Camino de Cervantes. 1.-Parque Corredor-Ajalvir.
En un día muy femenino -18 de octubre, Día Mundial de la
Menopausia, y víspera del Día
Internacional del Cáncer de Mama, 19 de octubre
(¡Apoyo a las mujeres, siempre!)- nos congregamos en el Centro Comercial Parque
Corredor para comenzar el Camino de Cervantes, interesante iniciativa del
Hospital de Torrejón de Ardoz. Antes de la hora fijada para la salida, las 9:30
horas, estamos reunidas muchas personas de todos los pelos y edades para las
que esto representa una tonificante exigencia. Un brillo de alegría rejuvenece
los rostros de estos espíritus a los que se les quedan pequeñas las fronteras
de la vida cotidiana. Por megafonía se advierte de que hemos desbordado las
previsiones y que hagamos caso a Protección Civil, Policía, Guardia Civil,
etc., que controlan el recorrido.
La marea azul –color del chubasquero y la botella de agua
del kit del caminante- se pone en marcha
por un camino ancho y cómodo al que se
entrega dócilmente. Ayer se abrieron los cielos y todo está mojado. La
marabunta se adentra en esta zona esteparia, la mayor parte protegida,
integrada en la ZEPA (Zona de Especial Protección para las Aves), en la que es
posible ver, según la época, conejos, libres, perdices, avutardas, e incluso
corzos y buitres, aunque hoy no quedará ninguno de ellos en kilómetros a la
redonda. Lo que sí vemos es un grupo de galgueros que pasean sus animales por
el campo.
El camino hace varios giros y dejamos a nuestra derecha la
Base Aérea de Torrejón y, muy cerca, el I.N.T.A. (Instituto de Técnicas
Aeronáuticas); a nuestra izquierda queda la BRIPAC, la Brigada Paracaidista
“Almogávares” VI. Todo el trayecto está muy mojado y vamos sorteando los
charcos y saliendo del camino para transitar por la hierba donde no hay barro.
En lo que puede ser, aproximadamente, la mitad del recorrido
se nos reparte fruta -manzanas y peras- y poco después llegamos al cruce de la
carretera por debajo, donde se forma un cuello de botella porque hay que pasar
con cuidado. Protección Civil ayuda a las personas que lo necesitan mientras los
niños parecen transformar un paseo por el campo en un viaje de exploración. Seguimos
en paralelo a la carretera, dejando a la izquierda, al otro lado, la I.T.P.
(Industria de Turbo Propulsores). Como hemos ganado
El pelotón se va alargando y a lo lejos se ve, en los dos
sentidos, la multicolor hilera de hormigas que avanza ahora, para evitar el
barro, entre rastrojos que evidencian la original economía agraria, de cultivo
de cereal y ganado ovino, de la zona. Como recuerdo de ello hemos cruzado la Cañada
Real la Galiana –también nosotros vamos trashumando por este camino- y, con un sentido
más moderno, cruzamos la R-II. La temperatura ha ido aumentando y ya nos hemos
quitado las prendas de abrigo. Tras un giro ya se ve en lontananza Ajalvir,
meta de esta primera etapa de 9,5 kilómetros de recorrido. Muchos, tomando
consejo de las circunstancias, llevan el paraguas en la mano,
usándolo de
bastón, porque el día y las previsiones amenazaban lluvia, aunque no se ha
presentado y, por lo que parece, tampoco se la espera. No obstante, el cielo
está encapotado y los colores apagados, oscuros. La paleta del paisaje, que se
abre ondulado de campos de cultivo, se ha vuelto más escueta.
Por esta zona sin árboles, por estas terrazas del
Cuaternario, seguimos avanzando a pesar de que las botas pesan más que antes.
El último tramo es algo más pedregoso y con menos barro y Ajalvir está a
nuestro alcance. Atravesamos los muchos chalets de las afueras, donde algunas
personas nos miran como el que ve una procesión, y llegamos a la plaza. En el
Ayuntamiento se realiza una prueba voluntaria, “La Aorta es Vida”, pero pasamos
la Iglesia de la Purísima Concepción, del siglo XVIII, porque la meta no está
aquí, en la plaza, sino en las afueras del pueblo, junto a un colegio y bajo un
gran porche cubierto, en previsión de la lluvia.
El programa del día hablaba de recibimiento por parte de una charanga,
de bienvenida del Alcalde y del Gerente del Hospital, de foto conmemorativa,
etc., pero parece que no hemos llegado a tiempo. Comemos algo y después, en
este gran porche se realiza el sellado del Pasaporte, con el que nos regalan un
llavero conmemorativo, mientras la Zumba zumba a nuestro alrededor estruendosamente,
con todas las mujeres –incluso las de la fila- y un hombre bailando
animadamente. En los laterales hay un mercadillo, “Trasteros fuera”, con
objetos de segunda mano.
Tampoco vemos el Teatro itinerante sobre Cervantes, ni la
visita a sitios de interés en el municipio, situado en la Alcarria madrileña,
resguardado por los cerros de la Tejera y del Portillo y atravesado por el
arroyo de las Huelgas. Aunque hay algunos hallazgos de época romana y hubo
asentamientos visigodos en el río Torote, su fundación parece ser de época
musulmana, entre los siglos VIII y X. A finales del siglo XI, durante la
Reconquista, pasó a formar parte de Archidiócesis de Toledo, bajo la
jurisdicción y fuero de Alcalá, hasta el siglo XVI cuando el pueblo compró su
adhesión a la Corona.
Como hay tanta gente, no nos quedamos a la comida –guiso o
paella-, sino que hacemos la cola para el autobús que lleva a los conductores
hasta el Parque Corredor. Ha sido una feliz mañana flotando por encima de la
aburrida realidad diaria, en la que, escuchando el itinerario de nuestros
pasos, hemos adquirido caminando el sentido del espacio. Los pasos han marcado
las pautas del tiempo olvidando la perpetua prisa por llegar a alguna parte. Nos
vamos de Ajalvir, donde tan bien nos han recibido, y esperamos volver la semana
próxima para seguir, en la segunda etapa, hasta Daganzo.
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