martes, 7 de abril de 2015

Zorita de los Canes.

(Viene del artículo “Recópolis”) Tras aparcar a la entrada se llega al centro de la población, alargada
y en curva como una media luna sarracena. A la izquierda queda el río Tajo, de sosegado curso que serpea por el valle, de marcha ondulante, de desidiosa corriente, de paso remolón, de cauce sereno, calmo, silencioso. Todos estamos bajo el signo del río, de su fluir tranquilo. Pero, aquí mismo, vierte el arroyo Badujo, que es lo contrario, bravío, espumoso. Al lado del antiguo puente del s. XVI, que abrazaba el río, hay una zona recreativa llena de gente dispuesta a comer al arrullo de las aguas familiares del ruidoso y cristalino caudal, a que sus oídos se dejen engatusar por esta melodía fresca y purificante, a dejarse hechizar por el sonido del agua que relaja el espíritu y parece ahogar todas las desdichas.

A la derecha, la muralla que rodeaba la medina y la separaba de los arrabales. Por el arco del Ayuntamiento –placa recordando la visita de C.J. Cela, como en Pastrana,
p.e.- se accede a la población, a la plaza donde está la iglesia parroquial de San Juan Bautista, que tiene delante, en el suelo, una gran cruz de la Orden de Calatrava. Este es el punto de encuentro. Angélica llega puntual e inicia otro fuerte ritmo de subida que va alargando el pelotón. Ascendemos en zigzag, pasamos el pueblo, seguimos al lado de la piedra tobácea, con varias cuevas –el castillo parece crecido en la misma roca-, y no paramos hasta la puerta de acceso, la Puerta de Hierro, que conserva la doble arquería, de herradura –s. X- y apuntada –orden de Calatrava-, indicativa de los distintos momentos de construcción, musulmán y cristiano. Sería la Torre del Maestre y es el punto
de reagrupamiento.

Cuando estamos todos –salvo los desertores-, entramos y vamos al extremo de la derecha. Lo primero que vemos es la Sala del Moro, construcción de la Orden de Calatrava –que ocupó el castillo desde inicios del s. XII-, ss. XIII-XIV, en forma circular con bóveda hemisférica cuya clave es una pequeña escultura, una cabeza antropomorfa, que dada la oscuridad de la estancia no se aprecia bien. Al lado, por un estrecho pasillo, llegamos al arranque de una escalera de caracol, en lo que sería la torre del homenaje, donde se ven bien las marcas de los
canteros en los sillares, y, siguiendo por ese oscuro pasillo que hace las delicias de los niños, y de los no tan niños, llegamos a la Torre del Espolón, un baluarte artillero del s. XVI, con buenas vistas, por ejemplo, sobre el hito visual que supone la espadaña de la ermita de Recópolis.

A la salida vemos un sarcófago -de cuando los hombres vestían de hierro-, que conserva una cruz de Calatrava, antes de llegar a la Iglesia Prioral de San Benito, románica de transición, s. XIII, cuyo ábside  y presbiterio se alojan en una torre casi semicircular de época islámica. Es de una nave cubierta con bóveda de medio cañón algo rebajada y reforzada con
tres arcos fajones carpaneles que apoyan en seis capiteles diferentes decorados con motivos vegetales y geométricos.  Un gran arco triunfal da acceso al presbiterio –de planta rectangular, bóveda de crucería y con la escalera de caracol de acceso a la segunda planta de la torre en el muro de la derecha- y al ábside –planta semicircular, bóveda de horno reforzada con cuatro nervios, y una pequeña ventana de arco de medio punto. Desde la nave, antes del arco triunfal, unos escalones llevan a la cripta de Nuestra Señora de la Soterraña, todo excavado en la roca, que tiene dos pequeños espacios, en el segundo de los cuales hay un capitel corintio reutilizado como pila bautismal.

Desde la muralla, en todos los grados de deterioro, abierta a todos los vientos, se amplía el horizonte visual, se ve un resplandeciente panorama de la vega, contemplada
desde una altura digna de las águilas. Por una ventana se ve una franja de cielo despejado y luminoso. El valle del Tajo, que ya ha entrado en la primavera, yace bajo el fuerte sol. El verdoso horizonte de árboles y montañas contribuye a la imagen de placidez y perfección que ofrece el paraje, y el Tajo nos da ejemplo del fluir hasta donde nos lleve el paisaje de nuestras vidas.

Pasamos de nuevo ante la puerta y, siguiendo al lado contrario, bajamos unas escaleras para llegar a una estancia –todo excavado en la roca como la cripta de la iglesia- de planta circular, con un banco corrido en su perímetro como para celebrar reuniones, que tiene como característica un hueco
excavado en la roca arenisca que tiene forma de “omega”, la última letra del alfabeto griego. Una dulce penumbra de Edad Media invade el espíritu.

Seguimos en dirección N y, atravesando el patio de armas, salimos de la fortaleza y pasamos el foso, también excavado en la roca. La fortaleza musulmana era más grande y al excavar el foso se destruyeron algunas edificaciones, como un aljibe que queda al descubierto. Rodeamos el foso hacia la derecha, al lado de lo que fue un albacar ocupado por una judería, y llegamos a la Torre albarrana, situada en la esquina. Debió tener problemas de deslizamiento, porque se le adosaron como contrafuerte dos arcos ojivales. En la clave del arco hay un testimonio epigráfico, una placa que da la fecha de construcción, el año 1290, aunque a simple vista no se aprecia. Su edad secular, la polilla de los años y de la incuria, y su falta de función –se pasó de un tiempo de castillos e iglesias a otro de catedrales y palacios-, ha arruinado estos esplendores
medievales, pero los monumentos aún se conservan donde los hombres han perecido.


Seguimos por debajo de la muralla pasando la torre del Mirador entre restos de barbacanas, y la torre cuadrada, para llegar debajo de la torre que cobija la iglesia. Aquí Angélica, que no ha querido ser inmortalizada en una foto, se despide. Hay que desanclarse del pasado y fondear en el presente. Son las 14:30. El roedor llamado hambre está excavando un túnel en el estómago y nos devuelve de golpe a la realidad. Afortunadamente no hay que ir a buscar el coche de nuevo a Recópolis porque a esta hora el sol arde sin clemencia en el cielo. Hay que pensar en comer. Estas visitas guiadas siempre acaban muy tarde. Ha pasado otras veces en Pastrana, por ejemplo, que está cerca y puede ser una buena idea. El sol de la primera hora de la tarde centellea en el agua del Tajo.

1 comentario:

  1. Hola, disculpa, quisiera saber donde fue tomada exactamente la foto de los distintos arcos.
    Mas precisamente, la foto numero 3 de arriba hacía abajo.
    Le agradezco si me puede decir.. Buen día.

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