jueves, 30 de julio de 2015

Museo del Aire.

En las cercanías de Cuatro Vientos se inauguró el Museo del Aire en mayo de 1981, aunque desde entonces se han sucedido varias ampliaciones. En la actualidad sus instalaciones cuentan con un gran
espacio al aire libre y siete hangares, que, sin embargo, se quedan pequeños para la gran cantidad de material que exponen. En un día soleado damos un paseo por este cementerio de elefantes, por entre estos monstruos metálicos muertos, donde el tiempo parece detenido como por un encantamiento.

Al lado del aparcamiento, lo primero que se ve es una colección de helicópteros, entre ellos uno soviético que utilizó Icona, otros usados por Tráfico, etc. Enfrente hay un monolito, pequeño monumento homenaje al aviador García Morato. Entrando en el
gran espacio central, abierto, vemos muchos aviones grandes de distintos tipos, de pasajeros y de carga.

Entramos en el primer hangar, el 1, donde se exponen los orígenes de la aviación y algún ejemplar único como una réplica del hidroavión Plus Ultra que realizó el primer vuelo entre España y América. En el hangar 2, dedicado a los grandes vuelos y a la Guerra Civil, está otro avión importante, el Jesús del Gran Poder que realizó la travesía Sevilla-Bahía (Brasil), de 6.550 km., el 24 de
febrero de 1929, en menos de 44 h, y fue el primer avión español que sobrevoló los Andes, volviendo después a España en barco. También hay otros tipos de aviones, bombas, diferente equipamiento, uniformes, banderas, etc.

De nuevo en el exterior, vemos una exposición de reactores de entrenamiento y combate, antes de pasar al hangar 3, donde hay unas aeronaves más pequeñas, igualmente tanto de entrenamiento
como de combate.  En el hangar 4, ya fuera del gran espacio central, pueden verse una colección de instrumentos de vuelo, paracaídas y algunos helicópteros, pero la estrella es el C-19, de 1924, diseñado por el ingeniero español Juan de la Cierva. En un rincón está el hangar 5, de contenido variado en el que destacan los aviones de acrobacia tripulados por el Capitán Castaño, cazas, paracaídas y el De Havilland Dragon Rapide, de 1934, el histórico bimotor en el que viajó Franco, en julio de 1936, para ponerse al
frente de las tropas sublevadas en Marruecos.

Alternando interior y exterior, pasamos ante una pequeña colección de cañones antiaéreos y de vehículos militares que da paso al siguiente hangar, donde pueden verse cabinas civiles, como la de los aviones DC-9 y Boeing 727, el corte de un avión, etc. También están presentes, en el exterior, los vehículos auxiliares de
aeródromo, antes de ver una colección de maquetas, un área de aeromodelismo, planeadores, y los aviones protagonistas de la Guerra Civil, el Polikarpov I-15, el “Chato”, de 1926, un biplano soviético que fue la espina dorsal de la aviación republicana, y el Fiat CR-32, “Chirri”, de 1933, usado por la Aviación legionaria y por García Morato. La interminable colección se completa con motores, hélices, simuladores de vuelo, cabinas, etc.

Es una colección amplísima, con una exposición didáctica que cuenta con unos paneles informativos al lado de cada pieza. Como el día es muy soleado, a los hangares entra mucha luz y el variado colorido de los materiales reluce. Especialmente en los hangares, el material está muy apretado, casi no se anda porque las piezas están muy cercanas unas a otras. No obstante, están expuestas como si fueran esculturas, pueden ser rodeadas para poder verse desde todas las perspectivas.

Apetece salir al exterior, a la luz ciega del mediodía, y caminar más. Encima de nosotros el azul intenso del cielo primaveral. Los aviones grandes del exterior no están tan limpios como los de dentro de los hangares, no brillan tanto aunque el sol les arranca un resol metálico, dan sensación de más vejez, de vetustez, parece imposible que estas pesadas moles, algo oxidadas, se hayan podido elevar.

Este museo, donde la Historia se acumula sobre sí misma, da una sensación magnífica. Hay muy poca gente por lo que se puede recorrer en silencio, buscando, en medio de tanta materia, cosas poco tangibles como emociones. Este territorio no es un lugar, es el pasado. El aire viene cargado de aromas de Historia. Con los ojos llenos de visiones pasadas, nos vamos de este monumento al progreso, al avance, a la evolución.


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