domingo, 4 de octubre de 2015

Ermita de Peñamira.

Rutas fáciles para conocer Guadalajara
Siguiendo, otra vez, el libro de mis amigas Alicia y Mª Jesús Ramos (Rutas fáciles para conocer Guadalajara, aache turismo/5), vamos en esta ocasión a la Ermita de Peñamira, en una ruta no circular –se va y se vuelve por el mismo camino- de unos 10 kms, de dificultad media por las constantes subidas y bajadas y de 3 h 20´de duración, que Andrés Campos reduce a 3 h y dificultad baja, a pesar de los 300-400 m de desnivel.

Llegamos desde Tamajón y ascendemos a Muriel justo al lado del río Sorbe, el principal afluente del Henares. Estamos a una altitud de 869 m. Seguimos la calle principal, dejando a la izquierda la
iglesia, y, casi al final, hablamos un momento con el señor Virgilio, dejamos a la izquierda una fuente y el lavadero y una pista deportiva verde -tanto Alicia-Mª Jesús como Andrés dicen que es roja- que así encaja más en el entorno y empezamos la ruta ascendiendo entre olivos y encinas mientras el cielo está bastante nublado y la frondosidad compacta de los árboles parece retener el frescor de la noche. Poco después, a unos 10´, una puerta –abierta- cierra el camino a los coches. Hacia atrás, los tejados rojos del pueblo destacan de los verdes que los rodean, verde brillante de la vegetación de ribera, verde plateado de los olivos, verde oscuro de las encinas, del fondo. A la izquierda queda el monte Las Cabezuelas, de 958 m., y, con la subida, la temperatura parece aumentar.

Del encinar, autóctono, adehesado en algunos puntos, que mira desde el fondo de los siglos, se pasa al pinar de repoblación de forma brusca y tras terminar la subida se inicia la bajada hasta el arroyo de las Quintanillas. El camino es ancho y bueno, salvo en las subidas y bajadas donde está abarrancado por el agua de lluvia. A nuestra derecha hay un profundo barranco con vegetación de ribera donde ya asoma el otoño que empieza a colorear las hojas, transformando el verde en amarillos y algo de ocres y marrones. A lo largo del camino, pinos, enebros y alguna sabina.

Estamos ascendiendo hasta el collado Rancho, a 968 m. En lo alto hay un cruce con indicación. Seguimos recto, hacia abajo –a la derecha, sube-, en dirección al arroyo del Madroñal. Vemos un árbol, que no identificamos, que tiene las hojas de un color anaranjado muy bonito. En el borde del camino hay zarzamoras y escaramujos, en los barrancos siguen amarilleando los chopos y algunas plantas rastreras tapizan los desnudos taludes, uno con fondo de negra pizarra. Esta bajada enlaza, sin solución de continuidad, con la subida al collado de los Yesares, a 892 m de altitud, desde donde ya se ve a nuestra izquierda el embalse y la ermita.

Más adelante aparece una bifurcación: Alicia-Mª Jesús avisan de que hay que seguir por la derecha, porque por la izquierda hay unas colmenas. Rodeando el cerro Bermejo, de 945 m, y descendiendo, se llega a la pista que viene desde La Mierla tras pasar otra barrera para los coches, también abierta. Los taludes dejan a la vista la tierra roja, las areniscas también rojas, las margas amarillentas, los yesos blanquecinos y grisáceos, etc. Al llegar al nivel del embalse se nota perfectamente el máximo nivel alcanzado por las aguas, aunque ahora está muy bajo y en este entrante no hay agua. Seguimos girando a la izquierda, por encima del embalse y llegamos a la ermita, construcción sencilla, de color mostaza, con una espadaña
de dos vanos sin campanas, y con un gracioso balcón en el ábside. Alicia-Mª Jesús cuentan que en el interior hay algunos elementos de la ermita vieja, que estaba al lado del río, hondo en este punto, y que quedó anegada al construirse la presa en 1982, por lo que se construyó ésta, al pie del cerro Bermejo, en 1997. El último sábado de mayo, aquí vienen, en romería tradicional, las gentes de siete pueblos: Aleas, Montarrón, Torrebeleña, Beleña de Sorbe, Puebla de Beleña, La Mierla, Muriel.

Está situada en una cresta caliza que ha sido cortada perpendicularmente por el río, que la atraviesa dejando un estrechamiento y grandes rocas que son islotes. Desde aquí se ve bien todo el embalse, de
53 hm3 de capacidad y 245 has de superficie: la cola hacia atrás, al norte, hacia Muriel, y al sur, la presa (tipo de materiales sueltos, núcleo de arcilla.  Altura 57 m, longitud de coronación 530 m, cota de coronación 846 m, cota de cimentación 789 m, cota de cauce 798 m). Este pequeño embalse abastece de agua potable a los municipios de la MAS, Mancomunidad de Aguas del Sorbe, entre ellos Alcalá de Henares, complementándose cuando es necesario, desde 2009, con el embalse de Alcorlo. El embalse, rodeado de bosque, forma un paisaje bonito, aunque el paisaje es un estado del alma. El paisaje de fuera lo vemos con los ojos de dentro.

El día ha ido mejorando. No hay peligro de lluvia y la temperatura es muy buena para andar. El sol resplandece sobre el polvoriento camino, extendiéndose por el bosque y las colinas. El silencio ha
El señor Virgilio
ocupado la zona. Pequeños sonidos, apenas perceptibles, se insertan en el silencio en lugar de romperlo. Por el mismo camino regresamos a Muriel tras tres horas de paseo. En las subidas las mejillas se ponen coloradas como el fruto del escaramujo. Las blancas nubes pasan lentamente en vuelo perezoso. A la llegada encontramos de nuevo al activo señor Virgilio con el que hablamos bastante tiempo durante el que, con toda la sabiduría del mundo, nos cuenta cosas del pueblo, nos comenta la diferencia entre la sabina –no pincha- y el enebro –pincha-, nos dice que las cabras comían con cuidado el enebro porque tiene mucho alimento, nos habla de sus cuatro hijos, que no viven aquí pero que le mirarán en Internet el artículo que escribiré en mi blog donde lo citaré, nos indica dónde está el bar y el camino a la plaza por la otra calle, etc.

Nos despedimos de él y hacemos una rápida visita al pueblo, muy bien arreglado, con casas de piedra, algunas en restauración y otras en construcción, una de fachada muy moderna y hasta una pintada de rosa. Parece que en sus días no cabe la nostalgia. A la derecha queda el Sorbe, entre chopos y álamos amarillentos que se recortan contra el cielo.

Nos vamos, creyendo en estas emociones fugaces, de este pueblo, Muriel, que es nombre femenino, con distintos significados en varios idiomas (la mujer que es reconocida en irlandés, ángel de junio en latín, mirra en árabe, fragancia de Dios en hebreo, morena en griego) y hasta con un personaje, la tía Muriel, en las novelas de Harry Potter.
senderismoguadalajara.es
Para comer vamos a Humanes como en anterior ocasión, pero han sido las fiestas y los restaurantes están cerrados. Nos mandan al lado de  la estación del ferrocarril, al restaurante El Rincón de la Estación, que está lleno y tiene un menú que está muy bien, tanto en calidad como en precio, y una camarera muy simpática. Repetiremos.

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