XV Encuentro de Historiadores del Henares.
El Encuentro de este año, 2016, se ha celebrado en
Guadalajara. Después de la apertura el jueves 24 de noviembre y de los actos
académicos de los días 25 y 26, individualizados, el domingo 27 se realiza la
excursión como acto de grupo, de convivencia. El itinerario recorre las
poblaciones de Torija, Fuentes de Alcarria y Brihuega.
En Torija vamos al castillo, del siglo XV, de elegante y
sencilla arquitectura, propiedad de la familia Mendoza hasta principios del
siglo XIX, construido con piedra caliza en planta cuadrada, muralla con tres
cubos cilíndricos en las esquinas y una alta torre del homenaje. Aquí se ubican
el CITUG, Centro de Interpretación de Turismo de Guadalajara, y el Museo del
Viaje a la Alcarria, de Camilo José Cela. Esperamos admirando, a la desmayada
luz de una mañana cubierta con un cielo barrido de nubes, la bonita plaza
triangular, soportalada, de estilo castellano, cuyo encanto no basta para hacer
olvidar el frío de la mañana acentuado por el viento otoñal. Con bastante
retraso sobre el horario que se anuncia se abre el castillo y podemos comenzar
la visita.
La disposición del interior, renovado totalmente, es
Recepción en planta 0 (pozo), patrimonio natural en la 1, patrimonio histórico
en la 2 y patrimonio etnográfico en la 3. A pesar de haber sido visto en otras
ocasiones, siempre es agradable repetir la experiencia y recrearse en los
animales, fotografías, maquetas, mapas, objetos, audiovisuales y textos que
llenan el espacio.
Desde la planta 2 se accede a la torre del homenaje donde
está situado el Viaje a la Alcarria, en varias alturas a las que se accede por
una escalera de caracol. Este museo es un canto a la época en que se hizo el
viaje. Aparecen, por ejemplo, herramientas de oficios hoy desaparecidos (albardero,
talabartero, segador, ganchero) o muy transformados en su realización (recolección
de la miel, albañil, herrero), junto a elementos como trillo, rejas, romana,
colmenas, pesas para balanza, medidas de áridos, aperos agrícolas, esquilas, candiles,
etc. Se completa con una gran colección de fotografías de personajes, casas,
poblaciones, etc., que aparecen en el Viaje y con una edición facsímil de los
cuadernos que utilizó C.J.C.
Dejando atrás la altiva silueta del castillo de Torija
seguimos viaje hasta Fuentes de la Alcarria, pequeña pedanía de Brihuega, aldehuela
montaraz levantada en la Edad Media sobre un espolón rocoso donde el páramo
termina en el laberinto de cicatrices de los valles encajados en él, como el del
río Ungría, de sosegado curso y perezosas aguas, al que el otoño ha dado altura
artística y donde reina el silencio. A la entrada hay un pequeño parque con cierto
carácter arqueológico, que tiene dos columnas y un tipo de mujer alcarreña que
duerme un sueño de piedra junto a la ermita de la Soledad. El portal de la
entrada y los restos de muralla evidencian el carácter defensivo y fortificado
en la elección del emplazamiento. Pasando al lado de la sencilla picota –fuste cilíndrico,
liso, escasamente rematado- del siglo XVI, cruzamos el arco de la muralla y vamos
hasta la iglesia de Ntra. Sra. de la Alcarria, siglos XVI-XVII. Un letrero a la entrada dice que el rey Felipe V, durante la Guerra de Sucesión, “se retiró a descansar aquí y dar gracias a Ntra. Sra. de la Alcarria tras el asalto a Brihuega y la batalla de Villaviciosa”.
Tras la breve visita a Fuentes de la Alcarria continuamos,
viendo cómo los colores otoñales surgen por cualquier parte, hasta Brihuega, en
la Alta Alcarria, población donde florecen las iglesias y que tiene un conjunto
monumental importantísimo. Paramos junto al sencillo rollo jurisdiccional –en
granito, fuste redondeado rematado por pequeño cuerpo- y frente a la puerta de
la Cadena, una de las cinco que tuvo el recinto amurallado. Sobre su sencillo arco
hay dos placas conmemorativas del asalto de las tropas de Felipe V en 1710 y
una hornacina.
No tenemos mucho tiempo, así que, cruzamos el arco y,
calle Cadena abajo, se llega hasta la plaza de Herradores donde está “La
Blanquina”, la monumental fuente de los doce caños, conocida ya en el s. XVI, ejemplo
de la riqueza en agua de Brihuega. A sus espaldas hay un magnífico lavadero con
tres pilones de agua. Más abajo, en una pequeña plazuela hay otra fuente con
estanque circular. Seguimos bajando hasta la plaza del Coso, la más importante,
que se llama así desde el s. XVI aunque se desconoce el origen de su nombre.
Hoy es día de mercadillo y no puede apreciarse completamente, pero gusta ver
que esta población tiene vida actual, que no huye a un pasado esplendoroso. En
la parte alta se cierra por dos fuentes de la misma época que la contigua Real
Cárcel de Carlos III, que fue escuela, academia de música, biblioteca y ahora
Oficina de Turismo, a cuya puerta toman el tibio sol reciente dos plantas
grandes. A la derecha está la entrada de las cuevas árabes, laberinto de
galerías y salas de las que no se sabe quién ni cuándo las construyó.
Descendiendo continuamente se termina en unos románticos
jardines de susurrante fuentecilla. Volvemos para acceder a la plaza de la
Virgen por el Arco de la Guía, de principios del s. XIX. A la izquierda queda el
castillo de Piedra Bermeja, árabe en su origen y cristiano románico del s. XII
después. Al lado está la Iglesia de Santa María de la Peña, de principios s.
XIII, ejemplo de arquitectura cisterciense de transición del románico al gótico.
A la derecha, en alto, está el Convento de San José, s. XVII, que fue hospital,
cárcel, colegio, etc., y ahora es museo de miniaturas. Por otra de las puertas
de la muralla, del s. XII, se sale a la plaza de toros “La Muralla”, al lado de
la misma, donde el tiempo se ha petrificado. En este santuario de paz uno se
siente hundido en el abismo de los siglos, a lo que se une la desolación casi
invernal.
El tiempo va pasando y todavía queda por ver. En esta
población permanece presente la palpitación del pasado, por cualquier resquicio
asoma la historia. Pasando ante la severa fachada del Convento de las
Jerónimas, vamos, ahora en subida, hasta las iglesias de San Felipe –s. XIII,
románico de transición al gótico- y San Miguel –estilo mudéjar toledano,
portada románica a poniente-, en las que no podemos detenernos mucho.
Continuamos hasta la Real Fábrica de Paños, ejemplo de arquitectura industrial
del siglo XVIII. Sólo se puede entrar a los jardines y las guías cuentan que el
interior está derrumbado y no se puede acceder. Bajando la calle y girando ante
el octogonal torreón de San Felipe, que se yergue como un hierático centinela, de
nuevo se llega a la puerta de la Cadena donde espera el autocar al que volvemos
con sonrisa de embeleso artístico. Nos vamos viendo la pervivencia de la
historia, pero no una historia de crepúsculos, sino una historia viva.
Ha sido una visita intensa, rápida, pero debemos volver a
Guadalajara donde nos espera una merecida comida que sirve para conocer a otras
personas –echamos de menos a José Ramón- que han participado en esta tarea, no
de hacer historia, sino de contarla. Con los pequeños discursos y la entrega de
certificados y actas –y este año con la sorpresa de las separatas- se termina
el Encuentro de este año. El siguiente se hará esperar dos años.
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