Metapintura. Un viaje a la idea del arte
El Museo del Prado ya
había hecho una serie de muestras para proponer al público una reflexión sobre
el propio museo. Esta exposición acerca al visitante a las formas en que se
expresó el concepto de arte a través de las imágenes, basándose en dos polos,
las Colecciones Reales y la pintura
Matías de Arteaga: La invención de la pintura |
El Greco: La Santa Faz |
La primera etapa,
los orígenes, está subdividida en dos apartados. La mitología nos da pistas
sobre el origen de las artes: la historia de Narciso, que “creó” la pintura al
contemplar su reflejo en una fuente o Prometeo, que robó el fuego de los dioses
para dar vida a una escultura que había fabricado. El otro apartado es la
religión, las imágenes que daban a entender que las artes eran actividades
queridas por la divinidad, por ejemplo, las representaciones de Cristo “autorretratándose”
en el paño de la Verónica. El catolicismo, combatiendo el recelo protestante
hacia las imágenes sagradas, utilizó la idea de “Dios como pintor” servía para
explicar la Creación como un acto artístico y el arte en términos creativos.
Lucas Valdés: Terremoto detenido por la intercesión de la imagen de San Francisco de Paula |
Los poderes atribuidos a la imagen religiosa conforman
otra de las etapas. Un cuadro o una escultura es una obra de arte, pero fueron
algo más, objetos de culto que concitaron devociones y expectativas que los
convirtieron en piezas llenas de poder, que, en ocasiones, actuaron como
intermediarias entre el ser humano y lo sobrenatural.
Sebastián de Herrera Barnuevo: Carlos II rodeado de imágenes de sus antepasados. |
La pintura como signo explica cómo los cuadros, las
esculturas, etc., fueron, a su vez, objeto de representación pictórica con la
misión de completar el significado del tema principal a través de algunas
variantes: citas a imágenes religiosas, referencias al arte de la Antigüedad
como referencia cultural y “retratos dentro del retrato”, cuyos contenidos
asociados permiten conocer los vínculos afectivos o familiares expresados.
Pere Borrel del Caso: Huyendo de la crítica. |
El cuadro se queda pequeño. Los artistas intentan romper
el espacio pictórico, sus límites, para extenderlo hacia el espectador. La
tensión establecida entre el carácter bidimensional del cuadro y el intento de
introducir la tercera dimensión se resuelve mediante el ilusionismo, la
aspiración de la pintura a confundirse con la realidad, a que lo pintado
parezca vivo. Las estrategias utilizadas, como juegos de ingenio y artificio,
van desde retratos que sobrepasan los límites del marco a los trampantojos que
quieren engañar a la vista, pasando por cuadros que simulan esculturas o
tapicerías, etc.
Tiziano: Autorretrato |
En el Renacimiento se había afianzado el concepto de “conciencia
artística”, la idea de que la pintura o la escultura eran materias artísticas,
susceptibles de tener su propia historia, y no meros oficios artesanales, pero
durante los siglos XVI al XVIII no existió la idea de “escuela nacional”, sino
que el arte era un lenguaje universal que no conocía fronteras. El mejor
ejemplo es Tiziano, considerado el padre del color y modelo de retratista cortesano,
al que aquí rinden tributo pintores españoles, italianos y flamencos.
Velázquez: Las hilanderas |
La pintura sobre la pintura y la tradición pictórica
lleva al arte infinito, como en Las hilanderas, donde Palas y Aracne discuten
ante un tapiz con el Rapto de Europa de Tiziano, lo que supone incorporar una
cita histórico-artística al contenido del cuadro. Ovidio, en las Metamorfosis,
transmitió esta fábula mitológica utilizada por Velázquez para demostrar su
admiración por Rubens y Tiziano. Mediante el desplazamiento del desenlace de la
historia al fondo del cuadro y con una escena sencilla, aparentemente, en
primer plano, Velázquez trastoca el orden lógico de la composición.
Murillo: Autorretrato |
La importancia que se concedía a pinturas y esculturas
como obras de arte se tradujo en varias consecuencias. Una fue el progresivo
interés por los autores, por los artistas, que llevó a que, desde finales del
s. XV, aumentaran los retratos y se fuera creando una memoria de la profesión.
Por los retratos –el rostro del arte- de estos personajes, ya públicos,
conocemos sus rasgos, pero también su estatus social, nivel económico –indumentaria-,
cercanía al poder, intelectualidad, etc.
David Teniers: El archiduque Leopoldo Guillermo en su galería de pinturas en Bruselas. |
Junto a los rostros del arte, los artistas, aparecen los
lugares del arte, desde su aprendizaje hasta su exposición, y así aparecen
academias –protegidas por el poder-, talleres, museos que afirman la riqueza de
sus propietarios indicando el destino de las obras.
Goya: Gaspar Melchor de Jovellanos |
Con la Ilustración y el desarrollo de las ciencias
históricas nace en Europa el concepto moderno de historia del arte, asociado a
las “escuelas nacionales”. En España, la primera historia general de la pintura
española se debe a Jovellanos que escribió “Elogio de las bellas artes” en
1781. Hubo otras iniciativas para dar a conocer el pasado artístico español a
cargo de personas de importancia intelectual como Antonio Ponz o Ceán Bermúdez.
Goya: La marquesa de Villafranca pintando a su marido. |
Desde finales de la Edad Moderna, temas tradicionales
como el amor, la muerte y la fama se manifestaron con especial intensidad. El
amor se consideraba un impulso relacionado con la creación artística y con las
obras de arte, algunas de las cuales lo estimulaban. La idea de la fama fue
creciendo en paralelo con el auge del interés por la personalidad del artista y
con la concepción religiosa de la muerte como antesala.
Goya: Juan Bautista Muguiro |
Durante el s. XVIII, la frecuencia de los retratos, no
sólo de los artistas, sino de amigos y familiares, permite conocer el entorno
afectivo de los pintores. Goya, por ejemplo, introducía la palabra “amigo” en
sus retratos. Estos elementos del mundo más personal son consecuencia de un
ejercicio de introspección que invade la esfera del arte y establece una nueva
relación entre los artistas y su arte.
Bernardo López Piquer: Isabel de Braganza. |
Cuando, en 1819, se inauguró el Museo del Prado, tras el
impulso que se dio a la creación de estas instituciones después de la
Revolución Francesa, quedó establecido el arte como merecedor del interés
público. La aparición de los artistas españoles en medallones colocados en la
fachada, el acceso público y su vocación pedagógica marcan una nueva relación
entre la sociedad y el arte.
Velázquez: Las meninas. |
Esta exposición también rinde homenaje a Cervantes y
dedica un espacio al Quijote, novela sobre la novela, poniéndolo en relación
con Las meninas, pintura sobre la pintura. Ambas obras son del s. XVII, del
Siglo de Oro español, y, además de ser punto de referencia de la historia de la
literatura y la pintura occidentales, tienen en común su carácter
autorreflexivo, puesto que las aprovecharon para abordar temas como los límites
y métodos de sus disciplinas.
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