sábado, 2 de julio de 2016

Caravaggio (II)

DE CARAVAGGIO A BERNINI. Obras maestras del Seicento italiano en las Colecciones Reales. 


En el Palacio Real de Madrid se presenta esta exposición, que complementa a la del Museo Thyssen, con un conjunto de obras- algunas expuestas por primera vez- de gran valor artístico e histórico, recuperadas tras una campaña de restauración. Al inicio pueden verse las obras "Lot y sus hijas" (Giovanni Francesco Barbieri, 1617) y "Erminia y los pastores" (Ludovico Carracci, 1602-1603), y después unas secciones subdividen a las restantes obras. 

La túnica de José

En la primera, "De Bolonia a Roma", aparece un nuevo lenguaje pictórico que partía del estudio del natural y la importancia del dibujo como manera de renovar las agotadas fórmulas de la pintura manierista, pero que, aún basado en la naturaleza, corregía sus errores y quería representar las cosas en toda su perfección, siguiendo una "Idea della belleza", y no con sus imperfecciones como hacía Caravaggio. Annibale Carracci llegó a Roma, donde le influyeron el estudio de la escultura antigua y la pintura de Rafael. A la ciudad también llegaron otros artistas, como Neni o Guercino, el francés Le Brun o Velázquez. Algunos autores y otras que merecen citarse son Giovanni Andrea Sirani ("La toilette de Venus"), Charles Mellin ("San Lorenzo, mártir y diácono"), Giovanni Lanfranco ("Triunfo de un emperador romano con dos reyes prisioneros") o Velázquez ("La túnica de José").


"La túnica de José" fue adquirido por Felipe IV y figuró en el guardarropa del Buen Retiro y en las salas capitulares de El Escorial. En él queda reflejada la vanguardia artística de Italia por la armonía compositiva, el protagonismo de los desnudos masculinos, etc. También aparecen detalles de pinturas concretas, como el ajedrezado de Tintoretto, los desnudos como "El martirio de san Mateo", etc. Velázquez subraya la
elevada condición del protagonista, que sucumbe al engaño de sus hijos sin atender a su fiel perro que le advierte de la traición. No buscaba generalizar las expresiones humanas ni fijar una belleza ideal, sino el fundamento real. Representa la sorpresa.


Lujo real. En este espacio se recrean los camarines del Alcázar Real de Madrid o El Escorial donde se guardaban obras suntuosas de una política de regalos de gobernantes y prelados de las cortes italianas a los reyes españoles, como estrategia diplomática para obtener su favor. Giovanni Baglione: "Cabeza femenina de perfil girada a la derecha", no es un retrato al no estar de frente, se parece más a medallas antiguas, a representaciones ideales.


Colección Maratti. Representa un rechazo de la fantasía manierista, que deja al margen tanto la naturaleza como la excesiva adhesión a la misma del naturalismo de Caravaggio. Guido Reni ("Santa Catalina", se acerca al claroscuro de Caravaggio) o Carlo Maratti ("Lucrecia dándose muerte!, mezcla de clasicismo y barroco).


De Roma a Nápoles. De Nápoles a España. El gobierno español sobre Nápoles posibilitó la adquisición de pintura napolitana por las Colecciones Reales. Destaca José de Ribera, español pero formado en Italia, que contrapone sus lienzos a los de Luca Giordano, pintor versátil que igual pinta a la manera riberesca que se acerca al barroco
San Jerónimo en meditación
ilusionista. José de Ribera ("San Jerónimo en meditación", figuras viriles, se recrea en los signos de la vejez con gran realismo; "San Jerónimo penitente", los libros aluden a su extensa actividad intelectual y la calavera es símbolo de penitencia) o Andrea Vaccarp ("La lógica", alegoría, con un estoque -signo de ingenio agudo- y cuatro llaves- cuatro modos de abrir la verdad-).


El protagonismo lo pone Caravaggio con el lienzo "Salomé con la cabeza del Bautista", donde el fuerte claroscuro acentúa la presencia física de las figuras en medio de la oscuridad, dando la sensación de un drama vivo. Debió pertenecer al virrey de Nápoles, García de Avellaneda y Haro, conde de Castrillo,
mecenas de cierta relevancia, y más tarde aparece en el inventario del Alcázar, no quedando destruido en el incendio de 1734. La bandeja se sitúa en el centro del grupo de los personajes para tomar conciencia del horror. Una reciente restauración ha permitido apreciar nuevos detalles de composición y colorido de este lienzo del que hubo otras versiones.


De Nápoles a España: entre Ribera y Giordano. Son obras restauradas en las que han aparecido detalles de un asombroso naturalismo. Luca
La burra de Ballam
Giordano ("Job en el muladar", revisión del dramático tenebrismo del valenciano en clave barroca; "La burra de Balaam", emulación de la portentosa capacidad de Ribera para reproducir el natural) o José de Ribera ("San Francisco de Asís recibe los estigmas", la imitación de la postura de Cristo en la cruz podría favorecer el más alto nivel de concentración mística; "Jacob y el rebaño de Labán", apertura de su paleta hacia la luminosidad, el colorido y la libertad de pincelada propias de la corriente neoveneciana; "San Francisco de Asís en la zarza". 


Este lienzo, cuyo tema fue repetido por Ribera, representa el episodio milagroso que originó la institución de la indulgencia plenaria: para huir de las tentaciones del demonio, san Francisco se lanza, quitándose la túnica, a una zarza de espinas que de repente se transforman en rosas.


La penumbra cobija el "Cristo crucificado" de Bernini, realizado a instancias de Felipe IV para presidir el Panteón de los Reyes en El Escorial, es la única estatua del maestro encargada para fuera de Italia que llegó a su destino. 


La exposición termina espectacularmente con grandes pinturas del Seicento, desde "La vocación de san Andrés y san pedro", de Federico Barocci, pionero del barroco, hasta la impresionante "Conversión de Saulo" de Guido Reni (original composición que recalca el carácter solitario de la conversión). 


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