lunes, 6 de junio de 2016

La Campana de Huesca.

En la zona alta de la ciudad, en la más antigua, está la plaza de la Catedral. Parece probable que aquí estuvieran el foro y el templo principal de la Osca romana, como también estuvo la mezquita mayor musulmana, derribada para levantar el actual edificio gótico. En el s. XV se ubicó la Casa Consistorial, en el XVI el Colegio Imperial de Santiago y en el XVII la Sala Capitular y las estancias de los canónigos. Muy cerca hay otra plaza, la de la Universidad, donde estuvo la Zuda o palacio de descanso musulmán y donde se construyó el Palacio Real. En el siglo XIV se fundó la Universidad, que perduró hasta mediados del s. XIX. Hoy es Museo.

La lluvia impide la salida al campo, así que venimos a ver el Museo de Huesca, situado donde se cree que estuvo el centro de estudios instituido, hacia el 77 a.C., por Quinto Sertorio durante su rebelión contra Roma. Según Plutarco, a esta escuela asistían los hijos de los indígenas hispanos aliados a Sertorio, estudiantes-rehenes a los que, al parecer, mató cuando sus padres lo abandonaron. El edificio de la Universidad Sertoriana, un proyecto de finales del s. XVII, es un magnífico exponente de la arquitectura civil barroca. Tiene planta octogonal con un espléndido patio central porticado, con arcos carpaneles sobre columnas toscanas.

La visita se hace en sentido contrario a las agujas del reloj. Las cuatro primeras salas son las de arqueología (restos desde el Paleolítico Inferior, arte rupestre, Neolítico, Edad de Bronce, mundo ibérico, romano y visigodo, Alta y Baja Edad Media) y las cuatro siguientes las de bellas artes (desde el s. XIII, antigua capilla de la Universidad Sertoriana con retablo original barroco, Goya, tablas del monasterio de Sijena, etc). Desde la sala 4 se accede al Palacio, al Salón del Trono, actual sala de exposiciones temporales, entrada a las estancias existentes del palacio, que constituyen un buen ejemplo del románico civil de finales del s. XII, destacando la Sala de la Campana –escenario, según la tradición, de la decapitación de caballeros insumisos por parte del rey Ramiro II el Monje- y la Sala de Dª Petronila –hija del rey, casada cuando eran niña con el conde de Barcelona, Ramón Berenguer IV-, con capiteles historiados polícromos.  

La leyenda, que algún historiador ve como una alegoría de la Razón de Estado, se debate entre el mito y la realidad, es más un relato de carácter literario que histórico y tiene similitudes con otros relatos legendarios del mundo clásico. Los hechos históricos son que en 1134 falleció el rey Alfonso I de Aragón sin dejar descendencia y que, a pesar de que había testado a favor de las órdenes militares del Temple, del Hospital y del Santo Sepulcro, en las cortes de Monzón los nobles apoyaron la candidatura de Ramiro II (hijo del rey Sancho Ramírez y hermano de los reyes don Pedro y don Alonso el Batallador), obispo de Roda-Barbastro, en un ambiente de revueltas. En este contexto se desarrollaron los hechos acaecidos entre 1135 y 1136, que pudieron originar la leyenda.

Dos siglos después se escribió la Crónica de San Juan de la Peña, que afirma que Ramiro II, preocupado por la desobediencia de los nobles, envío un mensajero para pedir consejo al abad del monasterio de San Ponce de Tomeras, su antiguo maestro. Éste llevó al mensajero al huerto y cortó unas coles que sobresalían de las demás, ordenándole que contara al rey su gesto. El rey hizo llamar a Huesca a los principales nobles, con la excusa de hacer una campana que se oiría en todo el reino, y ordenó su muerte y decapitación, sofocando la revuelta. Los historiadores destacan la singularidad de Ramiro II, que abandonó el poder vivo, aunque conservó el título, y se retiró al monasterio de San Pedro el Viejo de Huesca, falleciendo en 1157.

El cuadro “La Campana de Huesca”, pintado por José Casado del Alisal en 1880, recrea la leyenda y muestra al rey enseñando a otros nobles las cabezas de los que habían desafiado su autoridad, cortadas y dispuestas en forma de campana. La actitud del rey, sereno y duro, sujetando al amenazador perro, la cabeza del obispo, colgada a modo de badajo de la campana, los nobles aterrorizados en la escalera, la perfecta composición, así como el completo estudio de tipos y vestimentas, todo tiende a la teatralidad y al efectismo.

Esta leyenda, que dio lugar el dicho “más sonado que la Campana de Huesca” refiriéndose a un suceso de gran repercusión, inspiró otras obras literarias, como “La campana de Aragón”, de Lope de Vega o la novela “La Campana de Huesca”, 1852, de Antonio Cánovas del Castillo, quien fue el artífice la Restauración que devolvió la Monarquía a España, creador de un sistema de gobierno que daría estabilidad y continuidad al régimen y que presidió el gobierno algunos años en el último cuarto del s. XIX. En ésta se cuenta cómo, el abad Fortuño de Mont-Aragón, que lo recibió en confesión, notó que el rey, el “Cogulla”, que había estado en los monasterios de Sahagún y San Ponce de Tomeras, estaba muy contrito y lleno de remordimientos y de vacilaciones de su espíritu por haber dejado la vida ascética; él que no había pensado en otra cosa que en el claustro, ni imaginado otra vida que la del cenobita, se veía ahora lejos de la tranquilidad de la vida monástica, a solas con su corazón, con la violencia que hicieron a su vida los tormentos supremos del espíritu. Además, la duda en su voluntad traía la contradicción en sus obras.

Terminamos la visita acercándonos hasta la puerta de la iglesia de San Pedro el Viejo, donde murió Ramiro II. En la Plaza de San Pedro hay una placa informativa que explica que el rey descansa en la Capilla de San Bartolomé. También explica que, en el s. XVII, se construyó la Capilla de los Santos Justo y Pastor, para guardar las reliquias de estos Santos, que no estaban completas porque parte se habían devuelto a Alcalá de Henares en el siglo anterior.

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