Los pilares de Europa.
CaixaForum Madrid, bajo el subtítulo de “La Edad Media en el British Museum”,
ofrece una magnífica exposición sobre la formación de Europa y la Edad Media,
ese largo período que abarca más de mil años, desde la decadencia del Imperio
romano en el siglo V hasta la Reforma protestante del XVI. El proceso de
formación de Europa puede verse en un gran mapa proyectado a la entrada, que va
evolucionando según los distintos momentos históricos, y en una gran sala de
proyección con tres pantallas simultáneas. El resto de la exposición explica la
vida de la época en sus diversas facetas.
A partir de migraciones de la población surgieron nuevos
reinos y principados, herederos del pasado clásico. La fragmentación política
tuvo un común denominador en el intento de un poder fuerte; así, al poder real,
poder absoluto, bien por elección o por herencia, se le añadió un rol
espiritual –elegidos por Dios-, del que es ejemplo la imagen de Cristo sentado
en el trono, como un juez. Esta elevación se manifestó en el esplendor de la
corte, en la imagen difundida por la acuñación de moneda o por sellos en los
documentos e, incluso, en piedras encastadas en edificios religiosos con
cabezas de reina, por ejemplo. La corte era la sede de la administración del
reino y el lugar donde tenía lugar el mecenazgo en el arte, el intercambio de
cultura, los contactos diplomáticos, la exhibición de lujo y la sucesión de
fidelidades y enemistades. Parte de la vida se dedicaba al ocio, como
distracción del rey en las tareas de gobierno; así la corte era lugar de
aprendizaje y alfabetización, de pasatiempos (intérpretes de lectura, canto o
música, ajedrez, cartas) y banquetes después de las cacerías en los bosques
reales. En un momento, partiendo de Francia, apareció el romance cortesano, el
amor cortés, inspirado en las leyes de caballería y en las crónicas del rey
Arturo, que no tenía semejanza con las relaciones reales.
En este proceso formador tuvo gran importancia la
religión. El papado se preocupó de evangelizar los reinos más alejados mediante
el envío de misioneros y de cristianizar los lugares donde había habido cultos
paganos. Al ser iletrada la mayoría de las personas, se utilizó el arte como
medio de comunicación. La teatralidad de los interiores religiosos se consiguió
con el impacto emocional que lograba el patetismo de las figuras de Cristo
opuesto a la policromía de las estilizadas figuras de la Virgen y el niño, en
madera, románicas, que atestiguan su papel fundamental en la historia de
Jesucristo. Los capiteles –importante papel en la distribución de la carga y en
la decoración-, bases de cruz o piedras conmemorativas transmitían mensajes
cristianos, sobre lugares de predicación, tumbas, etc.
Los pueblos y ciudades estaban dominados por iglesias y
catedrales, cuya riqueza transmitía la gloria de Dios, como muestran ejemplos
de polípticos o pinturas en frontales de altar. La liturgia, el culto, el
ceremonial y la eucaristía servían para acrecentar la fe. La Iglesia medieval,
como institución, era primordial en la vida cotidiana y en los momentos más
importantes de las personas –bautismo, matrimonio, muerte-. La Iglesia, como
propietaria, recaudaba impuestos que servían para el mantenimiento de las
iglesias y para la asistencia a los pobres, incidiendo en las relaciones con el
Estado. Existía poca distinción entre la vida religiosa y la seglar, ya que los
actos de esta vida servían para ganar el cielo. La creencia en el purgatorio
acrecentaba la necesidad de la oración, que también se utilizaba para implorar
la curación. Por eso se veneraban a los santos, se llevaban accesorios
personales religiosos o se iba en peregrinación.
La mayoría de la población vivía en el ámbito rural, pero
también había pequeñas y apiñadas ciudades, cuya prosperidad venía dada por el
comercio, los artesanos y los gremios. Se desarrollaban de forma bastante
anárquica formando una densa red de calles, de casas de madera juntas. Como
sólo los grandes edificios se hacían en piedra, el peligro de incendios era
constante. La actividad pública se desarrollaba en las calles y en los
edificios municipales, habiendo diversos grados de participación en la elección
de los alcaldes. Estaban rodeadas de murallas y, por seguridad, se cerraban las
puertas por la noche.
Las personas de cada casa comían juntas. La comida era
diferente según el estatus de las personas: lo normal era pan y estofado de
avena y legumbres, porque la carne, la caza, era propiedad del señor. Se tenía
en cuenta el calendario cristiano, por ejemplo los viernes.
Existían rutas comerciales desde siempre. Como las
antiguas calzadas estaban en malas condiciones, eran preferibles los viajes por
mar. De las conexiones con Oriente llegaron nuevos productos, pero también
epidemias como la peste negra en el siglo XIV, que eliminó entre uno y dos
tercios de la población europea. La riqueza de los comerciantes les elevó como
grupo social y les permitió acceder a cargos públicos. Los impuestos que
pagaban por las mercaderías eran muy apreciados por los gobernantes, que
también les solicitaban préstamos. La seguridad en el trabajo y en los
productos elaborados se consiguió a través de los gremios.
El estatus de las personas también se demostraba en la
forma de vestir, ya que sólo los ricos podían costear determinados tejidos y
joyas. Hubo algunos intentos de frenar la ostentación y los mercaderes
difundieron formas de otros lugares. Se generalizaron las prendas más ceñidas y
el uso de botones.
La Baja Edad Media fue también un periodo conflictivo,
con guerras, conflictos civiles, devastaciones, alianzas e influencias, viajes
a nuevas tierras, etc., y, aunque la Edad Media, terminó, su legado sigue
vigente en la actualidad. En aquellos años tuvieron su origen ideas actuales
como la protección de la libertad personal. Además, su impacto cultural se
manifiesta en la arquitectura neogótica, la literatura romántica, etc.
Todas ideas están ejemplificadas en la exposición a
través de textos, mapas, proyecciones y objetos variados, desde grandes
esculturas hasta elementos pequeños como sellos, puntas de flecha, monedas,
hachas, baldosas, cascos, yelmos, astrolabio, etc., conformando una completa
exposición que refleja perfectamente el enunciado del título.
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