Obras maestras de Budapest. Del Renacimiento a las Vanguardias.
El Museo Thyssen quiere celebrar su 25 aniversario con
varias exposiciones, de las que ésta, realizada gracias a la colaboración con
el Museo de Bellas Artes-Galería Nacional de Hungría, de Budapest, es la
primera. Se trata de noventa obras que incluyen pinturas, dibujos y esculturas,
ordenados cronológicamente.
Sala 1.- El Renacimiento en el norte.
Alberto Durero fue la figura más célebre del Renacimiento
alemán. Alrededor de un Lancero a caballo
suyo se exhiben pinturas de destacados artistas, como Salomé con la cabeza
de san Juan Bautista, exponente del mejor estilo de Lucas Cranach el Viejo.
Nombres menos conocidos son Albrecht Altdorfer (La Crucifixión), Hans Baldung Grien (Virgen de los Dolores) o Wolf Huber (diseño de paisaje), Jan Gossaert, Bartholomeus Spranger.
Sala 2.- El Renacimiento en el sur.
En esta sala se presentan ejemplos relevantes de escuelas
como la florentina, la veneciana o la lombarda, con grandes personalidades del
Renacimiento italiano. Sobresalen los dibujos con estudios de patas de caballo y la escultura de un guerrero, de
Leonardo da Vinci. Se completa con La
Virgen con el Niño y san Juanito de Rafael, la Adoración de los pastores de Bronzino –con el que nos adentramos en
el Manierismo- y la Magdalena penitente
del Greco, influencia italiana en el cretense.
Sala 3.- El Barroco en Flandes y Holanda.
La figura de Rubens es el centro de esta sala con su obra
Mucio Escévola ante Porsena. Anton
van Dyck, su mejor discípulo, está presente con un San Juan Evangelista que formó parte de un apostolado. También
pueden verse Adán y Eva de Jacob
Jordaens, El profeta Eliseo y la mujer de
Sunem de Gerbrand van den Eeckhout, bodegones y cuatro paisajes de Jacob
Grimmer que representan las cuatro estaciones.
Sala 4.- El Barroco en Italia y España.
La pintura española del Siglo de Oro aparece representada
por Francisco de Zurbarán (Inmaculada),
Velázquez (El almuerzo, obra de
juventud), Alonso Cano, Murillo y Mateo Cerezo, con cuadros religiosos. La
pintura italiana se ejemplifica en Annibale Carracci (Caballero de Arpino) o en Bernardo Strozzo (Anunciación).
Sala 5.- El siglo XVIII.
Por su calidad y número de obras, destaca la escuela
veneciana dentro de la pintura italiana: Sebastiano Ricci (Betsabé en el baño), Giovanni Antonio Pellegrini, Giambattista y
Giandomenico Tiepolo, Giambattista Pittoni. Canaletto, Francesco Guardi y
Bernardo Bellotto (El Arno en Florencia)
destacan entre los vedutistas (de veduta, “vista” en italiano), género
pictórico típico de este siglo en Italia, especialmente desarrollado en
Venecia.
Sala 6.- El siglo XVIII.
Otros ejemplos de la pintura de este siglo son las obras del
francés Jean-Baptiste Greuze y de los húngaros Jakab Bogdány, Jan Kupecky y
Ádam Mányoki. Igualmente destacan las esculturas, de la serie Cabezas de expresión, y cinco pequeños
tondos –forma de disco- en alabastro con retratos y autorretratos del escultor
Franz Xaver Messerschmidt. Atención especial merecen las obras de Goya (La aguadora, El afilador, Retrato de Manuela
Camas). Sobre las dos primeras, Félix de Azúa, indica que son la
que daba de beber a los guerrilleros y el que afilaba sus cuchillos y sables,
héroes invisibles, disimulados bajo dos figuras costumbristas.
Sala 7.- La nueva imagen de la mujer.
A través de la figura femenina cobran impulso la
fantasía, los sueños, los estados anímicos, las emociones, en el movimiento
artístico vigente durante el último cuarto del s. XIX, el simbolismo. De este universo
podemos ver obras del francés Pierre Puvis de Chavannes, el suizo Arnold
Böcklin (Noche de primavera), el
alemán Franz von Stuck y el húngaro János Vászary (La Edad de Oro). Otras obras son las de Oskar Kokoschka, Pál
Szinyei Merse (La Alondra), József
Rippl-Rónai, además de La Dama con
abanico de Édouard Manet.
Sala 8.- Del impresionismo a las vanguardias.
Esta última sala reúne obras de distintos movimientos que
abarcan desde las últimas décadas del s. XIX hasta la I Guerra Mundial. Desde
el impresionismo de Pissarro (El Pont
Neuf) o Monet (Ciruelos en flor en
Vétheuil) a las innovaciones de Cézanne (El aparador) o Gauguin (Los
cerdos negros). En cuanto a los pintores húngaros, destacan Károly Ferenczy
(El riachuelo II), Adolf Fényes (Bizcocho de semillas de amapola), los
neoimpresionistas Vilmos Perlrott-Csaba y Sándor Ziffer (Paisaje de invierno con cerca), además de Sándor Bortnyik.
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