Aragosa.
Después de estar en el inicio de la hoz del río Dulce, en
Pelegrina, venimos a la parte final, a
Aragosa, pequeña población que tiene su historia: se han encontrado enterramientos visigodos de los siglos VI-VII, tiene una iglesia románica del s. XII, y en un documento de donación al obispo de Sigüenza Don Bernardo, el rey Alfonso VII le otorgó su fuero en el siglo XII.
Aragosa, pequeña población que tiene su historia: se han encontrado enterramientos visigodos de los siglos VI-VII, tiene una iglesia románica del s. XII, y en un documento de donación al obispo de Sigüenza Don Bernardo, el rey Alfonso VII le otorgó su fuero en el siglo XII.
El día está nublado y con poca luz, pero parece que no hay
peligro de lluvia. En el aparcamiento al inicio del pueblo hay ya varios
coches. La monotonía del día aparece animada por el amarillo otoñal de los
chopos y por unas flores en un huerto. Cruzamos el pueblo pasando cerca de la iglesia,
con ábside
semicircular, y, al final de la larga calle, tomamos el camino, ancho, llano,
que sigue a contracorriente el Dulce.
Al principio el valle es más ancho, con campos de cultivo en
los que se ha cosechado el girasol hace poco. El otoño sustituye el verde de
los árboles por colores más cálidos, amarillos, ocres, etc. Limitando el valle,
como telón de fondo, destacan unas lomas, unas con sus laderas cubiertas con
vegetación de encina y carrasca, de un verde muy oscuro, y otras, más
verticales, con roquedos calizos. En el río, calmo, de aguas
transparentes que
dejan ver la vegetación que tapiza el fondo, se ven juncos, aneas y espadañas.
Largas líneas amarillas limitan los campos.
El camino da un rodeo y al fondo aparece la hendidura
tallada por el Dulce en un tramo más estrecho donde se concentra el amarillo y
el marrón. En un farallón rocoso a nuestra izquierda, margen derecha del río,
se avistan gran número de buitres, algunos sobrevolando la zona y otros
plantados en algún saliente, vigilando el camino y nuestro paso. Este
territorio es suyo.
Pasamos al lado de un paredón vertical, cubierto en algunos
puntos por plantas trepadoras. Vamos por el camino encerrado entre la roca y la
línea de árboles. En las rocas de la derecha, hojas rojizas en una planta trepadora,
junto con otras de un verde brillante. El valle va muy encajado, pero el río sigue
tranquilo, apenas un hilo de agua corre espejeando el entorno. Todos nos
miramos en él, los paseantes, los árboles, las rocas. El día ha mejorado y ha
salido el sol, pero en esta zona estrecha se
nota más humedad.
El valle se abre un momento y se vuelve a cerrar. Volvemos a
las paredes verticales a nuestro lado. Avanzamos entre el amarillo de las
hojas, muchas de las cuales caen por efecto del viento que se nota en lo alto,
aunque no en el fondo del valle por donde vamos. Es una lluvia amarilla (Julio
Llamazares). A nuestra izquierda aparece una serie de pináculos calizos grisáceos,
cónicos, que se elevan entre las encinas y contra el cielo. Volvemos al
amarillo y a un valle un poco más ancho y llegamos a Los Heros. Hasta aquí hay
4,5 km y quedan tres más hasta La Cabrera.
Este caserío, ahora arruinado, fue una antigua fábrica donde
se creó el primer papel moneda utilizado en España. El Banco de España, en
1868, les contrató para la fabricación del papel de los billetes de 100 escudos
y, tras varios avatares, funcionó hasta la década de 1960. Con posterioridad,
proyectos de alojamiento rural fracasaron, al parecer, por no superar la
Declaración de Impacto Ambiental.
Cruzamos el río y nos acercamos a las ruinas, donde comemos
cerca de un impresionante castaño, todo amarillo y marrón, mientras vemos cómo las
dos grúas vigilan el conjunto de casas destechadas. El día es magnífico, la
temperatura es muy agradable y el sol da algo de esplendor a las ruinas.
Volvemos por el mismo camino. A pesar de que en las crestas
todavía hay sol, la luz se está yendo rápidamente del fondo del valle por lo
que el río brilla menos y se transparente más. Un gran grupo de personas, a los
que no hemos
visto ir, transita de vuelta. Seguramente vienen desde más arriba,
en camino sólo de ida. Son de Madrid. El cielo se va cubriendo de nubes y los
colores vuelven a apagarse, aunque siguen destacando los amarillos. Al llegar a
Aragosa vemos un autobús que está esperando al grupo, lo que confirma que han
hecho el trayecto en un único sentido.
Ha sido un día muy agradable, que esperamos repetir en el
tramo de la hoz que nos queda, en La Cabrera.
No hay comentarios:
Publicar un comentario