miércoles, 21 de septiembre de 2016


Ruta ciclista: río Henares. Etapa 1: Horna-Sigüenza.

Sierra Ministra
Son los últimos días del verano. Una vez pasados los calores africanos que hemos padecido, retomo mi proyecto de recorrer en bicicleta la cuenca del Henares siguiendo sus ríos y arroyos, ahora de una forma más metódica, más sistematizada. Quiero seguir el río, pero sin que eso me impida ver el valle, las poblaciones. Voy hasta Sigüenza. Es temprano. Hace frío. Tomo un café. Saco la bici del coche y pedaleo, por el camino Calle Real, sin parar, hasta el nacimiento del Henares, pasando por los pueblos pero sin encontrarme a nadie, excepto a la salida de Alcuneza donde un mañanero paseante de perro me indica un camino para ir a Alboreca. Ya veré si le hago caso.

En el nacimiento me espera una agradable sorpresa. El año pasado la vegetación estaba alta y no se veía el cauce; este año la han cortado, está limpio y se ve manar el agua cristalina perfectamente. La certificación del nacimiento viene dada por un pequeño monolito con la inscripción “1877 Origen del Henares” y por un cartelón del Ayuntamiento de Sigüenza –al que le han borrado “exce”, quedando en lentísimo- que indica que es espacio natural protegido. Me recreo en esta Fuente del Jardín, como parece que lo
llaman en Horna, debajo de dos grandes nogales que todavía no están otoñales como el año pasado, viendo manar mansamente el agua, escasa pero más abundante de lo que yo imaginaba. Se está muy bien. La mañana es fresca y azul, sin ninguna nube. Magnífico espectáculo con algunas frondosas que ya empiezan a amarillear. Subo por la ladera contraria para ver mejor la zona. Detrás hay una gran zona espesa de encinas que capta el agua, ésta descarga subterráneamente por las calizas del Jurásico hasta llegar a las arcillas del Keuper, impermeables, que la hacen aflorar a la superficie. Imagen de libro.

Horna
El Henares recién nacido se protege escondiéndose entre árboles muy altos y se pierde de vista. De vuelta, paso por un puente sobre el antiguo trazado de la vía férrea, una trinchera abandonada. A la izquierda, Sierra Ministra con molinos de viento en lo alto. Subo a Horna, que fue descrita por José Ortega y Gasset. Vivos sólo encuentro a muchísimos gatos tomando el sol en la plaza. Veo la iglesia con gran espadaña de tres vanos en sillería, la fuente bajo un gran tilo y la curiosa torre del reloj, pero no veo a ninguna persona.

Río Henares en Horna
Vuelvo al camino y giro en la renacentista y ruinosa ermita de la Soledad. Al lado, el mínimo Henares ya está siendo aprovechado para el riego de unas huertas. Ahora se va a la izquierda y yo sigo por el camino, a media ladera de la margen derecha, por lo que lo veo más lejos. Una bajada que antes ha sido subida. El camino transcurre casi pegado al monte, a la derecha, con campos a la izquierda. Gran contraste cromático entre el azul del cielo, el verde oscuro, intenso, de las encinas, el amarillo del rastrojo del cereal cortado, el marrón oscuro, rojizo, de las tierras aradas y no
sembradas. Algunos campos tienen las pacas de paja sin recoger. Una máquina de tren, sola, sube. En medio de un campo, un solitario árbol testigo de lo que fue. El valle se estrecha algo. La temperatura ha subido, aunque un ligero viento impide el calor.

Mojares. Casas estupendas, restos de un pequeño castillo, cartel de “Pozo” en la parte de abajo, rara iglesia de San Pascual con rara
Mojares
espadaña y gran escudo coronado de castillo sobre puente, aunque el río queda más abajo. Desde aquí hay una bajada con un repecho en medio, una zona acarcavada, erosionada, desde la que ya se ve al fondo Sigüenza y, más cerca, a la derecha, Alcuneza. Baja un tren de mercancías. Los montes tienen menos vegetación. Llego a la carretera de Alboreca, sin haber tomado el camino que me habían indicado. A la derecha hay una plantación que de lejos tiene un bonito color anaranjado, pero que visto de cerca son plantas
Alcuneza
pinchosas. No sé qué es. El contraste de color es magnífico con el amarillo del cereal cortado, el verde brillante del girasol del año y el verde oscuro, apagado, del girasol sin recoger de otros años.

Asciendo el pequeño valle hasta Alboreca, sobre un cerro como Horna. Calles bien arregladas, como los otros pueblos, fuente con dos caños, iglesia con espadaña de dos cuerpos que no es hito visual, gran frontón. Un señor me cuenta que la plantación que he visto sirve para sacar gasolina o biomasa, que ya se cultiva desde
Alboreca
hace algunos años. Una señora me dice que no es de allí y que no sabe. Desando, despedaleo el camino viendo cómo el arroyo de Alboreca, primer afluente del Henares por su derecha, va escondido entre la hierba, aunque una hilera de chopos delata su cauce.

Vuelvo al camino y ya estoy en Alcuneza. Lo primero que se ve son los restos de una antigua fábrica de ladrillos, con todos los edificios ruinosos, siendo una alta chimenea que se alza contra el azul lo único que se mantiene en pie de todo el entramado fabril.
Subiendo hacia el pueblo, a la izquierda, una fuente de dos caños que alimenta a un lavadero abandonado, bonito rincón que transporta a otras épocas. Estos pueblos están situados a media ladera, en la zona donde surge el agua debajo de la caliza de los altos y a cierta altura y distancia sobre el río. Sigüenza ya se ve más cerca. Baja otro tren de mercancías. Las calles son empinadas. Bajo la roca caliza hay lo que pueden ser unas bodegas y, al lado, una fuente, sin agua, de 1924. Un señor me cuenta que de aquella
plantación se saca aceite, pero que no sabe cómo se llama la planta, que se cultiva en forma experimental desde hace poco. En lo alto la iglesia de San Pedro de Antioquía, en sillería excepto el ábside poligonal, más alto, en sillarejo. La estructura, los canecillos –aunque sin labrar-, dan idea de románico. Tiene buen aspecto y una espadaña de dos vanos. Los tres pueblos están en cuesta, apoyados sobre la ladera y mirando al valle.

Poco después se encuentran los restos de unas salinas, las únicas fuera del valle del Salado. Se conserva bien la estructura, pero los edificios están derrumbados. En algunas hay agua y otras están secas, dejando ver su suelo empedrado. Una señora senderista me dice que los restos de edificios eran de las casas de las salinas, que aquí no había ninguna ermita. Terrible destino, las ruinas. Y ya vale por hoy. Aquí se ha acabado el paseo. Vuelvo a Sigüenza. A mi
izquierda, la vía del ferrocarril me separa de la finca de los Maristas –de fuerte muralla y gran puerta-, y del molino El Charpa, cuyos dueños, los amigables Alejandro y Santiago, me acogieron muy bien en una ocasión. Al fondo, la ciudad mitrada aparece en todo su esplendor, con las moles de la catedral y el castillo destacando. A la entrada, el Henares niño sigue tan mínimo como lo he visto en Horna.


Antes de volver a Alcalá voy a ver a mi amigo Martín -que está con su primo, el director de Correos de Sigüenza- para recuperar líquidos. Aunque han sido unos 37 kms los recorridos, incluyendo las vueltas por los pueblos, sólo han sido trece de río. Me va a costar mucho hacer el recorrido completo, pero no hay prisa. Otro día, más.

Río Henares en Sigúenza


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