miércoles, 13 de julio de 2016

Abierto por obras: Monasterio de San Bernardo (“las Bernardas”) de Alcalá de Henares.

Con el objetivo de conocer la arquitectura barroca madrileña se han organizado visitas, para los meses de julio y agosto (www.madrid.org/abiertoporobras), a este monasterio cisterciense, Monumento Nacional desde 1924 y ahora Bien de Interés Cultural.

Desde el año 2000 se han realizado obras de restauración: las cubiertas de teja y espadaña, las pinturas, la Casa de la Demandadera en 2011 y el claustro menor y las cubiertas del chapitel de la iglesia en 2012. Este año, 2016, la Dirección General de Patrimonio Cultural de la CAM está restaurando la iglesia para recuperar la traza y espacialidad del proyecto de Juan Gómez de Mora -que ya había trabajado en Alcalá en el colegio Mayor de San Ildefonso y en el colegio de Málaga-, interviniéndose el solado, paramentos, bóvedas, fachadas, cubiertas, rejas y una nueva estructura de vigas de madera y
refuerzo del forjado. Es una obra viva porque se sigue trabajando mientras se visita; por eso, a finales de agosto habrá visibles detalles que no lo están ahora. El final de las obras está previsto para agosto de 2017.

Nos reunimos en la plaza y los dos guías explican la historia del convento y la fachada. Después, divididos en dos grupos, entramos. Como no se puede pasar a la iglesia, subimos las escaleras y llegamos al antiguo museo, inaugurado en 1997, que está vacío.
Algunos elementos están protegidos, pero las vitrinas vacías y otros elementos guardados. Nos asomamos por los balcones para ver el suelo desfondado, sin el piso de mármol de la restauración de los años 50 del pasado siglo que sustituyó a las baldosas de barro anteriores. El guía nos cuenta –elevando la voz, obligado por el ruido de dos pequeñas excavadoras- que se hicieron dos catas, de las que queda un agujero.  En la iglesia se han encontrado restos humanos, incluso de niños, pero no el barrio árabe. Como advierte
el guía, lo normal es que estuviera hacia atrás, en la huerta y no pegado al palacio arzobispal, por motivos de seguridad.

En la primera capilla del lado del evangelio, una de las cuatro ovaladas, se ha descubierto una cripta con algunos enterramientos, restos humanos, restos de la restauración de los años 50, basura, e incluso algún resto de la guerra civil. Los cuadros de Angelo Nardi -uno de los mejores conjuntos de pintura barroca de un mismo artista- han sido retirados y el altar-baldaquino, que será restaurado igualmente, está cubierto y protegido. También se restaurará la cúpula, deshaciendo lo hecho en los años 50, para que se intuyan los dibujos de Angelo Nardi que se perdieron al desprenderse debido al incendio del Palacio Arzobispal tras la Guerra Civil.

Pero si la iglesia está en proceso de restauración, hay otros espacios ya terminados. Son los espacios de relación exterior (zaguán de entrada y casa de la demandadera) y las zonas de servicio ubicadas en el perímetro del claustro menor. La comunidad religiosa abandonó el monasterio en el año 2000, pero ahora lo habitan, temporalmente, unas monjas que han venido de fuera.

Salimos de nuevo a la plaza  y esperamos a que nos abran las monjas. El guía comenta cuáles -han sido los tres objetivos principales de la intervención en esta área:                                                             
-En primer lugar, la recuperación de las fábricas originales del palacio Arzobispal, que habían quedado congeladas en el tiempo por la construcción del monasterio de San Bernardo, especialmente una ventana plateresca del palacio.
-La rehabilitación de los espacios interiores eliminando todos los elementos añadidos a través del tiempo que impedían la apreciación de los espacios originales.
-Y, por último, la recuperación de los espacios de relación del monasterio con el exterior: el zaguán de entrada, el locutorio y el torreón de las vistas.

Por fin nos abren y entramos en la Casa de la demandadera, espacio de gran complejidad formal, donde se ubican superpuestos y conectados elementos diversos de carácter diferente, que relacionan la vida monástica con el exterior y con el adyacente palacio Arzobispal, y que se organiza en torno a un patio central de características semejantes a las del resto de patios domésticos de la ciudad. Una primera escalera de doble tramo comunica con la planta principal y una segunda escalera, que no continúa la anterior, da acceso a la planta superior y a la ventana plateresca. En el zaguán está el torno y por el pasillo a la izquierda vamos a un pequeño patio donde puede verse la magnífica ventana plateresca. Al igual que en la plaza, puede compararse la construcción renacentista, en piedra, más lujosa, y la barroca, en ladrillo, más sencilla.

Volvemos al zaguán y nos detenemos en la gran puerta claveteada que separa del claustro. Es el límite entre el mundo exterior y el interior. En el claustro menor, la escala de los espacios de esta zona contrasta con la de la Casa de la demandadera, porque, a pesar de tratarse de dependencias de servicio, conserva unas proporciones y
una elegancia que remiten a los mejores ejemplos de la arquitectura barroca madrileña.

La restauración ha permitido recuperar los espacios tal como originariamente fueron concebidos. Así, las galerías han sido liberadas –habían sido tabicadas anteriormente- y se han destabicado los arcos, recuperando su traza original a la vez que se permite la lectura de la historia del edificio. La antigua cocina y el resto de dependencias han sido despojadas de las tabiquerías y las
entreplantas que habían desvirtuado los espacios, posibilitando que la traza de Juan Gómez de Mora vuelva a salir a la luz.

La selección de los materiales y acabados se ha realizado con un criterio de austeridad monástica acorde con el carisma cisterciense de la fundación original del monasterio. Aunque el claustro ha quedado perfectamente, muy luminoso, ya se aprecian deficiencias en los tejadillos, con mucha vegetación y tejas hundidas.


Todavía quedará por restaurar la zona del claustro mayor que, según el guía, está en peores condiciones que estaba el menor. 

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