La Campana de Huesca.
En la zona alta de la ciudad, en la más antigua, está la
plaza de la Catedral. Parece probable que aquí estuvieran el foro y el templo
principal de la Osca romana, como también estuvo la mezquita mayor musulmana,
derribada para levantar el actual edificio gótico. En el s. XV se ubicó la Casa
Consistorial, en el XVI el Colegio Imperial de Santiago y en el XVII la Sala
Capitular y las estancias de los canónigos. Muy cerca hay otra plaza, la de la
Universidad, donde estuvo la Zuda o palacio de descanso musulmán y donde se
construyó el Palacio Real. En el siglo XIV se fundó la Universidad, que perduró
hasta mediados del s. XIX. Hoy es Museo.
La visita se hace en sentido contrario a las agujas del
reloj. Las cuatro primeras salas son las de arqueología (restos desde el
Paleolítico Inferior, arte rupestre, Neolítico, Edad de Bronce, mundo ibérico,
romano y visigodo, Alta y Baja Edad Media) y las cuatro siguientes las de
bellas artes (desde el s. XIII, antigua capilla de la Universidad Sertoriana
con retablo original barroco, Goya, tablas del monasterio de Sijena, etc).
Desde la sala 4 se accede al Palacio, al Salón del Trono, actual sala de exposiciones
temporales, entrada a las estancias existentes del palacio, que constituyen un
buen ejemplo del románico civil de finales del s. XII, destacando la Sala de la
Campana –escenario, según la tradición, de la decapitación de caballeros
insumisos por parte del rey Ramiro II el Monje- y la Sala de Dª Petronila –hija
del rey, casada cuando eran niña con el conde de Barcelona, Ramón Berenguer IV-,
con capiteles historiados polícromos.
Dos siglos después se escribió la Crónica de San Juan de
la Peña, que afirma que Ramiro II, preocupado por la desobediencia de los
nobles, envío un mensajero para pedir consejo al abad del monasterio de San
Ponce de Tomeras, su antiguo maestro. Éste llevó al mensajero al huerto y cortó
unas coles que sobresalían de las demás, ordenándole que contara al rey su
gesto. El rey hizo llamar a Huesca a los principales nobles, con la excusa de
hacer una campana que se oiría en todo el reino, y ordenó su muerte y decapitación,
sofocando la revuelta. Los historiadores destacan la singularidad de Ramiro II,
que abandonó el poder vivo, aunque conservó el título, y se retiró al
monasterio de San Pedro el Viejo de Huesca, falleciendo en 1157.
Esta leyenda, que dio lugar el dicho “más sonado que la Campana de Huesca”
refiriéndose a un suceso de gran repercusión, inspiró otras obras literarias,
como “La campana de Aragón”, de Lope de Vega o la novela “La Campana de
Huesca”, 1852, de Antonio Cánovas del Castillo, quien fue el artífice la
Restauración que devolvió la Monarquía a España, creador de un sistema de
gobierno que daría estabilidad y continuidad al régimen y que presidió el
gobierno algunos años en el último cuarto del s. XIX. En ésta se cuenta cómo,
el abad Fortuño de Mont-Aragón, que lo recibió en confesión, notó que el rey, el
“Cogulla”, que había estado en los monasterios de Sahagún y San Ponce de
Tomeras, estaba muy contrito y lleno de remordimientos y de vacilaciones de su
espíritu por haber dejado la vida ascética; él que no había pensado en otra
cosa que en el claustro, ni imaginado otra vida que la del cenobita, se veía
ahora lejos de la tranquilidad de la vida monástica, a solas con su corazón,
con la violencia que hicieron a su vida los tormentos supremos del espíritu. Además,
la duda en su voluntad traía la contradicción en sus obras.
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