sábado, 22 de abril de 2017

Retorno a la belleza. Obras maestras del arte italiano de entreguerras.



Esta exposición de la Fundación Mapfre analiza cómo la vanguardia radical, dentro de la gran complejidad del arte de la primera mitad del siglo XX,  quedó identificada, tras la I Guerra Mundial, con la experiencia de desorden histórico, moral y cultural, por lo que, en Italia, la gran tradición mediterránea, que seguía fluyendo, quiso acallar esos años de vanguardias sumergiéndose en algunos episodios memorables de su pasado histórico para volver a la seguridad y la serenidad asociadas a la belleza y el clasicismo. Esa búsqueda de la belleza como eje central, junto al equilibrio, el sosiego y la eternidad se hizo retomando la temática y el sentido de la composición propio de la Antigüedad y del Renacimiento –aunque convivieron la más rotunda abstracción junto al realismo más minucioso- e incluyendo la solemnidad del gesto, el idilio con la naturaleza, la atmósfera de misterio. La inspiración llegó de la estatuaria grecorromana, de los siglos XIV y XV –Giotto, Masaccio, Mantegna y della Francesca- e incluso del Picasso neoclásico de los primeros años veinte.

Mario Sironi,  Paesaggio urbano
De esa admiración por el pasado, por el clasicismo, que no fue simple mímesis, surgió una figuración renovada e imaginativa, con altas dosis de modernidad, de la mano de pintores como Giorgio de Chirico, Carlo Carrà, Giorgio Morandi, Felice Casorati, Antonio Donghi, etc., que veían en esta “vuelta al orden”, el remedio para la devastación sufrida y la ausencia de esperanza. Las corrientes fundamentales del período y la expresión más clara de este clima europeo fueron la pintura metafísica, a través de la revista Valori Plastici, junto al grupo Novecento, y lo que se denominará “realismo mágico”. La constante de sus obras es la búsqueda de la belleza intemporal, el lenguaje de los valores sólidos; el fin, el bienestar del espíritu, el confortarlo por la tragedia bélica.

Antonio Donghi, Donne per le scale
Con la tradición volvieron los géneros –retrato, paisaje –urbano o rural-, naturaleza muerta, desnudo,…-, que parecían abandonados, junto con motivos de valor alegórico y simbólico –maternidad, infancia, edades de la vida- aunque interpretados con un lenguaje a la vez atento a la lección de los maestros del pasado e interpretados con un lenguaje moderno, con la belleza como horizonte. Las composiciones son sencillas y equilibradas, con formas limpias y concisas que pueden resultar inquietantes por su precisión y claridad.






Giorgio de Chirico, La matinée angoissante
Metafísica del tiempo y del espacio.
Giorgio de Chirico anticipa el sentimiento de nostalgia nacido de la mirada al pasado. Es el padre de la pintura metafísica –falta de referencia espacial o temporal en sus composiciones- que llegó a su término en los años veinte, cuando sus protagonistas se sintieron atraídos por un clasicismo moderno y por la inspiración de los grandes maestros, de Giotto a Paolo Uccello, de Piero della Francesca a Masaccio.





Gino Severini, L´equilibriste.

Evocaciones de lo antiguo.
En torno a la figura de la crítica de arte Margherita Sarfatti, nace en 1922 el grupo de pintores, lombardos de residencia, conocido como Novecento, cuyo reconocimiento le llegó en la Bienal de Venecia de 1924.  Fueron Mario Sironi –sus lienzos nos llevan de forma simbólica a un pasado eterno-, Achille Funi, Leonardo Dudreville, Anselmo Bucci, Ubaldo Oppi, Piero Marussig y Gian Emilio Malerba. En la misma línea, Gino Severini hace aparecer personajes de la Comedia del Arte, Arlequín y Polichinela –queridos también por Picasso-, en una escena dominada por las ruinas de un templo clásico, metáfora de un tiempo lejano que aún perdura.


Felice Casorati, Concerto
El desnudo como modelo.
La Venus de Urbino de Tiziano fue la referencia obligada de estos artistas italianos que querían volver a situar al hombre en el centro del mundo, volver a hacer del cuerpo humano la medida del mundo. Se caracterizan por la tensión entre el tiempo presente en que se pinta la obra y el lenguaje clásico utilizado y el paradigma es Concerto, de Felice Casorati, mientras que la obra de Cagnaccio di San Pietro tiene fuerte contenido social aunque mantiene las mismas características formales.




Carlo Carrá, Varallo vecchio

Paisajes.
El género del paisaje también adquiere importancia –aunque menor que la figura humana- y es central en artistas como Sironi, Carrà o Morandi, que captan vistas de la ciudad o de paisajes rurales con valores plásticos y pictóricos basados en la tradición. Las calles de ciudades, los edificios, los peatones, los puentes, la naturaleza, etc., son los temas preferidos en la nueva figuración. Lo real termina produciendo un sentimiento de inquietud y melancolía, como en los paisajes urbanos de Sironi, en los que su marcada geometría y su paleta de ocres y grises expresan soledad.

Felice Casorati, Ritratto de Teresa Madinelli
Regreso a la figura. El retrato.
El retrato es otro de los géneros tradicionales que se recupera. Giorgio de Chirico dirigió su mirada a los antiguos maestros –Durero, Miguel Ángel o Rafael- y en la misma dirección se sitúan los retratos que Felice Casorati pinta de Antonio Veronesi y de su esposa, Teresa Madinelli. A este gusto por el género en clave clásica se suman Antonio Donghi, Ubaldo Oppi o Piero Marussig, pero lo que destaca es la herencia etrusca en esta mirada moderna al pasado, llegado a reproducir incluso el tratamiento técnico de la materia pictórica, como la de un fresco.

Gino Severini, Nature morte avec mandoline


La poesía de los objetos.
El deseo de concentrar la atención en la naturaleza de las cosas y transmitir la apariencia misma de los objetos se centró en otro de los géneros tradicionales, el bodegón. Morandi hace de la naturaleza muerta el eje de toda su pintura, siendo los objetos, que encierran en sí mismos todo su significado, un pretexto para hablar del propio lenguaje pictórico. Las mesas puestas de Severini remiten a la costumbre griega y romana de disponer ofrendas en la mesa de la habitación del invitado. Las frutas de Donghi transmiten idea de fijeza, de inmovilidad, de ausencia de vida, lo que conecta con la denominación de naturaleza muerta.

Cagnaccio di San Pietro, La partenza
Las edades de la vida.
La maternidad, la infancia o la senectud, vuelve a ser motivos comunes de la pintura de estos años, siempre interpretados desde la tradición. Casorati representa, en el retrato de Cesare Lionello, la alegría y la dulzura del mundo infantil. Las obras de Cagnaccio di San Pietro o de Achille Funi, con ecos de Mantegna, expresando las edades de la vida, generan sensación de tristeza y melancolía, de tiempo detenido.







Este viaje, el recorrido por esta exposición en el que guía la belleza, sirve para admirar la serenidad, el equilibrio y el sosiego que marcan las obras, para bajar el ritmo y disfrutar respirando lentamente. 
Marino Marini, Pomona recostada

No hay comentarios:

Publicar un comentario