miércoles, 5 de octubre de 2016

Toro. Las Edades del Hombre 2016.




Estamos en Toro, ciudad a la que un verraco celtibérico, de la segunda Edad del Hierro, dio nombre y determinó su blasón. Es un sábado otoñal, con muy buen tiempo y hemos venido a ver la exposición “Las Edades del Hombre”, que este año se dedica al AQVA, y esta espléndida población. Tras aparcar, entramos al recinto viejo por debajo de la Torre del Reloj, del siglo XVIII, que está sobre la Puerta del Mercado, la puerta principal del segundo recinto amurallado. Al fondo, a lo lejos, ya se ve el cimborrio de la Colegiata, nuestro primer objetivo. En la Plaza Mayor, entramos en la Oficina de Turismo y conseguimos unos pases para una visita guiada a las bodegas del Ayuntamiento.

Visita virtual
Ahora vamos directamente a la Colegiata de Santa María la Mayor, del siglo XII, románica y gótica, cuyo maravilloso cimborrio es un importante hito visual. La exposición se compone de seis capítulos, pudiéndose visitar aquí los cuatro primeros: I. Agua de vida (perspectivas natural y antropológica) frente a la Portada de la Majestad, donde quedamos extasiados durante unos largos momentos, II. Preparando Caminos (el agua en la creación hasta San Juan Bautista), III. Los cielos se abrieron (San Juan Bautista), IV. Cristo, fuente de agua viva (relación de Cristo con el agua).

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Volvemos a la Plaza Mayor y, en la Iglesia del Santo Sepulcro, vemos los otros dos capítulos: V. El bautismo que nos salva, VI. Renacidos por el agua y el espíritu. En las dos sedes hay mucha gente, muchos grupos muy numerosos. El paso es difícil y lento y no es posible, como pasa en todas las exposiciones, acercarse a una obra con detenimiento. En cualquier caso, y aunque hay obras importantes de Pedro Berruguete, Francisco de Zurbarán, Juan de Juni y Gregorio Fernández, nos ha parecido algo menor que otras ocasiones. Impresiona más el continente que el contenido.

Visita virtual
Salimos a la plaza y vamos al Ayuntamiento, de estilo barroco clasicista, construido en 1778 por Ventura Rodríguez, arquitecto de la corte del rey Carlos III, sobre el Ayuntamiento del siglo XVI que se incendió en 1761. Tiene dos plantas, con un soportal de cinco arcos en la baja y un balcón corrido, enmarcado por doce columnas emparejadas en grupos de dos, en el superior. Una joven guía nos enseña las bodegas, curiosa construcción muy común aquí, muy bien acondicionada, que cuenta con una gran
cuba de 8.000 litros de capacidad. Antes de salir aprovechamos para ver el Salón de Plenos.

Tenemos prevista una visita guiada en el Monasterio de Sancti Spiritus “el Real”, pero hacemos tiempo pasando por el Arco del Postigo (uno de los postigos del segundo recinto amurallado, en el que aparece el relieve de la Anunciación) y la Iglesia museo de San Salvador de los Caballeros (mudéjar, s. XIII, perteneció a la Orden
de los Caballeros del Temple). Pasando por el mercado, alrededor del cual está instalado el mercadillo, vamos directamente al Monasterio, que está separado de la población.

Fue fundado por la infanta portuguesa doña Teresa Gil en el siglo XIV y actualmente está habitado por monjas dominicas contemplativas y es Museo Comarcal de Arte Sacro. La visita es amplia y vemos el coro (separado con rejas forjadas de la iglesia,
con tres sepulcros importantes, el de la fundadora –en piedra, con pinturas góticas del s. XIV-, el de la priora doña Leonor de Castilla -en el suelo, cubierto de azulejos policromados-, y el de la Reina Beatriz de Portugal –en alabastro, s. XV, gótico borgoñón-, sillería del s. XVI y órgano barroco), la iglesia (una nave, artesonado mudéjar con la policromía original del s. XIV, retablo churrigueresco de finales del s. XVII), el claustro (cuadrangular, cuatro crujías sobre columnas sin decoración), sala capitular (cuadrangular, gótica, dos grandes sargas –su tema es La Pasión, policromía original, estilo flamenco s. XVI-, capilla anterior con artesonado del s. XIV, quizá sinagoga judía), museo (pinturas esculturas, etc., ajuar funerario de doña Teresa), refectorio (cuadrangular, artesonado s. XV, suelo original, colección de sargas, mesas de nogal originales, azulejería s. XVI) y, saliendo, el portal enchinarrado (cuadrangular, entrada primitiva, arco apuntado en herradura).

Ya en la calle, en un jardín, tenemos una vista de Toro desde la orilla de un profundo barranco, con la Colegiata y la Torre del Reloj destacando sobre el caserío. Tanta visita cultural nos ha abierto el apetito, así que vamos al centro, abarrotado de gente y finalmente, aunque está todo lleno, encontramos sitio para comer. Hoy es un buen día de negocio en la restauración. Falta mucho tiempo para las visitas de la tarde, por lo que vamos a tomar café a un bar situado en un paseo nuevo frente al río. La temperatura ha ido subiendo y el sol pega fuerte, pero a la sombra se está muy bien. Desde aquí contemplamos la suavidad con la que, cien metros por debajo, el Duero pasa bajo el Puente Mayor, quizá de origen romano pero románico tardío en su traza actual.

La primera visita de la tarde es al Alcázar, al lado de donde nos encontramos. Es la edificación más antigua de la ciudad junto con los restos de la primera cerca. Es una arquitectura fortificada, del siglo X, en cal y canto rodado con caras de piedra caliza, forma rectangular con siete cubos macizos situados en las esquinas y en la parte central de cada lienzo. Tuvo una torre del homenaje demolida en el s. XIX y muchos usos, entre ellos cárcel. Aunque su configuración actual corresponde a la época de la “Señora de Toro”, la reina María de Molina, formó parte del primer recinto amurallado y es el símbolo de la importancia estratégico-militar de Toro en el Medievo.

Todavía queremos ver la curiosa y original plaza de toros y a ella nos dirigimos pasando por la Iglesia de San Lorenzo el Real (mudéjar, s. XII, con importantes enterramientos), por la Casa Reja Dorada (historia explicada en otro artículo) y por numerosas casonas muestra de su importante pasado; pero cuando llegamos nos indican que ya no hay visita. Hemos llegado tarde por lo que queda para otra ocasión. Ha sido un día muy aprovechado, consecuencia de haber madrugado. Volvemos a casa aunque todavía haremos una pequeña parada en Arévalo.


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