La casa de Hippolytus.
Hemos estado en otras ocasiones en la casa de Hippolytus, en Alcalá de Henares,
pero venimos a una visita guiada para ver si hay información nueva. Es un
viernes por la tarde y nuestro guía es Álvaro. Reunido el grupo, Álvaro hace un
preámbulo geográfico, en el que explica que la zona estaba dominada por el
castro carpetano que había en el cerro de El Viso y que fue conquistado por los
romanos y ocupado hasta que en el siglo I de nuestra era la población se
trasladó al llano, buena zona de vega para cultivos por la cercanía de tres
ríos: Henares, Camarmilla y Torote.
Después hace un preámbulo histórico hablando de la provincia
romana en la que se situaba, de la vía de comunicación que pasaba al lado, de
las hipótesis sobre el nombre de Complutum –Kombouto y Compluvium-, de la
estructura de la ciudad –la mitad de la cual está bajo el barrio cercano- y de
las villas, fuera de la ciudad y con una finalidad clara excepto ésta, que
parece ser una especie de escuela para los jóvenes de la élite de la ciudad,
con los Anios como familia que ejercía el patronazgo. Termina comentando la
anormalidad que supone que el mosaico central esté firmado.
Ya hubo una ocupación prerromana en los siglos III-II a.C.,
la casa pudo construirse a mediados del siglo I, la monumentalización y los
restos conservados son de una reforma realizada a finales del siglo III, y a
partir del siglo V se produce la cristianización a la que corresponde una
necrópolis. La familia complutense Anios patrocinó esta agrupación de carácter
colegial con infraestructuras para el ocio y la reunión –termas, jardín con
espacios para asamblea-, con referencias a la fauna y vegetación de Oriente. Con
el aviso de que al día siguiente hay otra visita guiada en Complutum, pasamos a
ver las dos maquetas, planta y alzado, de la casa y una visión general de las
salas.
La casa tiene diferentes estancias. La primera es una sala
abovedada cuya finalidad exacta se desconoce, pero que tiene como originalidad
su depurada técnica constructiva consistente en unas piezas cerámicas en forma
de botella, unidas, que permitían conseguir la curvatura de un modo ligero.
Estas piezas no se veían porque estaban recubiertas de pintura mural. Lo que parece
claro es que se trataba de una sala importante, que quizá guardaba las efigies
o insignias que protegían y simbolizaban el Colegio, aunque también pudo ser
vestuario (apodyterium), sala de lectura, archivo, biblioteca, de uso
religioso, etc.
La visita transcurre por un paso elevado, que recorre el
espacio casi perimetrándolo, desde el que se puede contemplar bien el suelo.
Pasamos la primera esquina y vemos un suelo embaldosado perteneciente a una terraza
en la que hubo macetas con cultivos de hipérico, tranquilizante, y liliáceas
ornamentales, agujereado después por unas tumbas de época visigótica. Le sigue
el estanque trilobulado, en forma de trébol, cubierto en origen por una cúpula
de mosaicos. Detrás se extiende el mosaico, que después veremos.
A continuación pasamos sobre el hipocausto, que sólo
conserva los pilares de ladrillo que sostenían el suelo original de mosaico,
desaparecido, que formaba un área subterránea hueca que se llenaba de aire
caliente proveniente de dos hornos impulsado por fuelles. Se componía de dos áreas,
caldarium y tepidarium, zonas caliente y templada. En un extremo está el pozo
de aguas mineralizadas, que quizá influyó en la construcción del complejo. Al
lado se sitúan las letrinas, espacio rectangular de uso colectivo, con suelo de
mosaico y canal perimetral para evacuar las aguas fecales.
Siguiendo la visita vemos el jardín, compuesto por ocho
exedras enfrentadas cuatro a cuatro que servían para reuniones con una capacidad
de 70-90, que se supone era el número de
colegiales que venían a la casa. Era uno de los espacios más importantes.
Ofrecía gran variedad de especies vegetales -algunas orientales, medicinales- y
de fauna -que incluía pelícanos-, recreando un jardín oriental, hecho excepcional
al parecer en el mundo romano.
Una pasarela hacia el centro de la casa nos aproxima,
pasando por el frigidarium o zona fría del complejo termal, hasta la vista del
mosaico, magnífico, con una escena de pesca firmada por el artista Hippolytus. “De
los Annios (la casa) Hipólito lo hizo (el mosaico)” parece la traducción más
probable de una leyenda que hace compartir el protagonismo entre los patrones
que lo financian y el artista que lo firma, que debía ser famoso cuando se le
permite. De vuelta al perímetro, se ve la sala de culto a Diana, asociada a la
caza, y posiblemente a Hércules, patrono de la juventud.
La visita ha sido instructiva y amena. Álvaro no se ha
limitado a explicar muy bien, técnicamente, las distintas partes de la casa,
sino que ha incluido comentarios más ligeros: Posteriormente al uso de la casa
hubo una ermita que usó como ábside la piscina trilobulada; antes de su
descubrimiento aquí hubo un restaurante que originó algunos desperfectos en el
mosaico, como una diagonal que lo rompe o el ennegrecimiento de una zona; como
el hipocausto era muy bajo, para limpiarlo tenían que entrar personas pequeñas,
enanos o niños quizá; los asientos de las letrinas no eran de madera como los
vemos ahora, sino de mármol, y los patricios mandaban a algún esclavo para que
se sentase y lo calentase antes de ir ellos; etc.
Es una buena iniciativa ésta de las visitas guiadas, como la
de las visitas teatralizadas. Hay que dar ocasión a la gente para que vengamos
aquí a sentir, sin nostalgia por un tiempo pasado, el peso de la historia, la
pervivencia de la historia, la fuga del tiempo, a ver la casa dormida en este
espacio de tiempo suspendido. Lo que podría ser un entorno de desolación queda
convertido en un cuidado paisaje del pretérito en el que el silencio de las
ruinas, de la mano de los arqueólogos, nos cuenta la vida pasada y en el que se
siente el amor a lo antiguo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario