jueves, 13 de octubre de 2016

Salado. 1ª etapa: Paredes de Sigüenza-Imón.


En la anterior etapa, en la 3ª del Henares, vi el lugar donde el Henares recibe al Salado, así que, en lugar de seguir descendiendo el Henares, voy a recorrer el Salado. Dejo el coche en Riba de Santiuste y empiezo a pedalear para entrar en calor –hay 5º- y para que el sol levante y haya más luz para las fotos. Subo por la carretera hasta Paredes de Sigüenza, donde, en una laguna cercana, nace el Arroyo de la Laguna, origen del Salado. Este es un antiguo lugar de paso entre las dos mesetas. Es curioso que en este pueblo, al contrario que en otros, la iglesia y la ermita estén juntas y en un extremo del pueblo. Saliendo veo una fuente de los años 30 del siglo pasado y saludo a un señor mayor, de los pocos que deben quedar. Los montes cercanos tienen muy poca vegetación, pero cerca del pueblo hay muchos chopos.

Cuando vuelvo por la carretera cruzan rápidamente unos corzos y se alejan sin darme tiempo a hacerles una foto, como me pasó cerca de Baides. Llego a una laguna en la que la escasez de agua deja ver las líneas blancas, salinas, que han ido marcando su descenso. La capa freática debe estar cercana porque hay lagunas y terrenos encharcadizos con juncos. Lomas bajas limitan por ambos lados un valle ancho, con los campos cosechados y las pacas todavía sin recoger. Mientras el Arroyo de la Laguna, a la derecha, viene confluyendo hacia la carretera, también a la derecha pero más alto, queda Rienda, donde el sábado santo se celebra el Riendarock.

El Arroyo cruza la carretera y sigue por la izquierda, pero ambos giran a la derecha bordeando la Loma de la Sierra y un letrero denomina Salado al río, antes de que llegue el Río del Berral, que podría ser su otro origen. Escondido entre carrizos, sin vegetación de ribera, acepta la llegada del Berral, que viene de Valdelcubo, a donde me dirijo pasando por la ruinosa ermita de la Virgen de la Zarza. En el pueblo veo la iglesia, cuyo frontal está pintado de
verde hasta media altura y se usa como juego de pelota, frontón. Al lado hay una fuente abrevadero y hablo con un señor que está llenando una garrafa y que me cuenta que el agua viene de un manantial cercano, que en verano viene la de Sanidad y le echa algo de cloro, pero que ahora no por lo que es más fina que la del grifo, que viene la médica el jueves y la enfermera el viernes y que para lo demás y para urgencias tienen que ir a Sigüenza, que tiene frío –va de manga corta- y que se va rápidamente para su casa.

Por aquí discurría una vía romana que iba hasta Segontia desde Uxama, en Soria, y ahora es la ruta del Quijote. Salgo por muy buen camino viendo a lo lejos el castillo de Riba, mi siguiente objetivo, y la llegada por la izquierda del río Buitrón, que viene de Sienes. Continúo por la carretera y a la altura de Riba llega también por la izquierda el río Querencia, que viene de los abandonados Querencia y Tobes, que dejo para otra ocasión.
En Riba de Santiuste la piedra roja se enseñorea de las construcciones, aunque algunas casas están enfoscadas y pintadas de varios colores. Hablo con un señor que comparte mi opinión de que están mejor si se ve la piedra. Este señor no es de aquí y no me puede aconsejar sobre los caminos. Pasando por la plaza –Ayuntamiento, fuente abrevadero, Iglesia- voy hacia el río, cruzado por un bonito puente de tres arcos iguales, del s. XVI. Enfrente, el restaurado castillo culmina un cerro en cuyas laderas se ven ondas del agua, ripples. El río sigue debajo de los carrizos y se va por detrás de otro cerro en cuya ladera se asienta el pueblo.

Vuelvo por la Calle Real, cruzo el pueblo y salgo al camino. En una bifurcación pienso, como tenía planeado, ir por uno y volver por el otro, con el Salado entre los dos. Continúo por el de la izquierda, ancho, terroso, recién arreglado. Aparecen los colores fuertes, tierra rojiza, amarillo brillante, verde oscuro. Voy al lado del Salado hasta que el camino gira a la izquierda en perpendicular. En lo alto de la loma hay un rebaño y saludo, desde lejos, al pastor. Voy en dirección a la carretera, pero giro a la derecha por otro camino en dirección a La Barbolla, pasando al lado de un pinar. Cerca hay bastantes chopos y a la derecha, al fondo, ya se divisa  Imón.

Salgo a la carretera y sigo a la derecha. Ya se ven las salinas en las que paro para ver las instalaciones -del siglo XVIII, aunque la explotación puede venir desde los romanos- en ruinas. Es la microrreserva de los Saladares de la cuenca del río Salado. Lo cruzo y entro en Imón, en fuerte cuesta, con grandes y fuertes casonas, casas rurales en la actualidad. En una casa hay un curioso escudo con las herramientas del herrado de caballerías. Unas señoras me indican la calle por donde puedo subir a la iglesia, renacentista, con fuerte barbacana y gran espadaña y, antes de salir, un señor me dice que el camino hasta Riba está muy bien y me indica dónde tomarlo.

Una curiosa fuente, con dos partes de lavadero, una de las cuales tiene en el centro una farola, es el inicio. Sigue siendo la ruta del Quijote. Desde aquí se ven unas salinas modernas, al lado de las antiguas. El camino es ancho y bueno y va pegado a los montes de este lado del valle, con más vegetación, elevado sobre el fondo. El río va algo alejado señalado por chopos en algunos puntos. A lo lejos se ve el castillo de Riba, pero el camino se aleja a la izquierda hasta que llega a otro y gira a la derecha. Yo había pensado en otro
camino más cercano al río pero no lo he visto, quizá haya desaparecido. El monte es muy bonito, dominado por el contraste entre el rojo intenso y el verde oscuro. Hasta aquí ha sido subida y ahora es ligera bajada.

En el fondo del valle me reencuentro con el Salado. Esta zona baja, llana, es encharcadiza y para cruzar el río hay una pasarela de 130
m de larga aunque ahora sólo se ve el agua en el camino, donde los tractores han profundizado el cauce con su paso. Al lado hay un campo con los mismos cardos que vi antes de Alboreca, pero está descuidado, ralo. Desde el río hay una cuesta hasta lo alto de la loma, confluyendo al camino que he tomado antes, y después, bajada hasta el pueblo, con el castillo viéndose al final de la calle. Fin de la etapa.


A la vuelta, mientras hacia atrás se aprecia el omnipresente castillo de Riba, veo a la derecha, en el fondo del valle, brillando al sol del mediodía, las salinas de La Olmeda de Jadraque, y el pueblo recostado en la loma, y al lado de la carretera el pequeño pueblo de Bujalcayado, rodeados los dos por lomas moteadas de vegetación arbustiva, de pequeño porte.

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