemos conocerlos –no se cuida ni se quiere lo
que no se conoce- y cuidarlos. Mahatma Gandhi dijo que un país, una
civilización se puede juzgar por la forma en que trata a sus animales, y
Théophile Gautier, que una de las glorias de la civilización sería el haber
mejorado la suerte de los animales. No parece que nuestra civilización lo haya
conseguido, a juzgar por la opinión del filósofo alemán Arthur Schopenhauer, “el
hombre ha hecho de la Tierra un infierno para los animales”, aunque,
afortunadamente, las cosas están cambiando, la preocupación por el ecologismo
aumenta y esta exposición es una buena muestra de ello.
Aunque tengamos las lealtades divididas, tenemos que ver
la naturaleza de forma global porque, en caso contrario se llega a lo que decía
el escritor británico George Orwell, en su maravillosa Rebelión en la granja,
que “todos los animales son iguales, pero algunos son más iguales que otros”.
Hay que mantener la biodiversidad, hay que enfocar el tema de un modo amplio y más
generoso que el sincero y viejo proverbio castellano: “Quien da pan a perro
ajeno, pierde el pan y pierde el perro”.
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