Las fuentes de la Granja de San Ildefonso (I)
El 25 de agosto es la festividad de San Luis, patrón de La
Granja de San Ildefonso, por lo que es uno de los días en que funcionan las
fuentes de los jardines anejos al palacio y con este motivo volvemos (ver otro
artículo dedicado a las fuentes) a este maravilloso lugar. Llegamos con tiempo
para hacer un recorrido por el pueblo, desde el Museo del Vidrio hasta el
Ayuntamiento, en la plaza de los Dolores –llamada así por estar situado aquí el
antiguo hospital-. Pasamos por las iglesias de los Dolores y del Rosario, ambas
del s. XVIII, y vemos, al lado de la última, una curiosidad literaria, un
pequeño monumento con una reveladora inscripción: “Los libros me enseñaron a pensar y el pensamiento me hizo libre”
(Ricardo de León). Tiene dos pequeños huecos, abiertos, con libros para ser
leídos por quien quiera. Un ejemplo a imitar.
Vamos viendo a muchas personas, así que ya sabemos lo que
nos espera. Coincide que hoy la entrada es gratuita. Entrando por la Puerta de
Segovia se sigue adelante dejando a la derecha las antiguas Caballerizas Reales
y entrando en la Alameda del Medio Punto, la Plaza de España, con unos jardines
muy bonitos –mejor cuidados en otras ocasiones- y unos gigantescos árboles,
entre ellos dos sequoias enormes, una de forma cónica perfecta y otro con mal
aspecto. Un señor nos cuenta cómo a ésta le cayó un rayo y después un pino
abatido le arrancó las ramas de un lado. A la izquierda queda la Casa de los
Canónigos, a la derecha la Casa de Oficios y de frente la Colegiata y el Palacio.
Al final, a la derecha, está la Puerta Principal del Jardín.
El recorrido comienza a la izquierda, así que pasamos
delante del Patio de la Herradura y recorremos toda la fachada del palacio
hasta el final, hasta la fuente La Selva,
situada debajo de la balaustrada del palacio. Como hay mucha gente, bajamos la
doble escalinata guardada por dos leones en mármol hasta llegar a la Ría, desde
donde se ve bien la fuente. Está construida sobre una explanada en declive y
formada por un estanque ovalado dividido en cuatro partes sobre las que, en
cascada, desciende el fuerte chorro de agua que lanza un anciano, el río Duero,
en la parte alta. En la segunda parte hay surtidores verticales, que son los
que vemos desde lejos. En la tercera está el grupo principal integrado por
Pomona y Vertumno. El agua, al final, cae a la Ría por cuatro mascarones
alrededor del puente, cerca del que nos encontramos. Pomona, diosa de los frutos entre los romanos, se dedicaba al cultivo
de los árboles frutales, desdeñando los intentos amorosos a pesar de ser amiga
de pastores y hortelanos. Vertumno, el dios de las estaciones, se enamora de
ella y, tras arduos trabajos y disfraces, acaba enamorándola y quitándose el
disfraz, momento que recoge la fuente.
El sol calienta de firme, aunque a la sombra no se está mal.
No hemos podido ver bien el juego del agua de esta fuente, pero bordeamos y,
subiendo unas escaleras, llegamos a la de Neptuno,
gran estanque rectangular con un núcleo central en el que Neptuno está de pie
sobre una carroza marina arrastrada por hipocampos o caballos marinos y
escoltada por tritones y delfines. Un delfín lanza uno de los surtidores más
altos. Esta sí que la vemos bien y, mientras los tres altos surtidores provocan
la admiración de los espectadores, pensamos en Neptuno, dios del océano, hijo de Saturno y Cibeles, que se rebeló
contra su hermano Júpiter y fue arrojado del Olimpo por un tiempo. Se le
atribuyó la creación del caballo y su doma. Su cetro es el tridente. Enamorado
de Anfítrite, pero rechazado inicialmente por su rudo aspecto, consiguió
finalmente desposarse con ella.
