Estrecho Quinto.
El románico castillo-abadía de Montearagón fue mandado
construir por el rey de Aragón Sancho Ramírez, en 1085, para intentar la
reconquista de Huesca, aunque murió en 1094 sin lograr su objetivo, conseguido por su hijo Pedro I tras la batalla de Alcoraz. Como entonces, durante la
Guerra Civil también estuvo en primera línea, en la posición Estrecho Quinto,
que abarcaba desde aquí, pasando por Loporzano, hasta las trincheras del Saso a
lo largo de unos siete kilómetros. Con el telón de fondo de la sierra Caballera
(Gratal) y la sierra de Guara (Salto de Roldán), se nos aparece en su ruinosa
majestad, como un paisaje del pretérito mostrando la mordedura del tiempo.
El 2 de septiembre de 1936, fuerzas del POUM llegadas
desde Sariñena y Novales ocuparon el pueblo de Tierz y el 9 completaron el
cerco de esta posición, que quedó aislada. El 13 tomaron Siétamo, cuyos
defensores fueron a engrosar la guarnición de Huesca, desde donde se lanzaron
varias columnas para liberar la posición, pero fracasaron, obligando a
abastecerla por aire hasta que el día 30, desechando ir por entre Tierz y
Bellestar, huyeron cruzando entre Quicena y las llanuras de Montearagón hasta
la posición Manicomio.
El POUM se dedicó a guarnecer la zona con fortines, nidos
de ametralladora apuntando a la ciudad y un cordón de trincheras a lo largo de
cuatro kilómetros en lo alto del Saso. En Tierz se estableció un hospital –al lado
de la iglesia- y el Estado Mayor, aunque después se retiró ante el peligro que
corría estando tan cerca del frente.
El terreno es de arenisca y conglomerados, fáciles de
excavar, por lo que se ampliaron las cuevas existentes y se horadaron otras que
sirvieron para instalar puestos de mando, depósitos de municiones y como
protección contra ataques aéreos, el frío y el viento. Para prevenir
hundimientos se entibaban y revestían. Normalmente constaban de entrada –alguna
tenía dos-, puesto de mando, central de transmisiones, botiquín, polvorín,
cocina y dormitorio.
Las trincheras estaban excavadas en parte y también había
tramos construidos con piedra o con maderos, y enlazaban pozos de tirador, de
planta estrecha, circular, fondo plano, que permitía disparar en todas las
direcciones.
Este alto es un buen puesto de observación de la Hoya, donde
la encina o carrasca es la protagonista de un paisaje totalmente romanizado en
el que aparece el acueducto de Quicena y, en la toponimia, la numeración de los
miliarios que jalonaban las calzadas: Tierz, Cuarte, Estrecho Quinto, Siétamo,
Nueno.
En un cartel aparece Lluis Companys, Presidente de la
Generalitat, visitando unas trincheras como éstas antes de que el POUM
abandonase Tierz en marzo de 1938. El POUM, nacido en 1935, apoyó al Frente
Popular en 1936 y, durante la Guerra Civil, organizó sus propias columnas –banderas,
de 80-100 hombres- y, al ser de ideología trotskista, se enfrentó al PC.
El británico John Cornford, poeta, llegó a España como
corresponsal de guerra, pero se alistó en el POUM en Leciñena, combatiendo en
la sierra de Alcubierre (ver artículo sobre Orwell). Tras convalecer de sus
heridas en Sariñena fue enviado a esta posición, aunque volvió a Inglaterra a
reclutar voluntarios, se alistó en las Brigadas Internacionales y murió en Jaén
en diciembre de 1936.
De sus poemas, de contenido épico y amoroso, merece
destacarse “Luna llena en Tierz: Antes del asalto a Huesca”:
“… Allí donde en los campos de Huesca el plenilunio
proyecta sombras claras como la luz del día
muy pronto la inocencia de esta queda llanura
se desvanecerá en dolor, sudor y sangre,
perdamos o ganemos el bastión decisivo. …”
En este día soleado no se oye ni el viento, sólo algún
pájaro. Comparado con el estruendo bélico de aquellos días, hoy hay un silencio
monacal, absoluto, litúrgico; una quietud sepulcral. El silencio está lleno de
pensamientos y nosotros nos parapetamos en los nuestros. La zona permanece con
la perseverancia de las cosas inertes, pero, del alma muerta de la roca
arenisca brotan unas bonitas florecillas azules, como un sencillo homenaje a
todos los que lucharon en la posición.
De vuelta a Huesca, se completa la mañana con la visita
al reciente parque “Mártires de la Libertad”, en el que dos placas, una del
Círculo Republicano Manolín Abad y otra de la CNT, recuerdan a los asesinados
entre 1936 y 1945 y a todos los que sufrieron la guerra, represión, exilio y
muerte.
En el cementerio, un monumento recuerda a Manuel Abad y
sus compañeros, protagonistas de la revolución de 1848. No acudió a una cita en
la Selva de Oza para recoger armas que emigrados republicanos, como el militar
gaditano J.M. Ugarte, pasaban desde Oloron por los valles de Hecho y Ansó, pero
se puso al mando de las distintas partidas que convergieron en Ejea de los
Caballeros cuando esta población se sublevó el 25 de octubre. Perseguidos por
el Ejército tomaron Huesca el día 30 pero, al no poder mantenerla, se
atrincheraron en el castillo de Siétamo donde fueron capturados. Llevados a
Huesca, trece fueron fusilados –varios por sorteo- entre los días 5 y 7 de
noviembre, en las Eras de Cáscaro, actual calle
Desengaño, y otros 172 fueron
llevados a Valencia para ser desterrados a Filipinas. A pesar del éxito de la
toma de una capital provincial, el movimiento fue un fracaso por la
descoordinación entre los distintos focos, lo mismo que sucedería en 1930 con
la intentona de los capitanes Fermín Galán y Ángel García Hernández. La
República ya tenía sus mártires.
Entre la soledad y el silencio, el monumento en forma de
monolito apunta hacia donde la mirada se pierde en la lontananza, hacia el
Salto de Roldán, hacia donde el paisaje se embravece, hacia las zonas agrestes
y marginales, hacia la montaña con su severa magnificencia y austeridad,
símbolo de libertad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario