lunes, 17 de abril de 2017

Estrecho Quinto.

 
Tierz, Huesca, Quicena.
El románico castillo-abadía de Montearagón fue mandado construir por el rey de Aragón Sancho Ramírez, en 1085, para intentar la reconquista de Huesca, aunque murió en 1094 sin lograr su objetivo, conseguido por su hijo Pedro I tras la batalla de Alcoraz. Como entonces, durante la Guerra Civil también estuvo en primera línea, en la posición Estrecho Quinto, que abarcaba desde aquí, pasando por Loporzano, hasta las trincheras del Saso a lo largo de unos siete kilómetros. Con el telón de fondo de la sierra Caballera (Gratal) y la sierra de Guara (Salto de Roldán), se nos aparece en su ruinosa majestad, como un paisaje del pretérito mostrando la mordedura del tiempo.

El 2 de septiembre de 1936, fuerzas del POUM llegadas desde Sariñena y Novales ocuparon el pueblo de Tierz y el 9 completaron el cerco de esta posición, que quedó aislada. El 13 tomaron Siétamo, cuyos defensores fueron a engrosar la guarnición de Huesca, desde donde se lanzaron varias columnas para liberar la posición, pero fracasaron, obligando a abastecerla por aire hasta que el día 30, desechando ir por entre Tierz y Bellestar, huyeron cruzando entre Quicena y las llanuras de Montearagón hasta la posición Manicomio.

El POUM se dedicó a guarnecer la zona con fortines, nidos de ametralladora apuntando a la ciudad y un cordón de trincheras a lo largo de cuatro kilómetros en lo alto del Saso. En Tierz se estableció un hospital –al lado de la iglesia- y el Estado Mayor, aunque después se retiró ante el peligro que corría estando tan cerca del frente.


El terreno es de arenisca y conglomerados, fáciles de excavar, por lo que se ampliaron las cuevas existentes y se horadaron otras que sirvieron para instalar puestos de mando, depósitos de municiones y como protección contra ataques aéreos, el frío y el viento. Para prevenir hundimientos se entibaban y revestían. Normalmente constaban de entrada –alguna tenía dos-, puesto de mando, central de transmisiones, botiquín, polvorín, cocina y dormitorio.


Las trincheras estaban excavadas en parte y también había tramos construidos con piedra o con maderos, y enlazaban pozos de tirador, de planta estrecha, circular, fondo plano, que permitía disparar en todas las direcciones.

Este alto es un buen puesto de observación de la Hoya, donde la encina o carrasca es la protagonista de un paisaje totalmente romanizado en el que aparece el acueducto de Quicena y, en la toponimia, la numeración de los miliarios que jalonaban las calzadas: Tierz, Cuarte, Estrecho Quinto, Siétamo, Nueno.  

En un cartel aparece Lluis Companys, Presidente de la Generalitat, visitando unas trincheras como éstas antes de que el POUM abandonase Tierz en marzo de 1938. El POUM, nacido en 1935, apoyó al Frente Popular en 1936 y, durante la Guerra Civil, organizó sus propias columnas –banderas, de 80-100 hombres- y, al ser de ideología trotskista, se enfrentó al PC.



El británico John Cornford, poeta, llegó a España como corresponsal de guerra, pero se alistó en el POUM en Leciñena, combatiendo en la sierra de Alcubierre (ver artículo sobre Orwell). Tras convalecer de sus heridas en Sariñena fue enviado a esta posición, aunque volvió a Inglaterra a reclutar voluntarios, se alistó en las Brigadas Internacionales y murió en Jaén en diciembre de 1936.

De sus poemas, de contenido épico y amoroso, merece destacarse “Luna llena en Tierz: Antes del asalto a Huesca”: 
“… Allí donde en los campos de Huesca el plenilunio
proyecta sombras claras como la luz del día
muy pronto la inocencia de esta queda llanura
se desvanecerá en dolor, sudor y sangre,
perdamos o ganemos el bastión decisivo. …”

En este día soleado no se oye ni el viento, sólo algún pájaro. Comparado con el estruendo bélico de aquellos días, hoy hay un silencio monacal, absoluto, litúrgico; una quietud sepulcral. El silencio está lleno de pensamientos y nosotros nos parapetamos en los nuestros. La zona permanece con la perseverancia de las cosas inertes, pero, del alma muerta de la roca arenisca brotan unas bonitas florecillas azules, como un sencillo homenaje a todos los que lucharon en la posición.

De vuelta a Huesca, se completa la mañana con la visita al reciente parque “Mártires de la Libertad”, en el que dos placas, una del Círculo Republicano Manolín Abad y otra de la CNT, recuerdan a los asesinados entre 1936 y 1945 y a todos los que sufrieron la guerra, represión, exilio y muerte.

En el cementerio, un monumento recuerda a Manuel Abad y sus compañeros, protagonistas de la revolución de 1848. No acudió a una cita en la Selva de Oza para recoger armas que emigrados republicanos, como el militar gaditano J.M. Ugarte, pasaban desde Oloron por los valles de Hecho y Ansó, pero se puso al mando de las distintas partidas que convergieron en Ejea de los Caballeros cuando esta población se sublevó el 25 de octubre. Perseguidos por el Ejército tomaron Huesca el día 30 pero, al no poder mantenerla, se atrincheraron en el castillo de Siétamo donde fueron capturados. Llevados a Huesca, trece fueron fusilados –varios por sorteo- entre los días 5 y 7 de noviembre, en las Eras de Cáscaro, actual calle
Desengaño, y otros 172 fueron llevados a Valencia para ser desterrados a Filipinas. A pesar del éxito de la toma de una capital provincial, el movimiento fue un fracaso por la descoordinación entre los distintos focos, lo mismo que sucedería en 1930 con la intentona de los capitanes Fermín Galán y Ángel García Hernández. La República ya tenía sus mártires.


Entre la soledad y el silencio, el monumento en forma de monolito apunta hacia donde la mirada se pierde en la lontananza, hacia el Salto de Roldán, hacia donde el paisaje se embravece, hacia las zonas agrestes y marginales, hacia la montaña con su severa magnificencia y austeridad, símbolo de libertad.

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