Heras de Ayuso
En otra ocasión ya hice una excursión senderista hasta
Tórtola de Henares. Su escudo –gules, torre de oro sobre ondas, corona real- es
muy parecido al de Alcalá –azur, castillo de oro sobre ondas, corona de
Infantes de Castilla-. Aunque hay restos poblacionales más antiguos, el origen
etimológico de su nombre parece aludir a la existencia de una torre medieval.
El paisaje de alrededor, ondulado de campos de secano, se divisa bien desde la
iglesia de la Asunción. Para evitar la fugacidad de los días vacíos, hoy
venimos, cuando ya se ha levantado la mañana, con Pepe y Ana, la que nos ha
avisado. Saludamos a Félix, de Heras de Ayuso, que es el organizador de estas
salidas del grupo “Ande andarás” y que ha colocado en la carretera unos
indicadores de las rutas.
Tras unas fotos de inicio, ascendemos ligeramente de
salida, seguimos un poco la carretera y pronto tomamos un camino a la derecha
que, en ligero descenso, nos lleva al Arroyo de los Valles, señalizado por los
altos chopos que ya empiezan a desnudarse. La temperatura, fresca todavía pero subiendo,
y el cielo, azul y sin nubes, anuncian un día espléndido. En el campo
predominan los marrones de los campos arados. Seguimos el curso del arroyo en
su mismo sentido, pasando por una zona muy frondosa y, para contraste, por otra
con los árboles quemados. Vamos hablando con José y nos cuenta lo que pasó. En el
cauce, juncos, carrizos y eneas. Salimos a la carretera y cruzamos el Henares
por el puente, frente a Fontanar. Los chopos de la ribera se copian en el río.
Giramos a la derecha por la Vereda de la Senda Galiana,
camino asfaltado. Vamos, por su margen derecha, en paralelo al Henares que se
adivina por la abundante vegetación de ribera, atrapada por el otoño que ha
acudido puntual, que se ha hecho dueño del valle. A la derecha hay muchos
campos de maíz y a la izquierda campos de labor, arados la mayoría. Nos
acercamos a Yunquera, de cuya iglesia de San Pedro Apóstol -primera mitad del
siglo XVI, entre el gótico tardío y el plateresco- destaca, con su estética de
pasado atemporal, la majestuosa torre que se levanta sobre el caserío lanzada
hacia el cielo y detrás, combinando su color violeta con el azul del cielo, el imperturbable
Ocejón.
A la altura de Yunquera de Henares giramos a la derecha,
cruzamos de nuevo el Henares por un sencillo puente y hacemos una parada
técnica. Seguimos, ahora en su margen izquierda, por un camino que va pegado, a
veces hundido en la vegetación de ribera, mientras el Henares consigue pasar
desapercibido. Los campos arados le van comiendo el terreno a las colinas de la
derecha, excepto en las zonas de cortados arcillosos verticales, cantiles con
posibilidad de desprendimientos, interrumpidos por unos cultivos extensos que,
según Pepe, son espárragos.
Al llegar a la finca del Palacio nos espera el
historiador José Luis Gómez Recio, que nos comenta los hechos que poblaron este
espacio. Seguimos un poco y paramos delante de la bodega del palacio, en un
cerro horadado. José Luis hace una pausa, destinada a crear expectativas, y de
nuevo nos cuenta anécdotas como que aquí se refugió gente en un bombardeo
durante la guerra, o el arroyo y camino del muerto –el cadáver de un soldado
francés que quedó olvidado-, o sobre el Palacio de Heras, en la vega del
Badiel,
utilizado por los Mendoza para su recreo y para agasajar a sus huéspedes
–aquí pernoctaron los Reyes Católicos en 1487, camino de Aragón- y que se
utilizó como burdel durante la Guerra Civil. Este sitio, de paso, acumuló
calzada romana, camino militar, camino Real de Aragón o de Navarra. En 1081
pasó Alvar Fáñez camino de Guadalajara y Alcalá.
Cuando continuamos, entre más campos de espárragos y
plantaciones de perales, nos quedan a la izquierda la Muela y el Colmillo de
Alarilla, y casi de frente el cerro cónico sobre el que se
acuesta Hita. Mientras hablamos con Ana, pasamos por
Heras, cruzamos el Badiel y llegamos a la capilla gótica de Sopetrán. Un coche
está lleno de garrafas de agua de la fuente. Aquí José Luis nos habla de las
aguas medicinales, los baños, los milagros que están en la literatura, etc.
