martes, 6 de diciembre de 2016

Arquitectura talayótica en la prehistoria de Menorca.



El M.A.R., Museo Arqueológico Regional, en Alcalá de Henares, presenta esta exposición temporal sobre la arquitectura talayótica menorquina, museo al aire libre, la piedra en el paisaje. Se caracteriza por una arquitectura monumental construida con grandes bloques de piedra sin argamasa, con tendencia a la horizontalidad. El paisaje de piedra es modelado por dólmenes, navetas, talayots, recintos de taula o casas en círculo.

Sobre estas características generales hay dos contraposiciones. Una es la diferencia arquitectónica entre la casa habitación y los monumentos: en éstos se aprecia en su arquitectura ciclópea la expresión simbólica de su monumentalidad. Otra es la diferencia entre la arquitectura para la vida y la arquitectura para la muerte: al principio la muerte es más trascendente y, por tanto, la arquitectura más monumental, pero se va invirtiendo la tendencia con el paso del tiempo.

La exposición está organizada en cuatro grandes bloques cronológicos. El primero es “Los primeros pobladores”, que abarca el Calcolítico y el Bronce inicial, entre el 2200 y el 1600 a.C. Las gentes viven en cabañas de materiales perecederos o en cuevas y son principalmente pastores. Los recipientes de cerámica indican una clara sedentarización. El esfuerzo colectivo para la construcción de estructuras monumentales donde enterrar a los muertos y preservar su memoria se plasma en los dólmenes –construidos a base de grandes losas de piedra- y paradólmenes –excavados en la roca-, ambos sepulturas de inhumación colectivas con ajuares pobres.

El segundo bloque es “Los primeros asentamientos” y comprende la Edad del Bronce, los años 1700-1000 a.C. La población vive en pequeños núcleos autosuficientes, sin patrón de ocupación y sin relaciones de jerarquía. Cultivaban, criaban animales, pero no explotaban los recursos marinos. Vivían en cuevas naturales en las paredes de los barrancos o en los acantilados sobre el mar, o en navetas de habitación, de planta alargada y única estancia en torno a un hogar central. Algunas cuevas, usadas como necrópolis, jugaron un importante papel en las prácticas mágico-religiosas relacionadas
con creencias animistas en las que tierra y naturaleza se consideraban generadoras de vida. Se han encontrado contenedores de cerámica como ofrenda a la madre Tierra, algunos de los cuales ejemplifican el carácter femenino del simbolismo religioso. Los objetos que acompañaban en el más allá eran los utilizados en vida, como brazaletes, cuentas de collar, etc. Casos nuevos de enterramientos son las protonavetas, que siguen la estructura de los dólmenes pero de mayores dimensiones, y las cuevas muradas, de inhumación colectiva. Las familias fabricaban los útiles que necesitaban: recipientes cerámicos, grandes o pequeños, para almacenar y cocinar alimentos, punzones o agujas. La presencia de objetos de bronce evidencia que las Islas Baleares formaban parte de las rutas comerciales que distribuían por el Mediterráneo el estaño atlántico, metal necesario para la metalurgia del bronce.

El siguiente periodo es “La ocupación y el dominio del paisaje”, el periodo talayótico, 1200-500 a.C. Junto a la pervivencia de lo ancestral irrumpen nuevos rituales y las construcciones funerarias monumentales y de arquitectura visible. Continúan las cuevas muradas, pero aparecen las monumentales navetas –exclusivas de Menorca-, tumbas colectivas de mayores dimensiones que las anteriores llamadas así por su forma, que se abandonan a partir del 850 a.C. Los grupos se establecen en poblados más grandes y aparecen las primeras construcciones de carácter comunitario, que
expresan la fuerza de la colectividad, su cohesión y el control del territorio, observado por la arquitectura.  Así los talayots, torres troncocónicas cuyo espacio útil se limita a una habitación en la cima y cuya función principal se desconoce. Del mismo modo se desconoce el tipo de casas, desaparecidas bajo los asentamientos posteriores. Los ajuares de los enterramientos son más abundantes y diversos, apareciendo las armas. La consolidación de la agricultura se refleja en los abundantes molinos de piedra y recipientes cerámicos de almacenaje. Se generaliza el bronce para elaborar adornos y armas.

“Una extensa red de relaciones” es el último periodo, el talayótico final, Edad del Hierro, 600 a 123 a.C. Si este periodo se caracteriza por un mayor desarrollo de la arquitectura de las casas, también son destacables los espacios para los muertos, que constituyen grandes necrópolis con tumbas colectivas, aunque también se aprovecharon antiguos sepulcros o hipogeos y cuevas que presentan columnas, hornacinas, etc. Coexisten la inhumación y la cremación. La sociedad es más compleja y el poblado adquiere dimensiones importantes, con voluntad de organización del espacio urbano. La arquitectura evidencia la diversificación de las actividades económicas y las relaciones con el exterior implicarán la llegada de
nuevos productos e ideas. Las casas, llamadas círculos por su configuración a partir de varios recintos con planta de tendencia circular, destacan por su monumentalidad, su división del espacio y su estandarización. Disponen de estancias para vivir, pero también para trabajos productivos o de almacenaje. Están construidas en
torno a un patio central flanqueado por cinco grandes pilastras y un espacio de cocina. Los espacios religiosos de los poblados son los recintos de “Taula”, a cielo abierto, en los que se veneraba a un a deidad simbolizada por la “taula”, una piedra horizontal sobre otra vertical. A las diversas actividades económicas responde la variedad de objetos encontrados. Se incrementan los objetos de bronce y se introduce el hierro, mucho más resistente. Los ajuares
son más ricos y siguen incluyendo enseres de la vida cotidiana o de aprecio personal. Aparecen productos foráneos como cerámicas fabricadas a torno, armas, monedas, etc., y también divinidades foráneas, alguna egipcia. No conocemos su panteón de dioses, pero los toros y los guerreros tenían un papel importante.

Una selección de los más de 1500 yacimientos arqueológicos de la prehistoria de Menorca es candidata a formar parte de la lista del Patrimonio Mundial de la Unesco. Para descubrirlo hay un juego de luz y sombra, y se puede rellenar un impreso para apoyar la iniciativa. Finalmente, en una concesión a la moda, hay la posibilidad de hacerse un selfie talayótico para inmortalizar la visita.


Otra interesante exposición, como todas las que ofrece el M.A.R., basada fundamentalmente en unas espléndidas fotografías, pero que también incluye dibujos, planos, mapas, maquetas y objetos, y que, sin duda, merece ser visitada. 

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