lunes, 26 de septiembre de 2016

La moda de Cervantes y trajes del Quijote


El año de Cervantes está siendo pródigo en exposiciones. En esta ocasión voy a la Capilla del Oidor -marco habitual cervantino- donde fue bautizado en 1547, hecho que nos recuerda la pila reconstruida, su registro en el libro de bautismos y una genealogía. Esta iglesia ya existía como ermita de San Juan Bautista o de los Caballeros, en el siglo XV se trasladó a ella la parroquia de Santa María la Mayor y fue ampliada la cabecera y a mitad del siglo XVI se construyó una gran iglesia de tres naves, que no llegó a terminarse y que se mantuvo al culto hasta 1936. La exposición habitual se ha sustituido por “La moda de Cervantes y trajes del Quijote”.

Una somera cronología de su azarosa vida abre la exposición sobre la moda del Siglo de Oro español, que quiere mostrar la forma de vestir como reflejo de la sociedad, de sus valores y de la forma de vida de una época, pensando que el vestido ilustra al personaje y a su clase social. Don Quijote le decía a Sancho: “Ve siempre bien vestido, amigo Sancho, que un palo bien vestido no parece un palo … que así te ven, así te tratan”. Pero no es solamente eso, porque quiere ser un viaje antropológico al mundo del Quijote, al siglo de Cervantes y a las distintas clases sociales, a través de la indumentaria, inventos, instrumentos musicales, muebles, libros, armas, etc.



El apartado de la vestimenta está subdividido según las clases sociales. Comienza con un elegante brial de cola en azul y con el traje de gala de Felipe II, en verde y dorado, que nos introduce en la sección “Reyes y nobleza”, donde pueden verse el traje de boda de la emperatriz Isabel (1547, en tonos rojos y dorados), el traje de gala de Carlos I (dorados, amarillos y marrones), ambos retratados por Tiziano, el traje de gala de Isabel de Valois (tercera mujer de Felipe II, negro y blanco) y el traje de gala del príncipe Carlos (primer hijo de Felipe II, marrón, dorado y blanco), que vivió un tiempo en Alcalá y fue protagonista de unos hechos extraordinarios.
También aparecen un vestido de dama (marrón y blanco), la armadura de Felipe II (dorados y acerados), otros vestidos femeninos (marrón, gris) y, como complementos, la perla Pelegrina y el Toisón de Oro. Finalmente, el traje de Isabel Clara Eugenia (hija de Felipe II, Gobernadora de los Países Bajos, pintada por Sánchez Coello, blanco y dorados, grandes mangas) y otros vestidos femeninos en tonos burdeos, verdosos y dorados.
Era el europeo “vestir a la española”, estilo sobrio pero elegante, cuando España marcaba la pauta, también en la moda.

Las materias primas utilizadas eran la lana merina (“el oro de Castilla”, el mejor vellón en Europa, pilar de la Mesta y la trashumancia), la lana de oveja churra (clases populares, “no mezclar churras con merinas”), la seda granadina, el algodón (poco conocido) y el terciopelo (obtenido con seda y especialmente algodón, clases pudientes, el negro símbolo de máxima elegancia, Felipe II).

Esta sección se centra más en la descripción de la mujer, cuyo vestido dependía de la circunstancia: en sociedad (saya entera o cimera que se arrastraba, verduguillo interior que daba rigidez al torso, gran cuello de lechuguilla, chapines, también podían utilizarse el jubón y la basquiña), en casa (jubón sin mangas, camisa de lino, faldellín o manteo). En general se usaba baldaquín o saya bajera, corpiño interior, verdugado o falda interior, basquiña o saya exterior. La saya entera era la pieza principal, la que reflejaba el estatus de la dama, con manguillas para cubrir los brazos, que no se descubrieron hasta el siglo XVIII.

La exposición continúa mostrando la vestimenta del “Pueblo”, ejemplificándola en “La venta del Quijote”. Las ventas, lugar frecuentado por los viajeros, tenían un fuego en el centro o en lugar destacado al que los viajeros se acercaban “al amor de la lumbre”, compartiendo conversación, penurias y comida. De un gran caldero, con caldo de verduras y tocino, se servía la comida que igualaba a todos. Las otras formas de cocinar eran la sartén y el puchero. Los vestidos eran sencillos, en tonos blanco, rojo y marrón. Sancho Panza, ejemplo de labriego, llevaría camisón de lienzo, calzón de astracán, morral cinturón de vacuno, alforjas y bota de vino. Una pastora se vestiría con saya bajera de lana y saya cimera de pelo de cabra, corpiño, camisa de teflón –lino y algodón-, velo de lino, manta y cayado con calabaza, y una ventera, de estatus algo más alto, con jubón de hilo, saya con rodados de terciopelo y saya cimera decorada. La materia prima era lana y lino. Demostrando la simbiosis hombre-naturaleza, la decoración, inspirada en la naturaleza, era a base de flores.

Otro grupo social, los infanzones o caballeros o “Hidalgos”, a la que pertenecerían tanto Cervantes como Don Quijote, llevaban trajes algo más elaborados, en tonos azul, rojo, verde, marrón y negro. También en negro, marrón y rojo es el hábito de estudiante que aparece en la “Estancia de Cervantes”, el siguiente apartado de la exposición. Cervantes escribe vestido de negro, verde y blanco. Los muebles son mesa de lira o bufete (las maderas indicaban la posición, por orden descendente nogal, castaño, haya, pino), sillón
frailero con posabrazos, escribanía o papelera (no se llamó bargueño hasta el siglo XX) y arca prismática o escaño.

Los apartados restantes son breves, como este último. Sigue “El conocimiento”, donde podemos ver la importantísima imprenta, un galeón y mapas portulanos, astrolabio de Lovaina, reloj de sol y brújula y libros (Libro de rezos de Felipe II, Civitates Orbis Terrarum –Ciudades del Mundo- abierto en la página de Sevilla donde se muestra el cortejo del escarnio público, el “cornudo y apaleado”, y Quijotes).

Un último apartado engloba la “Música del Quijote” (vihuela, el instrumento más representativo, precursora de la guitarra; pandero y pandereta, rabel, gaita y tamboril y laúd, introducido por los árabes), las “Monedas” (en oro -4 ducados, doble ducado, 100 ducados, la moneda más cotizada del mundo,- o en plata -8 reales de Valladolid, ducatón, 8 reales de Zaragoza-) y “Los Tercios” (espadas, estoques, alabarda, lanza, casco, coraza, arcabuz –polvorera, los doce apóstoles cargas de pólvora dosificadas-).

El siglo de Cervantes ha quedado reflejado en parte. La exposición resulta breve pero completa en sus distintos apartados, con ejemplos suficientes en cada uno de ellos, y el apartado “Los Tercios”, el último, nos remite a otra interesante exposición, la de Santa María la Rica.  

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