La ermita está sobre una de las cañadas o cordeles que
comunican Extremadura con Soria, en el valle de Solanillos, sobre la fuente,
aunque a extramuros hay otra donde la gente coge agua. José Luis sigue
explicando. Aunque aquí debió haber una capilla desde el siglo V, la milagrera
virgen de Sopetrán parece que surgió en el siglo XI, cuando Ali Maymon, hijo
del rey moro de Toledo, volvía de una batalla contra los cristianos trayendo
muchos cautivos y asolando la comarca. Paró aquí y sufrió una conversión cuando
la virgen, apiadándose de los cautivos, apareció, le cegó, le devolvió la vista
y le bautizó con el agua de la fuente, llamándole Petrán y ordenándole ir a
Roma. Después volvió aquí. Fray Antonio de Heredia, que fue dos veces Abad de
Sopetrán, lo cuenta en sus libros.
Llegamos al cercano y ruinoso monasterio, que fue parada
obligada en el antiguo Camino Real de Navarra. Fundado en el siglo VII,
visigodo, y destruido. En agradecimiento por haberle salvado la vida cuando le
atacó un oso, Alfonso VI hizo una nueva fundación a finales del siglo XI, pero
fue abandonado a finales del siglo XII. En el siglo XIV quedó fundado
definitivamente el Monasterio de Nuestra Señora de Sopetrán, como se llamaba el
pueblo, Torre de Sopetrán. Llegaron monjes, de la Orden de San Benito, de San
Millán de Suso, que contaron desde el principio con muchas riquezas y ayudas, y
con el especial apoyo de los Mendoza, señores de Hita y su alfoz. En el Museo
del Prado hay unas tablas hispano-flamencas del siglo XVI, originarias de aquí,
en las que aparece un retrato del propio Marqués de Santillana.
Las ruinas, terrible destino, engloban parte de los muros
exteriores, los escasos restos de la iglesia y dos arquerías superpuestas,
herrerianas, del claustro, siglo XVII. José Luis abre espacio para una pausa y
sigue con sus relatos que fluyen como el río: intentos de restauración en los
años 70; donación a una congregación religiosa; Proyecto Hombre en los años 90
y rechazo de los pueblos, que lo compraron formando una Coordinadora;
declaración de Bien de Interés Cultural en 1993, etc. Finalmente, venta. Es una
historia de crepúsculos que pueblan su mirada. El tiempo no se cansa nunca y
pasa como crecen los árboles, sin que nadie se dé cuenta, pero el silencio
pétreo de estas ruinas nos hablan de los tiempos idos. Las piedras hablan una
lengua que no siempre se entiende, por eso ahora es tiempo de silencio. Quedan abandonadas
al fluir de los siglos, porque el río del tiempo no pasa en vano. Consecuencia
de haber encontrado un esqueleto en una excavación, y de que no se sabe a
ciencia cierta dónde están los restos de Colón, José Luis se aventura en una
imaginativa idea preguntándose qué hizo aquí tanto tiempo Hernando Colón, en su
trabajo como cosmógrafo. Hubiera sido quizá una exitosa novela.
Desandamos el camino, hablando con Félix, y volvemos a
Heras que tiene un escudo curioso, en plata, río de azur, una barca con San
Juan, timbrado con corona real. Esta
población, en el Camino Real de Aragón, punto de vadeo del Henares, estuvo
vinculada a los Mendoza quedando las ruinas del palacio de los duques del
Infantado y de los duques de Osuna, del siglo XVII. Se sitúa en terrazas
aluviales erosionadas en barrancos y cárcavas, entre los ríos Henares y Badiel.
Sus límites fueron más grandes, de forma que la barca de Maluque –que también
era propiedad de la casa del Infantado- estaba en su término y actualmente en
el de Mohernando. Es uno de los pueblos que están aumentando su población, que
parecen renacer aunque su hoy ya no es exactamente su ayer. Han sido 22,5 km,
llanos.
Toda esta historia está muy bien, pero el paseo ha
abierto el apetito. Es la hora de comer. El menú consiste en entrantes fríos,
paella recién hecha por Rosi -la mujer de Félix-, dulces, rosquillas, café y licores.
Insuperable. Mientras tanto hablamos con Ana y enfrente tenemos, entre otras,
a Julia, Mercedes y Mª Carmen, de
Tórtola. Al lado tenemos a Juan José, también de Tórtola, que tiene un blog
llamado JoseVideos.
Unas fotos en la plaza, frente a la iglesia de San
Miguel, mientras la tarde declina, dan paso a la obligada despedida. Félix,
llevando su amabilidad hasta el final, nos lleva en su coche a Tórtola, donde
también nos despedimos de su hijo Juanma. Ha sido un día completo. La
organización de Félix y Rosi ha sido impecable. Hemos ido saltando de un pueblo
a otro, pintando de otoño la mirada. Nos arrastra el río que, parece lento,
pero jamás se para.
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