domingo, 3 de julio de 2016

Alcalá de Henares y Shakespeare.

Clásicos de Alcalá ha programado, en este año conmemorativo, una serie de actividades dedicadas al gran escritor inglés, de teatro en el Salón Cervantes y de cine, bajo el título Ciclo El Séptimo Clásico, en el Salón de Actos del Rectorado de la UAH.


 “The life and death of King Richard III, una de las cuatro obras históricas que Shakespeare escribió sobre la historia de Inglaterra, en la que narra el declive de la familia York y la llegada al poder de la casa Tudor, en cuyo tiempo se escribió. La compañía de teatro Noviembre pone en escena esta obra, en versión de Yolanda Pallín y bajo la dirección de Eduardo Vasco, en el Teatro Cervantes. Esta adaptación, moderna, con música en directo, sobria, responde con fidelidad al texto.


Ricardo -Arturo Querejeta-, jorobado y deforme, envidioso, va tejiendo una serie de intrigas, desata tormentas de sangre, que le permitirán acceder al poder. Conspira contra su hermano Jorge de Clarence, que le precede como heredero; pretende a Lady Ana, viuda de Eduardo de Lancaster, tras haber asesinado a su marido y a su padre. A la muerte de Eduardo IV es elegido rey. Asesina al joven príncipe, Lord Hastings –dandy atildado, vestuario de Lorenzo Caprile- a su antiguo aliado Buckingham e incluso a su esposa. En la batalla de Bosworth se enfrenta al conde de Richmond, futuro Enrique VII, a cuyas manos muere después de haber pronunciado la famosa frase “Un caballo, mi reino por un caballo”. Ricardo, hombre sin moral, maestro de la apariencia y del disfraz para esconder lo que es, está convencido de que sus adversas circunstancias personales le dan licencia para usar las armas más inmorales, de que está por encima del bien y del mal. Es ejemplo de ambición.


Otelo, 1952, Marruecos, 91 min. Director Orson Welles. Película de rodaje complicado, que se prolongó cuatro años, pero que consiguió el Gran Premio del Festival de Cannes.
El Moro de Venecia, un oficial enamorado de Desdémona, lucha primero contra su futuro suegro, Brabancio, personaje racista que no desea casar a su hija con un negro, y después contra el demonio de los celos. El encargado de sembrar la semilla de la desconfianza en Otelo es Yago –ambicioso como Ricardo III-, que le hace creer que su esposa le es infiel con Casio, lo que provoca el trágico final.
Película en B/N, con unos escenarios impresionantes acentuados por el tenebrismo, el
claroscuro, las luces y las sombras, teniendo éstas un papel protagonista.


 Macbeth, 1971, Reino Unido, 140 min, Director Roman Polanski. Subjetivismo, elementos macabros, violencia.
A Macbeth, valeroso general escocés, tres brujas le profetizan que un día será rey. Aprovechando que el rey Duncan se aloja en su casa, y espoleado por su esposa, Macbeth lo asesina y es proclamado rey de Escocia. Sin embargo, para mantenerse en
el trono, se verá obligado a seguir cometiendo más crímenes; mientras tanto, su esposa, abrumada por los remordimientos, se derrumba.
Como en Ricardo III o en Otelo, aparece la ambición, la traición, los asesores o instigadores, la violencia, y, en este caso, los remordimientos. A pesar de estar rodada en color, la noche, las sombras y el claroscuro tienen gran importancia.


Ricardo III, 1995, 107 min, R. Unido, Director Richard Loncraine. Versión actualizada que conserva el espíritu de la obra a pesar del cambio de escenarios y ambientación. La Inglaterra de los años treinta tiene el aspecto de la República de Weimar, y la ambición de poder, la conspiración, el crimen, el engaño, e incluso la piedad, la compasión y la amistad usadas como artimañas para someter, como armas para destruir, preparan la ascensión del fascismo que acecha.


Macbeth, 2015, 113 min, R. Unido, Director Justin Kurzel. Otra versión de esta obra, en la que, tras la nebulosa en la que se desarrolla la mayor parte de la película, tras la niebla y la noche, en un ambiente opresivo que se acerca a la composición abstracta, con la incidencia de una música obsesiva, aparece la ambición de Macbeth tras la profecía de las brujas, con el aliento y respaldo de su esposa en una sinfonía violenta de sangre. La ambición, la 
traición, el poder, la culpa, se mezclan en esta cinta, violenta, enfebrecida, desestructurada, que muestra la transformación del protagonista que va derivando de hombre de juicio hacia la locura y de héroe a víctima.


 Hamlet, puesta en escena, en coproducción por la Compañía Nacional de Teatro Clásico y Kamikaze Producciones, en versión y bajo la dirección de Miguel del Arco. Magnífica versión
moderna, con un montaje ágil y sencillo pero espectacular, combinando la escenografía con la proyección, la música en directo y una iluminación muy objetiva a la vez que marca muy bien los distintos ambientes. Resulta muy realista la escena final de la lucha a espada, que demuestra el alto nivel de los actores. Las actitudes, valores y juicios contrarios coexisten coherentemente, de forma ilimitada, en un escenario que se convierte en un espacio mental, en el sueño de una conciencia infinita. La ambición, la crueldad, el egoísmo, la
duda, la venganza, el amor, la locura, la amistad, etc., aparecen en la obra mientras el protagonista –buena interpretación de Israel Elejalde-, el príncipe Hamlet, vive arrastrado, como otros personajes shakesperianos, por los acontecimientos: la muerte-asesinato de su padre, el rey danés Hamlet –cuyo fantasma le pide que se vengue-, la boda de su madre con su tío Claudio, etc. 

 

Todos los vicios humanos aparecen en las obras de Shakesperare, tragedias excepto la histórica Ricardo III. La condición del hombre para sufrir, los propios errores e incluso, irónicamente, la práctica de las virtudes, hace que los seres humanos sean inevitablemente desdichados y que el desenlace de las obras no pueda ser feliz. Los protagonistas son personajes admirables por un lado, pero claramente imperfectos; son capaces de hacer el bien y el mal. El público puede empatizar con ellos en unos momentos y alejarse en otros, y, aunque queda patente el libre albedrío, la capacidad de degradarse o redimirse, el autor termina conduciéndolos a su inevitable perdición. 


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