Cuando termina de salir el agua en una fuente, vamos deprisa
hacia otra. En esta ocasión está cerca, es la de Apolo, también en estanque rectangular dividido en cuatro formando
cascada. Un mascarón, que representa un río, despide un fuerte chorro en la parte
alta y el agua baja, pasando entre tritones y dragones, hasta la última parte
en la que está Apolo sentado en un peñasco, con una lira en la mano, la
serpiente Pitón muerta a sus pies y Minerva, apoyada en su escudo, frente a él
celebrando esta muerte. De la serpiente sale un gran surtidor que compite en
altura con los otros tres anteriores, uno en cada parte. Apolo,
el sol, hijo de Júpiter y Latona y hermano gemelo de Diana. Mató a Pitón, que
había perseguido a su madre y hermanos; desafió al Amor, hijo de Venus, que le
originó amor hacia Dafne, pero odio en ésta; presenció la muerte de su hijo Esculapio,
famoso médico; mató a los cíclopes que forjaban el rayo, por lo que fue
expulsado del Olimpo; trabajo en muchos oficios; vio morir a su amigo Jacinto,
convertido en flor. Perdonado, volvió al Olimpo, dios de la medicina, creador
de la poesía y la música, protector de campos y pastores, famoso por sus
oráculos, dios de las Artes, dios de la Luz. Júpiter sufría de fuertes dolores
de cabeza, por lo que pidió a Vulcano que le abriese el cráneo de un hachazo,
saliendo sorpresivamente Minerva armada, que fue admitida al Consejo de los
dioses y podía disponer del rayo, conceder el espíritu profético, prolongar la
vida de los mortales, etc. Al haber inventado la escritura, pintura, bordado,
etc., fue protectora de sabios y artistas. Fue celosa y vengativa con sus
rivales: transformó en serpientes los rizos de Medusa, convirtió en araña a
Aracne. Lleva en la mano derecha una lanza, un escudo en la izquierda, una
coraza con la cabeza de Medusa y un casco con penacho en la cabeza.
Después de ver, entre los árboles, esta fuente, nos
dirigimos arrastrados por la marabunta hasta El Canastillo. El que dirige el camino parece ser uno que lleva una
gran bandera española, pero no es fácil seguirle. El agua llega aquí
directamente desde El Mar. Esta fuente no parece muy vistosa pero sus juegos de
agua son espectaculares. Se inician con el surtidor central que se eleva
progresivamente hasta mucha altura. Después se añaden un sinnúmero de
surtidores que, con distintas variaciones, lanzan el agua de forma lateral,
combada. En un momento se oye un fuerte clamor: al apagar los chorros
verticales, los laterales tienen más fuerza y salen del recinto de la fuente
mojando a los espectadores. El agua, pulverizada en diminutas gotas, se pasea
entre los árboles. Al final suena un gran aplauso.
La siguiente es la fuente de Las Ocho Calles, situadas alrededor de la Gran Plaza Circular en
cuyo centro hay una gran escultura de mármol que representa a Mercurio, con el caduceo en la mano derecha,
izando, con ayuda de un céfiro que sopla a los pies, a Pandora o Psiquis al
Olimpo para que se despose con Cupido, después de volver ella de su viaje al
mundo de los muertos por orden de Venus para traer el pomo de belleza de
Proserpina, que lleva en la mano. Alrededor, las fuentes se parecen por
estar formadas por un arco bajo el que hay un grupo escultórico diferente y por
conformar estanques mixtilíneos solados con baldosas de mármol y pizarra en
damero, y están dedicadas a Minerva (sentada con la lanza y el escudo en su mano), Hércules (con la maza en la mano derecha
y sentado sobre la piel del león de Nemea, su primera hazaña), Ceres (diosa de la agricultura, con un
haz de espigas en las manos y dos dragones a los pies), Neptuno (con un tridente en la mano derecha, un delfín a los pies y
dos hipocampos), La Paz o La Victoria
(sedente, con una corona en su mano derecha y una palma en la izquierda), Marte (dios de la guerra, reposa sobre
un escudo, con un espada y otras armas a los pies), Cibeles (matrona que implora al cielo un tiempo fértil, con dos
leones), Saturno (símbolo del
tiempo, anciano barbado con la guadaña en la mano derecha y un reloj de arena
en la izquierda; dos ciervos alados como emblema). El agua de estas fuentes
proviene de El Canastillo y desciende hacia La Fama.
(Continúa en “Las fuentes de la Granja de San
Ildefonso (II)” ).
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