lunes, 19 de octubre de 2015

Camino de Cervantes. 1.-Parque Corredor-Ajalvir.

En un día muy femenino -18 de octubre, Día Mundial de la Menopausia, y víspera del Día 
Internacional del Cáncer de Mama, 19 de octubre (¡Apoyo a las mujeres, siempre!)- nos congregamos en el Centro Comercial Parque Corredor para comenzar el Camino de Cervantes, interesante iniciativa del Hospital de Torrejón de Ardoz. Antes de la hora fijada para la salida, las 9:30 horas, estamos reunidas muchas personas de todos los pelos y edades para las que esto representa una tonificante exigencia. Un brillo de alegría rejuvenece los rostros de estos espíritus a los que se les quedan pequeñas las fronteras de la vida cotidiana. Por megafonía se advierte de que hemos desbordado las previsiones y que hagamos caso a Protección Civil, Policía, Guardia Civil, etc., que controlan el recorrido.

La marea azul –color del chubasquero y la botella de agua del kit del caminante- se pone en marcha
por un camino ancho y cómodo al que se entrega dócilmente. Ayer se abrieron los cielos y todo está mojado. La marabunta se adentra en esta zona esteparia, la mayor parte protegida, integrada en la ZEPA (Zona de Especial Protección para las Aves), en la que es posible ver, según la época, conejos, libres, perdices, avutardas, e incluso corzos y buitres, aunque hoy no quedará ninguno de ellos en kilómetros a la redonda. Lo que sí vemos es un grupo de galgueros que pasean sus animales por el campo.

El camino hace varios giros y dejamos a nuestra derecha la Base Aérea de Torrejón y, muy cerca, el I.N.T.A. (Instituto de Técnicas Aeronáuticas); a nuestra izquierda queda la BRIPAC, la Brigada Paracaidista “Almogávares” VI. Todo el trayecto está muy mojado y vamos sorteando los charcos y saliendo del camino para transitar por la hierba donde no hay barro.

En lo que puede ser, aproximadamente, la mitad del recorrido se nos reparte fruta -manzanas y peras- y poco después llegamos al cruce de la carretera por debajo, donde se forma un cuello de botella porque hay que pasar con cuidado. Protección Civil ayuda a las personas que lo necesitan mientras los niños parecen transformar un paseo por el campo en un viaje de exploración. Seguimos en paralelo a la carretera, dejando a la izquierda, al otro lado, la I.T.P. (Industria de Turbo Propulsores). Como hemos ganado
un poco de altura, hacia atrás se ve bien el monte de San Juan de El Viso y se vislumbra Alcalá, la torre de La Garena, etc.

El pelotón se va alargando y a lo lejos se ve, en los dos sentidos, la multicolor hilera de hormigas que avanza ahora, para evitar el barro, entre rastrojos que evidencian la original economía agraria, de cultivo de cereal y ganado ovino, de la zona. Como recuerdo de ello hemos cruzado la Cañada Real la Galiana –también nosotros vamos trashumando por este camino- y, con un sentido más moderno, cruzamos la R-II. La temperatura ha ido aumentando y ya nos hemos quitado las prendas de abrigo. Tras un giro ya se ve en lontananza Ajalvir, meta de esta primera etapa de 9,5 kilómetros de recorrido. Muchos, tomando consejo de las circunstancias, llevan el paraguas en la mano,
usándolo de bastón, porque el día y las previsiones amenazaban lluvia, aunque no se ha presentado y, por lo que parece, tampoco se la espera. No obstante, el cielo está encapotado y los colores apagados, oscuros. La paleta del paisaje, que se abre ondulado de campos de cultivo, se ha vuelto más escueta.

Por esta zona sin árboles, por estas terrazas del Cuaternario, seguimos avanzando a pesar de que las botas pesan más que antes. El último tramo es algo más pedregoso y con menos barro y Ajalvir está a nuestro alcance. Atravesamos los muchos chalets de las afueras, donde algunas personas nos miran como el que ve una procesión, y llegamos a la plaza. En el Ayuntamiento se realiza una prueba voluntaria, “La Aorta es Vida”, pero pasamos la Iglesia de la Purísima Concepción, del siglo XVIII, porque la meta no está aquí, en la plaza, sino en las afueras del pueblo, junto a un colegio y bajo un gran porche cubierto, en previsión de la lluvia.

El programa del día  hablaba de recibimiento por parte de una charanga, de bienvenida del Alcalde y del Gerente del Hospital, de foto conmemorativa, etc., pero parece que no hemos llegado a tiempo. Comemos algo y después, en este gran porche se realiza el sellado del Pasaporte, con el que nos regalan un llavero conmemorativo, mientras la Zumba zumba a nuestro alrededor estruendosamente, con todas las mujeres –incluso las de la fila- y un hombre bailando animadamente. En los laterales hay un mercadillo, “Trasteros fuera”, con objetos de segunda mano.

Tampoco vemos el Teatro itinerante sobre Cervantes, ni la visita a sitios de interés en el municipio, situado en la Alcarria madrileña, resguardado por los cerros de la Tejera y del Portillo y atravesado por el arroyo de las Huelgas. Aunque hay algunos hallazgos de época romana y hubo asentamientos visigodos en el río Torote, su fundación parece ser de época musulmana, entre los siglos VIII y X. A finales del siglo XI, durante la Reconquista, pasó a formar parte de Archidiócesis de Toledo, bajo la jurisdicción y fuero de Alcalá, hasta el siglo XVI cuando el pueblo compró su adhesión a la Corona.

Como hay tanta gente, no nos quedamos a la comida –guiso o paella-, sino que hacemos la cola para el autobús que lleva a los conductores hasta el Parque Corredor. Ha sido una feliz mañana flotando por encima de la aburrida realidad diaria, en la que, escuchando el itinerario de nuestros pasos, hemos adquirido caminando el sentido del espacio. Los pasos han marcado las pautas del tiempo olvidando la perpetua prisa por llegar a alguna parte. Nos vamos de Ajalvir, donde tan bien nos han recibido, y esperamos volver la semana próxima para seguir, en la segunda etapa, hasta Daganzo.

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